Una tecnología adelantada a su tiempo
DE HABER PODIDO contar con materiales adecuados, posiblemente la historia del motor Baradat-Esteve hubiera seguido otro camino. Por desgracia, la idea llegó antes de tiempo y los motores de pruebas se “gripaban” a menudo por culpa de la fatiga de los materiales empleados.
En 1922 se presentó en Barcelona uno de los modelos más perfeccionados de motor Baradat-Esteve, junto con un nuevo sistema de suspensión también creado por el mismo equipo de genios de la mecánica. Aquello llamó la atención de constructores y medios de comunicación. El motor tórico Baradat se pensó para su uso en aviación. Realmente no llegó mucho más allá de los bancos de prueba y los prototipos. Era una maravilla en cuanto a su concepción, un motor sin las complejidades típicas, sin árbol de levas ni válvulas, con un cárter que ejercía al mismo tiempo de cilindro con forma toroidal de una sencillez asombrosa. En las cuatro cavidades de su interior se llevaban a cabo los cuatro tiempos tradicionales del motor de explosión, con grandes ventajas con respecto a un motor típico, o al menos eso afirmaban sus diseñadores. ¡Lástima el problema de los materiales! Tal y como se había planteado, el motor Baradat-Esteve era sencillo, poco dado a otras averías, ligero, económico y capaz de ofrecer un gran rendimiento. Como se afirmaba en el Heraldo Deportivo del 25 de junio de 1922: En este motor no hay que preocuparse del continuo afinado de las válvulas, ni de la ovalización del cilindro, ni tampoco del reglaje de la distribución. (…) Las casas de construcción de automóviles hallarán una gran economía de construcción, lo que se demuestra con sólo recordar el número reducido de piezas de que consta.