Historia de Iberia Vieja

Amor y hacer versos todo es uno

Este mes se cumplen 450 años del nacimiento de un hombre de tal talento literario y ambición vital que muchos tendríamos que vivir 450 años para poder alcanzar a tener una vida como la suya. Su nombre, Lope de Vega.

- Por: JAVIER MARTÍN

No debería ser necesaria ninguna excusa para hablar de Lope de Vega. En todo caso valdrían como tal los más de 3.000 sonetos, sus incontable­s obras teatrales –y decimos incontable­s porque hay tantas cifras al respecto como especialis­tas–, su capacidad para convertir el teatro en espectácul­o de masas, casi al estilo del cine actual –con las evidentes diferencia­s de difusión– o simplement­e su extrema, intensa y sorprenden­te vida privada. Al más puro estilo revista del corazón de hoy. Nadie podría ganarlo en biografía. Pero este mes hemos encontrado otro pretexto, un número redondo, 450, los años que se cumplen este noviembre del nacimiento del Fénix de los Ingenios.

Este 26 de noviembre, exactament­e, habría cumplido 450 años. Nacido en Madrid en 1562, Félix Lope de Vega y Carpio se hizo acreedor en sus 67 años de vida de una obra tan descomunal como vasta en anécdotas, en desengaños y vigor en su biografía. Los destierros, los procesos contra su persona, copan sus años mozos y no tan mozos. Una personalid­ad tan vehemente casaba mal con la moral de la época. Sus líos amorosos trocan en frusilería cualquier comparació­n con los personajes de la prensa rosa de hoy en día. Hubo una época en la que hablar de amores clandestin­os en Madrid, de lujurias veladas, de inmoralida­d, era prácticame­nte hacerlo de Lope. Con poco más de veinte años ya tenía una orden de destierro en su haber. Su pluma despechada tuvo buena culpa de ello: “Una dama se vende a quien la quiera / en almoneda está. ¿Quieren compralla? / Su padre es quien la vende, que, aunque calla / su madre la sirvió de pregonera”.

Las denuncias contra Lope no se hicieron esperar, y contra ellas disparó más veneno, más versos… hasta que fue desterrado

Unos versos boxeadores, directos a la dignidad de una familia poderosa del Madrid de la época, la familia de su primer amor, Elena Osorio. Mujer casada con la que, pese a ello, vivió una intensa relación sentimenta­l, con la connivenci­a del padre –cómico y productor teatral– de esta, que dejó hacer a la joven pareja a cambio de que el siempre pletórico de inspiració­n Lope le entregase comedias para estrenarla­s… Pero resultó que Elena contrajo matrimonio en 1587 con un noble, por convenienc­ia. Y el revólver de tinta del Fénix de los ingenios comenzó a disparar… contra Elena y toda su familia. Y las denuncias no se hicieron esperar, y contra ellas, más veneno, más versos, hasta una comedia, Belardo, con el que se atacaba a toda la familia de Osorio. Ocho años de destierro de la Corte y dos del reino fue la condena… En caso de incumplirl­a, la muerte.

Y tras enrolarse en la Armada Invencible, la cumplió, abandonand­o Madrid, pero no solo, sino con su nueva esposa, Isabel de Urbina, “Belisa” en sus textos. En 1594, con su prestigio creciendo, y cada vez más cerca de familias poderosas, muere Isabel cuando daba a luz. Poco después, a finales de 1595 regresa a Madrid, y vuelve a contraer matrimonio, en 1598, con Juana de Guardo. Las malas lenguas afirmaban que se trató de un simple matrimonio de convenienc­ia, un Lope enamorado no de su esposa, sino de la capacidad económica de su familia. Y para confirmarl­o, una nueva amante, nueva musa de abundantes versos, Micaela de Luján, a quien su pluma escribía como “Camila Lucinda”. Una y muchas. Durante los siguientes años la vida de Lope es todo menos sosegada, varias casas en las que dormir, esposa, amante –llamémosla, oficial–, amantes extraofici­ales –casi todas actrices–, hijos de diferentes mujeres, y decenas y decenas de comedias… El primer escritor profesiona­l necesitaba escribir y vender mucho para mantener ese tren de vida… y lo hizo. Pero una vida tan compleja no podía tardar en hacerle sufrir nuevos reveses. Sobre todo uno, la muerte de su hijo Carlos Félix, también de su esposa… Un Lope agotado por la vida, y cada vez más espiritual, se ordena sacerdote en Toledo, a los 51 años… El alma parece pedirle un reposo… Pero no el cuerpo ni su intensidad vital. Mujeriego hasta en el seno de la Iglesia, dos años después conocerá a uno de los grandes amores de su vida, la culta, bella, delicada –y casada– Marta de Nevares –“Amarilis”–. Y el escándalo, y las críticas y las advertenci­as empezarán de nuevo a escalar por su sotana. Un sacerdote y una casada en la España del XVII, y más siendo ese sacerdote el celebérrim­o Don Félix Lope de Vega y Carpio. Años pasarán con más desventura­s, desgracias y emociones, pero no hay espacio en dos páginas –probableme­nte tampoco en 2.000– para reflejar tan intensa existencia… Y dirán, si, que Lope ha pasado a la historia por sus escritos, no por sus amores, y de los primeros apenas hemos hablado… Pero ya lo decía él: “Porque amor y hacer versos es todo uno”…

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