La cruz de Borgoña
Se inspiró en el martirio de San Andrés... Fue la bandera del Imperio, la seña de identidad de España desde principios del siglo XVI hasta finales del XVIII.
AUNQUE ARCHIDUQUE de Austria como hijo de Maximiliano, Felipe el Hermoso (1478-1506) era, sobre todo, Duque de Borgoña. Los ideales caballerescos de su linaje materno calaron hondo en la personalidad del joven, que consagró su tiempo a los lujos de esa corte exquisita. Tenía apenas 18 años cuando, en octubre de 1496, Felipe contrajo matrimonio con la infanta Juana, hija de los Reyes Católicos, un episodio crucial en la historia de España por cuanto introdujo a los Habsburgo en los destinos de la Corona de Castilla. Tras la muerte de Isabel en 1504 –y gracias a su habilidad diplomática– Felipe hizo prevalecer sus derechos al trono tras un tenso tira y afloja con su suegro Fernando.
El 12 de junio de 1506 las Cortes de Castilla juraron a Don Felipe como “rey verdadero y legítimo señor”, lo que, entre otras cosas, conllevó la adopción de la cruz de Borgoña o de San Andrés –también Aspa de Borgoña o Aspa de San Andrés– como “bandera” de España.
Andrés el Apóstol, patrono del ducado de Borgoña, fue martirizado en 95 d.C. en una cruz con forma de aspa, y tal motivo se incorporaría al escudo de Juana, convirtiéndose así en la contraseña de los ejércitos españoles. En el transcurso del segundo viaje a Castilla de Felipe el Hermoso, en 1506, todos pudieron reconocer ya la histórica cruz en los estandartes y uniformes del poderoso séquito que lo acompañaba.
La prematura muerte de Felipe no amordazó la cruz de San Andrés, que siguieron exhibiendo con orgullo sus Arqueros de Borgoña, ya al servicio de la Corona; si bien su uso no se generalizó hasta el reinado de Carlos I, borgoñón de pura cepa. Fue en Pavía (1525), la victoriosa batalla que lo enfrentó a las tropas de Francisco I de Francia, donde la Cruz se exhibió por vez primera en un contexto bélico. Y, a pesar de que las distintas compañías conservaban su propia bandera, la de Borgoña fue asumiendo protagonismo y no había estandarte de caballería en el que no se reconociera.
A medida que pasaba el tiempo, la bandera, con las aspas rojas sobre fondo blanco, fue evolucionando, no solo en dimensiones –de 1,70 metros de lado se incrementó hasta los 3–, sino también en diseño. Como recordaba el teniente coronel Antonio Manzano Lahoz, al principio se veían en las banderas “dos listas cruzadas (…), pero poco a poco se ven otras aspas que, esquemáticamente, representan dos troncos de árbol”.
La cruz sirvió como símbolo de España no solo en la época de los Austrias, sino también de los primeros Borbones
Y, aunque el aspa se mantiene prácticamente intacta, la bandera se presta a distintas mudanzas, con las variantes de la cenefa de triángulos, las llamas, el subgironado, o incluso la “sustitución” del aspa en algunas oportunidades por la representación de la Virgen María sobre un fondo liso de distintos colores.
La cruz, que fuera propia de los Tercios y de los regimientos de infantería, sirvió como símbolo de España no solo en la época de los Austrias, sino también de los primeros Borbones. Porque lo cierto es que Felipe V, tan caro al centralismo, no quiso sino unificar las distintas banderas cuando, en plena Guerra de Sucesión, reglamentó las del Ejército por Real Orden el 28 de febrero de 1707, con el fin de que cada cuerpo “traiga la bandera coronela blanca con la cruz de Borgoña, según el estilo de mis tropas a que he mandado añadir dos castillos y dos leones en los cuatro blancos, y cuatro coronas que cierren las puntas de las aspas; y las otras banderas serán de tafetán de los colores principales que tuvieran la Provincia o ciudad del nombre que Yo señale al regimiento”.
Durante el reinado del primer Borbón español, se regula, además, la obligatoriedad de lucir el escudo real en la bandera coronela (1728): “La Coronela será blanca con el escudo de nuestras Minas Reales y las demás blancas con la Cruz de Borgoña”, y tanto estas coronelas como las banderas sencillas pervivirán hasta 1843, cuando sean reemplazadas definitivamente por el rojo, amarillo y rojo que unas décadas antes había impuesto Carlos III.
El hermanastro del “mejor alcalde de Madrid”, Fernando VI, no se propuso una reforma radical de la bandera, sino que introdujo leves modificaciones, como el uso de una bandera específica en las naves con licencia de corso, compuestas por el escudo real resumido rodeado del Toisón de Oro y sobre una bandera blanca con el aspa de Borgoña.
“Solamente los avatares de nuestra Historia iban a retrasar la desaparición de la Cruz de Borgoña como emblema nacional”, señala el historiador, diplomado en Heráldica y Vexilología Militar José A. Gallego en un interesante artículo, La cruz de Borgoña, la primera bandera de España.