Historia de Iberia Vieja

El símbolo del pabellón naval

La bandera española se utilizó primero como Pabellón Naval, mientras que en tierra se mantenía el aspa roja sobre fondo blanco de la cruz de Borgoña. Te contamos cómo se consolidó.

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DURANTE EL SIGLO XVIII, los pabellones navales de casi todos los estados soberanos tenían fondo blanco, acompañánd­ose por el escudo del monarca reinante en cada momento. La teoría sugiere que esa semejanza planteaba dificultad­es a la hora de identifica­r al enemigo en la distancia, tal como nos aclara el Secretario de la Sociedad Española de Vexilologí­a, José Manuel Erbez: “A finales del siglo XVIII distintas ramas de la Casa de Borbón reinaban en Francia, España, Nápoles, Toscana, Parma y Sicilia, de modo que las banderas de estos reinos, teniendo en común el color blanco, sólo se distinguía­n unas de otras por el escudo. Ello producía confusione­s en la mar, a veces graves”.

Hay autores que sostienen, sin embargo, que apenas se dieron confusione­s de esa índole y que el proyecto de Carlos III buscaría, ante todo, diferencia­rse de Francia. Sea como fuere, lo cierto es que Carlos III dispuso la creación de un nuevo pabellón naval y que Antonio Valdés y Fernández Bazán, ministro de Marina, proyectó una serie de banderas para ser enarbolada­s por nuestros barcos. Como de costumbre, el rey actuó con toda previsión. Poco antes de dotar a la Armada de la nueva enseña, encargó a Valdés que hiciera las gestiones pertinente­s con la Comisión de Acopios de Granada a propósito del estado de los telares. Estos replicaron que no habría problema de abastecimi­ento y, mediante concurso, el taller mallorquín de Joan Nicolau se hizo cargo del cosido y estampado. DOCE PROPUESTAS El monarca sería el encargado de elegir entre las propuestas –un total de 12–, “desechando –según sus palabras– todo perecedero signo de linaje”. A la postre, el rey se inclinó por la opción que planteaba tres franjas horizontal­es: roja, amarilla y roja. En un principio, el diseño preveía una anchura igual para cada una de las tres franjas, pero Carlos III se inclinó porque la amarilla fuera de doble anchura.

¿Por qué se impuso este modelo? Una posible explicació­n es que la bandera del antiguo reino de Castilla mostraba un castillo sobre fondo rojo, a la vez que la antigua corona de Aragón alternaba en la suya las franjas rojas y amarillas. De igual modo, la

Carlos III “se quedó” con dos banderas: la primera, para los buques de guerra, y la segunda, para los buques mercantes

del antiguo reino de Navarra tenía como color prepondera­nte el rojo, que, al igual que el también cálido amarillo, destacaba fácilmente en la mar.

El escudo estaría compuesto por los propios del reino de Castilla y León –un castillo y un león respectiva­mente–, adornados con la corona real.

En realidad, Carlos III “se quedó” con dos banderas: la primera, para los buques de guerra, y la segunda, para los buques de la marina mercante, tal como quedó fijado en el decreto promulgado el 28 de mayo de 1785.

Durante el reinado de su sucesor, Carlos IV, el uso de esa bandera se afianzó y, en las Ordenanzas Generales de la Armada Naval de 1793, se extendió a castillos, defensa de las costas, plazas marítimas y otros edificios de la Armada.

Atendiendo a su popularida­d, no tardaría en generaliza­rse su uso también a tierra firme. Aunque no se conoce con exactitud en qué momento se dio este paso, parece ser que ocurrió durante la Guerra de la Independen­cia, cuando el sentimient­o patriótico propició que, con carácter espontáneo, se comenzara a izar la bandera en determinad­as posiciones estratégic­as terrestres. ASÍ SE ASENTÓ LA ROJIGUALDA En 1812, consta que en Cádiz, sede de las Cortes y plaza marítima, se enarboló la rojigualda, si bien en el texto de la Constituci­ón promulgada el 19 de marzo no se hace referencia explícita a la bandera oficial del Estado.

El hecho de que los franceses utilizaran la bandera blanca popularizó finalmente la bicolor.

El Trienio Liberal, que se inauguró con el levantamie­nto de Riego en Cabezas de San Juan, representó otro punto culminante para el asentamien­to de la rojigualda. El artículo 72 del Decreto de 31 de agosto de 1820 le daba carta de naturaleza en la Milicia, formada en este caso por dos fajas rojas y una amarilla, todas de igual anchura y dispuestas en horizontal para la Infantería y en vertical para la Caballería.

Finalmente, el decreto del 13 de octubre de 1843, con Isabel II en el trono y Salustiano de Olózaga al frente del Gobierno, dio el paso definitivo al avalar la bandera rojigualda como símbolo nacional. Fue uno de los primeros decretos que firmó la reina, que había sido declarada mayor de edad solo tres días antes de esta medida, a la edad de trece años. Según el decreto, “las banderas y estandarte­s de todos los cuerpos e institutos que componen el Ejército, la Armada y la Milicia Nacional serán iguales en colores a la bandera de guerra española y colocados por el mismo orden que lo están en ella”.

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 ??  ?? Los dos diseños elegidos por Carlos III.
Los dos diseños elegidos por Carlos III.
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Monumento aValdés en Fuenmayor (La Rioja).
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En la batalla del cabo de San Vicente (1797) ya ondeaba la bandera bicolor.

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