UN EJERCICIO DE REALISMO
Autor de una novela ( El verano audaz del tío Pancomio) y de un libro de relatos ( Como el agua), el autor, cordobés, profesor y dedicado profesionalmente al Derecho Tributario, demuestra en esta novela un gran oído para todo lo relacionado con el lenguaje y la cultura rural. No es nada fácil reproducir, de manera natural, las expresiones de una mujer de campo de la España de la posguerra sin que suene a impostado y prefabricado. Del Campo tiene una llamativa habilidad para poner ese nombre rural y auténtico que tienen no solo muchas cosas campestres sino el mundo mental de una mujer de pueblo que se expresa sin querer pasar por culta.
En el prólogo, con habilidad, el autor lleva a los lectores hacia un “manuscrito encontrado”, pues en una de sus gestiones profesionales conoce a una mujer mayor que quiere vender unos terrenos y que le acaba entregando, años después, unos manuscritos donde había dejado por escrito buena parte de su vida. El autor, dice, se ha encargado de pulir el estilo y llenar los huecos para que el relato de la vida de Amadora tuviera más sentido.
En muchos momentos el libro me ha recordado a paisajes de Historias de La Alcarama, el magnífico libro de Abel Hernández donde recuerda su vida en un perdido pueblo de Soria más o menos en los mismos años en los que transcurre la vida de Amadora. Los objetivos estéticos, sin embargo, son distintos, pues el libro de Hernández tiene más valor antropológico y el de Del Campo es más novelístico. Y es que la vida de Amadora lo es. Hasta los 15 años estuvo en el pueblo. Luego se trasladó a la capital. Trabajó en varios oficios hasta que entró a trabajar en la casa de un señor muy culto y educado que se preocupó mucho por ella y por elevar su nivel cultural. Amadora le hace caso y acaba haciendo la carrera de maestra. Amadora fue primero criada, luego ama de llaves y acabó ejerciendo hasta de secretaria personal de alguien muy importante, pero del que no revela su nombre.
Sin embargo, cuando su madre enferma en el pueblo, decide regresar con ella y pasar allí los últimos años de su vida, años en los que pone por escrito una biografía simpática y dura que representa también la difícil vida de tantas y tantas jóvenes y mujeres de pueblo en un contexto, la posguerra, convulso y complicado. A estas dificultades se suma la paulatina pero progresiva desaparición de la cultura tradicional, que el autor de alguna manera reivindica con un lenguaje muy pegado a aquella realidad, recuperando muchas expresiones, latiguillos, vocablos, refranes ya perdidos. El autor tiene buena pluma, domina lo que escribe y cuenta una historia singular que resulta también un homenaje a las mujeres de aquella generación. La elección de estos ingredientes es arriesgada, pues están alejados de la inmediata realidad actual y de los temas más de moda en la literatura contemporánea.
A pesar de algunos fallos en su estructura, la novela está muy trabajada, contiene un excelente manejo del estilo popular y refleja interesantes motivos sociales y también antropológicos de la España de la posguerra./ LOS CUADERNOS DE AMADORA SÁNCHEZ Y OTROS RETALES RAFAEL DEL CAMPO VÁZQUEZ. Cultivalibros. Madrid (2012). 254 págs. 17 euros.