50 años dibujando la Historia
Durante medio siglo, Antonio Fraguas – Forges– ha puesto una nota de humor, con dosis de ironía y críticas, a través de sus dibujos. Es el ilustrador más conocido y reconocido de nuestro país. Acaba de publicarse un libro que reúne sus trabajos a lo largo del tiempo, a propósito de cuya publicación conversamos.
Forges respira el mundo. Lo ve y oye. Está pendiente de los medios de comunicación, de las cosas que pasan en el mundo, busca cómo respira la gente y cómo es su pensamiento sobre las cosas que suceden cada día y que acabarán siendo historia. Después, coge el rotulador, una lámina en blanco, deja que la música suene, e intenta ilustrar el pálpito que ha recibido en una viñeta en la que aparecen sus personajes dando una nota cargada de ironía y crítica social que extrae de lo que llama "nube del humor". Lleva haciéndolo así desde que en 1964 publicó su primer trabajo. Y lo sigue haciendo día tras día. Es el ilustrador más importante que existe en nuestro país. Es historia viva. Ha sido capaz de ver con humor los buenos, y sobre todo, los malos momentos.
Desde que publicara su primera obra, a través de los más grandes periódicos del país da luz verde a esos chistes gráficos con un estilo particular e inconfundible que le ha llevado a convertirse en un hombre tan respetado como querido, depositario, gracias a sus ilustraciones, de todas y cada una de las cosas importantes que han ocurrido en España durante este medio siglo. Con esa vocación de testimonio histórico se acaba de publicar El libro (de los 50 años) de Forges (Espasa, 2014). Gracias a esos dibujos viajamos desde la España dictatorial a la España de la crisis actual pasando por la transición, a veces histriónica, siempre excesiva, buena en unas cosas, no tan buena en otras. Todos esos periodos están reflejados en este libro, que es su vida. A propósito de esta obra hablamos con él, sobre lo divino y lo humano, más sobre lo humano que lo divino, y de algunas injusticias que le siguen escamando, irritando, y de los sueños colectivos, a los que le pusieron otra matrícula -tal y como puede leerse en una de sus ilustraciones- cuando se cambiaron las utopías por BMWs.
50 años que no son nada y hoy, como hace medio siglo determinadas cosas siguen ocurriendo.
Hay una base muy sólida que es invariable, mejor dicho, inmutable. Lo que sí cambia mucho a través del tiempo son las hojas del árbol, la copa, las ramitas, pero lo que es el tronco y las raíces es complicado que se modifiquen. Yo no he hecho más que seguir el devenir de la sociedad colectivamente. Es muy importante oír a la gente, escuchar lo que piensa, sin preguntar, simplemente atendiendo. Esa es la auténtica actualidad.
Precisamente, en estos mismos días, se están viviendo episodios bélicos muy terribles, y recuerdo una de tus ilustraciones, en la que el personaje que aparecía en la viñeta se encontraba en mitad de la nada, miraba al cielo, y decía: “Si hay alguien ahí arriba… ¡que haga algo por favor!”
Sigue preocupado por el fútbol... preocupado por el fútbol. En el libro aparecen muchas situaciones sobre
No he hecho más que seguir el devenir de la sociedad colectivamente
las que dibujé hace tiempo, pero que siguen siendo válidas, pues reflejan una pugna entre el sentido común y la estupidez, que es lo que los seres humanos han hecho desde siempre. Es justo ahí donde ha aparecido el humor.
Cuando empezaste debía ser muy difícil, porque había que engañar a los que mandaban para que no se enteraran ni comprendieran lo que se decía en las viñetas…
Lo evidente es que no podían decir nada… El tremendo problema es que el gasto de neuronas que teníamos que hacer consistía en que lo que plasmábamos tenía que servir para decirle al censor, si preguntaba, que no se enteraba de nada y que lo que hacía quería decir otra cosa porque cuando se tenía que cargar el dibujo tenía que hacerlo de una forma razonada. Por ejemplo, recuerdo que cuando Franco cedió el poder temporalmente a Juan Carlos I y luego lo recuperó, pese a que todos creíamos que Franco,
que ya estaba enfermo, se moría ya. Pero no, se recuperó, volvió a coger el poder… y ese mismo día, en el diario Informaciones, publiqué un dibujo en el que se veía a un tío en un sofá lleno de telarañas, y al lado, en otro sofá, otro tío que no tenía telarañas, y que además tenía una copa de champán… y le decía el que no tenía la copa: “¿Qué piensa usted celebrar con ese espumoso vino?”. Y claro, qué razón iba a dar el censor para cargarse ese dibujo, ¿que decía yo que ahí se estaba esperando que se muriera Franco para celebrarlo? Yo tenía que decirle: "No mire, eso lo ha dicho usted, no yo". Ahí estaba el truco, en el empleo de neuronas en cantidades industriales, que es lo que hacía falta en aquella época, para poder dibujar estas de forma sutil. Pero ojo, en esta época, contrariamente a lo que muchos creemos o sospechamos, también sigue existiendo la censura, aunque de otra manera. Es una censura comercial. Imagínate que a mí se me ocurre hacer un chiste sobre uno de los anunciantes en mi periódico. El primero puede colar, pero al segundo o tercero que haga retiran su publicidad.
Cuando la censura eliminaba un dibujo, también tenías que sentir mucha satisfacción.
No creas… ¡Sentía preocupación! Y si callaban, pensaba que algo estaban tramando.
En alguna ocasión incluso te llevaron a declarar.
Sí. Tuvo mucha gracia, porque lo primero que dijo el juez, Gómez Chaparro, al verme fue: “No sabe usted las ganas que tenía de verle”. Pensé en lo peor, en que ya la había fastidiado, pero acto seguido sacó un libro mío, que acababa de salir y que guardaba en el cajón y pidió que se lo dedicara a mi mujer. “Estamos salvados”, pensé.
Precisamente, los libros y su defensa han sido muy importantes en tu trabajo, en el que hay muchas referencias a El Quijote. Incluso te han dado varios premios por eso, por defenderlos como fuente primordial de cultura.
Es tan importante que hasta es raro que haya que seguir defendiéndolo, porque el libro, en cualquier de sus formas, es fundamental: los hilos entre la antigüedad y el futuro no pueden hacerse de otra manera que a través de textos escritos que abren las ventanas del pasado y las puertas del futuro. Es que cualquier país que olvida su historia está condenado a que otro le obliguen a repetirla.
Esto me recuerda a una frase de Aldous Huxley, el creador de la no-
vela Un mundo feliz, que decía que la mayor lección de la historia es que no hemos aprendido nada de la historia. Además, en algunas de tus ilustraciones he visto referencia a otra distopía,
Fahrenheit 451, que es la temperatura a la que arden los libros…
Eres muy joven, pero en aquella época de la historia de España no pasaba una semana sin que por alguna razón no se quemara una librería. No era una cosa rara. Una vez hice un chiste, creo que en 1968, en la que uno decía: “Hoy es el día del libro”, y otro le respondía: “Ya lo he quemado”.
Esta referencia me hace acordarme de otro chiste tuyo, más reciente, en la que uno de los personajes que dibujaste dice: “Van a crear un banco malo”, y el otro responde: “¿Malo? Será uno peor”. ¿Seguimos siendo esclavos de muchas cosas?
Sí, y especialmente de los bancos. Hay una cosa que no entiendo, respecto a la preponderancia de muchos bancos, que hemos tenido que salvar todos los españoles con nuestro dinero. No entiendo. No tiene vuelta de hoja. Se han convertido en una casta. Los bancos saben que su imagen es tan mala que están preparando a agentes de comunicación para crear un ambiente propicio a la imagen de la banca. Lo que tenían que hacer con el dinero que se les ha dado es construir casas y dárselas a la gente.
Lo que tenían que hacer los bancos con el dinero es construir casas y dárselas a la gente
“Han condenado a veintidós y absuelto a doce”, dice uno de tus personajes en una viñeta que creo que es de 1982 y hace referencia al Golpe de Estado. Otro personaje que lo escucha, señala: “Y han dejado en libertad condicional a 36 millones”, que era el número de españoles que habitaban el país por entonces. ¿Aún seguimos en libertad condicional a muchas cosas?
A muchas, sobre todo al poder del dinero. Es terrible que una persona, en el confín del universo, y automáticamente, pueda saber gracias a las modernas tecnologías que es lo que pasa al otro lado del planeta, y sin embargo el lunes 46 personas perderán su casa. La única forma de solucionar estas cosas es el humor... y el sentido común.