El sueño de la República
La bandera de la República se ha asociado históricamente al reino de Castilla y a las revoluciones liberales. En 1931, fue institucionalizada por la nueva Constitución.
¿Y A CUENTA DE QUÉ EL COLOR MORADO que se asocia a la República? Vamos a empezar por ahí. En 1820, el año de la sublevación de Riego, los miembros de una sociedad secreta llamada Los Comuneros se distinguían por vestir fajas moradas. El morado, por tanto, se ligó muy pronto a la idea de cierta oposición a la monarquía, que en aquel momento era la de Fernando VII. Antes de que Mariana Pineda fuera ejecutada en 1831 por sus ideas liberales, sus captores hallaron una bandera morada con el lema: “Ley, Libertad, Igualdad”.
El color se ha asociado históricamente al reino de Castilla, fruto de una probable confusión cromática entre el púrpura y el carmesí, ya que, a lo que parece, ni siquiera los comuneros ondearon el morado en sus enseñas, sino, de nuevo, el rojo o el carmesí. Y tampoco está probado que los primeros reyes de Castilla lo utilizaran.
Tras la muerte de Fernando VII sin descendencia masculina, un amplio sector se negó a aceptar la entronización de su hija y apoyó los intereses del hermano del rey, Carlos María Isidro. Fue la génesis del carlismo, que desangró España en tres guerras civiles, la primera de las cuales empezó en 1833 y se prolongó hasta 1840. De acuerdo con diferentes teorías, un sector del carlismo decidió recuperar la bandera blanca con la cruz de Borgoña, que tenía una tradición mayor como distintivo de España, en oposición a las de los isabelinos, blancas con la cruz de San Andrés para Tierra y rojas y amarillas para la Real Armada. Pero, como en su día nos explicara Carlos Canales ( HIV, nº32), en realidad los carlistas no utilizaron la cruz de Borgoña, ni siquiera durante el tercer acto de esta tragedia (1872-1876): “Todos los diseños que se conocen de banderas carlistas de la época, o bien son banderas rojas y amarillas o bien son diseños locales en colores poco frecuentes”. Aparte, estaba muy presente el lema propio del carlismo: “Por Dios, por la Patria y el Rey”.
Durante la Primera República (18731874), no se dieron cambios significativos en la bandera nacional: se mantuvo la rojigualda, que había sido refrendada por Amadeo I de Saboya (1871-1873). Existió,
La Constitución de 1978 dice que “está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja” y anuló el escudo franquista
sí, el proyecto de introducir el morado, pero no fructificó. Todo lo que se hizo fue simplificar el escudo inscrito en la bandera, con la supresión del emblema real, aunque, en algunos ateneos republicanos, sí llegó a ondear la bandera tricolor con la franja morada. “ROJA, AMARILLA...Y MORADA” La mayor revolución en la bandera nacional se desarrolló durante el segundo período republicano, entre 1931 y 1939. Trece días después de proclamarse la Segunda República, se adoptó una nueva bandera, que constaba de tres franjas: roja, amarilla y morada, las tres de igual anchura. En el centro de la franja amarilla se situaba el escudo republicano, que, según el decreto del 27 de abril, sería “...el que figura en el reverso de las monedas de 5 pesetas acuñadas por el Gobierno Provisional de 1869 y 1870”, formado, pues, por los escudos de armas de Castilla, León, Aragón, Navarra y, coronándolos, el de Granada. Todo ello estaría flanqueado por las columnas de Hércules y el lema Plus Ultra.
El decreto fue institucionalizado por la Constitución republicana del 9 de diciembre del mismo año, en cuyo primer artículo se lee: “La bandera de la República Española es roja, amarilla y morada”. El gobierno republicano justificó el uso de la franja morada con la teoría de que ese color se asociaba a Castilla, tal como podemos leer en el articulado del decreto de abril:
“Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España”.
Como sabemos, los colores rojo y amarillo formaban parte ya de la bandera de la Corona de Aragón, y el Gobierno republicano quiso reconocer con el morado la participación de Castilla en el nuevo orden.
En cuanto a la bandera del ejército, la orden del 6 de mayo de 1931 señaló que, sin variar los colores, se insertaría una inscripción con la unidad a la que perteneciera el regimiento y se redujeron ligeramente las dimensiones de la bandera.
Este orden de cosas se mantuvo hasta el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936. Urgía la diferenciación de los emblemas de ambos bandos y de ahí que el gobierno provisional nacional aprobara un decreto el 29 de agosto de 1936 por el que se recuperaba para su bando la bandera bicolor, sin que se variara el escudo con la corona. El “descuido” fue subsanado mediante otro decreto el 2 de febrero de 1938, por el que se instituía el escudo con el águila de San Juan y la divisa “Una, Grande y Libre”, defenestrando así toda referencia real en la bandera.
De acuerdo con la Constitución de 1978, artículo 4.1, “la Bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas”. La ley 39/1981 reglamenta la bandera siguiendo el texto constitucional y precisa que “en la franja amarilla se podrá incorporar (...) el escudo de España”.