Made in Spain: El motor futurista
Baradat y Esteve, pioneros catalanes
“Unos se llevan la fama y otros cardan la lana”. El refranero español, tantas veces válido en la historia de los inventores españoles, se podría aplicar también al caso de Baradat-Esteve, un motor desarrollado por los hermanos barceloneses Claudio y Carlos Baradat y el empresario Federico Esteve. Adelantándose varios años a otros experimentos que aspiraban a simplificar los motores clásicos, llegaron a patentar un motor rotativo de explosión en 1919. Y ese fue solo el principio…
Si se dejan al margen motores extraños como los de pistones libres y otros similares, y nos olvidamos también de la propulsión eléctrica, viene a resultar que en el último siglo el automóvil apenas ha evolucionado. Los coches actuales son un prodigio de la tecnología y han alcanzado niveles de refinamiento sorprendente pero, en esencia, no son muy diferentes a los vehículos de motor de explosión de la primera mitad del siglo XX. Un mecánico de 1920, por ejemplo, se sentiría perdido entre tanto circuito electrónico, los sistemas de inyección, los nuevos materiales y hasta por las carrocerías actuales. Sin embargo, al desmontar el motor de uno de nuestros coches, seguiría identificando los pistones, cilindros, bielas, el cigüeñal y, en definitiva, las mismas piezas fundamentales para un motor de hace más de un siglo.
Hubo un tiempo en el que se pensó que todo eso podía cambiar. Durante gran parte del siglo XX existió un empeño entre diversos técnicos e ingenieros para lograr dar forma a un motor sencillo y eficaz de pistones rotativos que pudiera competir en prestaciones con los motores clásicos que todos conocemos. Por desgracia, conseguir un motor que nos haga olvidar los pistones de toda la vida no es algo fácil de conseguir. Aunque ya existían propuestas como el motor de vapor rotativo de Cooley, no fue hasta la década de los años sesenta que la tecnología de materiales permitió construir vehículos dotados de motores rotativos pero, incluso a pesar de tener cierto éxito comercial, nunca han llegado al gran público.
Cuando se habla de motores rotativos siempre viene a la memoria Felix Wankel, más que nada porque su nombre ha quedado asociado a este tipo de tecnología, por ser el más conocido y exitoso de todos aquellos que intentaron llevar a cabo esta aventura. Wankel era un tipo curioso. Alemán nacido en 1902 y fallecido en 1988, desde que era casi un niño soñaba con crear un motor de explosión sin cilindros. Wankel presentó un motor que empleaba un rotor en vez de pistones en la década de 1920. Su primera patente data de 1929, pero tuvo que esperar más de tres décadas para que su diseño comenzara a ver la luz de forma práctica. Había diversos motivos para el retraso. Por una parte, una industria del automóvil basada en una tecnología sólida, como es la propia de los motores de combustión
Hubo una época en la que la esperanza estaba puesta en un motor diseñado y construido en Cataluña
interna alternativos, no veía con buenos ojos los dudosos experimentos de Wankel. Por otra, estaba lo problemático de llevar a cabo el nuevo motor. De poco valía que, sobre el papel, una máquina sencilla pudiera competir con los motores convencionales si no se podía convertir en algo real y fiable. Lo más complicado era que los materiales necesarios para construirlo no habían sido creados todavía. El motor Wankel pudo ver la luz en los años sesenta porque, por fin, los materiales habían evolucionado para superar las limitaciones previas.
En 1957, trabajando para la empresa NSU Motorenwerke AG Wankel pudo finalmente ver cumplido su sueño, comercializándose vehículos con su motor en el año 1963, que levantaron mucha expectación. Al poco fue perfeccionado por ingenieros de diversos países, hasta que la empresa japonesa Mazda adquirió la licencia para fabricarlo y desarrollarlo, cosa que hicieron igualmente otras empresas como Mercedes-Benz o MAN Mazda a mantenido su empeño a lo largo de los años, construyendo automóviles deportivos animados con motores Wankel, toda una rareza en un mundo en el que todavía siguen reinando sin rival los motores convencionales.
BARADAT-ESTEVE Y EL MOTOR TÓRICO El sueño de Felix Wankel, que nunca llegó a conducir un automóvil por sus graves problemas de visión, debe esperar todavía. Puede que en un futuro haya algún motor que haga sombra a la centenaria tecnología que mantiene en movimiento a nuestros coches, y quién sabe si será la prometedora propulsión eléctrica. Pero hubo una época en la que la esperanza estaba puesta en un motor diseñado y construido en Cataluña, una máquina que se adelantó a su tiempo y que bien pudo haberse hecho con el brillo que décadas más tarde consiguieron las máquinas de Wankel.
Se trataba del motor Baradat-Esteve, un prodigio de la tecnología que fue desarrollado en diversos prototipos entre las décadas de 1910 y 1920, adelantándose
muchos años a sus competidores. Era un motor de pistones toroidales rotativos que llegó a desarrollar en sus modelos más perfeccionados potencias cercanas a los 110 CV a 16.000 revoluciones por minuto y cilindrada de dos litros. A pesar de ser probado con cierto éxito en automóviles y en vehículos del ejército español, nunca
A pesar de ser probado con cierto éxito en automóviles, este prodigio de la tecnología nunca encontró un hueco en el mercado
encontró un hueco en el mercado. El problema de los materiales siempre estaba ahí, porque, debido a las altas temperaturas que alcanzan este tipo de motores, necesitan especiales requerimientos en su construcción que estaban lejos de ser superados en su época. Finalmente, la Guerra Civil terminó por enterrar el sueño de aquel motor rotativo que hubiera podido revolucionar la industria del automóvil en todo el mundo.
Los diferentes modelos de aquel motor que no tenía bielas ni cigüeñal ni válvulas o complejos sistemas de admisión fueron alumbrados entre 1913 y 1923. Partían de los diseños de los hermanos Claudio y Carlos Baradat Guillé, que
encontraron músculo financiero y técnico en la figura de Federico Esteve Anglada, todos ellos de Barcelona. Por desgracia, apenas vieron la luz una docena de unidades. Un repaso a los archivos de la Oficina Española de Patentes y Marcas nos descubrirá todo un mundo fascinante en torno a estos tres personajes, con decenas de patentes tanto de Carlos como de Claudio o de Federico.
NO SOLO MOTORES La labor inventiva de estos tres pioneros fue mucho más allá de la fabricación de motores. Cubría diversos campos, desde la industria química hasta la aviación –ahí están las hélices de paso variable diseñadas por Claudio junto a Jorge Loring–, los electrodomésticos, el cinematógrafo o los sistemas de ahorro de combustible. De todos ellos es Claudio quien cuenta con una colección más poblada y sorprendente de patentes, llegando a obtener varias de ellas en Estados Unidos. Sus esfuerzos por lograr un motor mejorado datan de 1910, con la patente de Claudio Baradat y Francisco Bosch para un motor de explosión de cuatro tiempos con distribuidor rotativo. Diversas patentes de motores más perfeccionados dieron finalmente paso a la patente para un motor rotativo de explosión de 1919, la primera realmente descollante que abrió el camino a otras, como el motor cilíndrico anular continuo y sin válvulas
La labor inventiva de estos tres pioneros barceloneses fue mucho más allá de la fabricación de motores
que presentaron en 1921. Son decenas las variantes y nuevos desarrollos que fueron dados a conocer a lo largo de aquellos años. Parecía que se trataba de una tecnología con futuro, pero, por desgracia, su recorrido no fue muy largo.
La pasión de los hermanos Baradat por los automóviles venía de lejos. Partiendo de un taller de calefacciones en Barcelona, dieron el salto junto con varios socios al mundo de los coches a través de una marca propia. Se trataba de Ideal, que vio la luz en 1915. Más tarde, en 1918, constituyeron Talleres Hereter, dedicados igualmente a la construcción de vehículos automóviles y de motores para aviación. Los coches de los hermanos Baradat consiguieron fama en su tiempo gracias a varios éxitos deportivos.