La forja de un rebelde,
un testimonio de Arturo Barea a tener en cuenta
La primera edición en castellano apareció en Buenos Aires en 1951 y en España estuvo prohibida por la censura hasta 1977. También en inglés, en 1952, publicó La
raíz rota, novela en la que imagina su vuelta a España tras el forzado exilio. Es autor de los libros de ensayos Lorca.
El poeta y su pueblo (1944) y Unamuno (1952), y de los libros de relatos Valor y miedo (1938) y El centro de la pista (1960). La forja de un rebelde es, sin lugar a dudas, uno de los mejores testimonios de la vida española de las primeras décadas del siglo XX hasta el final de la Guerra Civil.
El libro no tiene, sin embargo, una estructura propiamente novelesca, pues está escrito como las memorias del autor a lo largo de un periodo clave de la historia de España: las décadas primeras del siglo XX, la posterior y traumática guerra de Marruecos, la radicalización de la vida política y, por último, el hachazo de la Guerra Civil. Aunque hay ficción en lo narrado, la mayoría de lo que se cuenta son las experiencias personales del propio Arturo Barea. Especialmente interesante, de gran calidad literaria, aunque menos polémica, es la primera novela de la trilogía, La
forja, excelente recreación de su infancia, de la vida de Madrid, del ambiente de los pueblos, de las dificultades y las divisiones de la sociedad española, las profesiones, las diversiones, los barrios, etc.. Y también La llama, la tercera parte, dedicada casi íntegramente a la Guerra Ci- vil en Madrid, un testimonio vivísimo del desarrollo de la contienda desde una posición privilegiada.
La forja relata la vida del narrador hasta 1914. La familia es tan pobre que cuando su padre muere, Arturo, el menor de cuatro hermanos, está a punto de acabar en la inclusa. Al final, unos familiares deciden hacerse cargo de él mientras su madre saca al resto de la familia adelante. La madre hace de criada, lava la ropa en el río Manzanares y vive en una buhardilla cercana con una de sus hijas, pues los otros hermanos estudian internos uno en el colegio San Ildefonso y otro en una Escuela Pía. Para la familia, la vida es muy dura, pero no para Arturo, pues sus tíos, un matrimonio mayor sin hijos, tienen una más que desahogada posición social. Gracias a ellos, Arturo estudia en un buen colegio donde sobresale por su inteligencia.
Por su carácter costumbrista, esta primera novela resulta muy atrayente. Barea recuerda con emotividad aquellos sucesos y, en páginas de gran nostalgia y calidad, habla del Rastro, los juegos infantiles, las vacaciones en el pueblo, el ambiente escolar (criticado con dureza por el autor). La descripción de la casa de vecinos donde vive la madre se asemeja a páginas parecidas de las novelas de Galdós o Pío Baroja. A la vez, junto con el toque costumbrista, también son eficaces las referencias familiares, el íntimo y desgarrado trato que tiene con su madre, los conven-