La obsesión de Macanaz
TRAS LA SEGUNDA boda de Felipe V con Isabel de Farnesio, en 1714, esta trajo consigo a España a Julio Alberoni, su hombre de confianza. Con él, la corte cambió de estrategia, ante la fijación de Macanaz por la uniformización y el castigo en Cataluña. Además, este último se enemistó con los grandes del Consejo de Castilla, por su afán fiscalizador, y con el clero, por su regalismo, desde el intento de desamortización de los bienes de este en Valencia (1707) hasta el Pedimento (1713) dirigido al papa Clemente XI. Su contenido se inspiraba en el Memorial de Juan Chumacero y el obispo Pimentel, quienes, a su vez, en el siglo XVII, habían presentado a Felipe IV una propuesta parecida. Macanaz la adaptó a las necesidades generadas por la guerra de Sucesión. Quiso evitar que Roma gravase más a España con tributos. Los cardenales Giudice y Alberoni lo acusaron ante el papa y consiguieron que el Consejo de Inquisición le abriera un proceso por herejía. De todos modos, él siempre creyó ser más víctima de una Roma antirregalista (tal y como pone de manifiesto en su manuscrito Males, daños y perjuicios...) que de la Inquisición española. Al mismo tiempo, Macanaz pretendía “discurrir el modo efectivo y eficaz para contener, castigar y limpiar el Principado de todos los clérigos y frailes manifiestamente conocidos por malos y rebeldes en Cataluña” al igual que en su día hizo en Valencia, lo que le acarreó una enorme impopularidad dentro del estamento eclesiástico./