“Me interesan aquellos viajeros audaces que tuvieron curiosidad por contar el mundo”
Uno de los libros mejor escritos y más sabrosos de esta temporada literaria lleva por título Travesías históricas. Viajeros andaluces que contaron el mundo (Fundación José Manuel Lara). Su autora, Eva Díaz Pérez, recoge en él las semblanzas de cerca de 40 andaluces que posaron su mirada sobre paisajes ajenos, tipos inquietos y curiosos, aventureros, desterrados, que sembraron el mundo de humanidad y lo alumbraron con el candil de la integración. En esta entrevista nos cuenta las claves de su trabajo.
Historia de Iberia Vieja: Su libro reivindica la figura de numerosos viajeros andaluces, algunos conocidos pero abandonados ya por la historiografía, otros olvidados. ¿A qué razones cree que obedece esa desmemoria?
Eva Díaz Pérez: La desmemoria es el gran problema de España. En cierto modo padecemos el mal del memoricidio, tenemos una relación rara y extraña con nuestra Historia. No es un asunto que afecte sólo a los andaluces. Siempre me ha pro- vocado cierto asombro que haya tantísimos episodios olvidados de nuestra Historia, que haya lagunas, que se funcione con clichés, con estereotipos, con un conocimiento tan superficial sobre el pasado. Como ciudadanos debemos interiorizar la necesidad de tener curiosidad sobre nuestra Historia. Yo reivindico esa curiosidad.
Los prejuicios sobre el P Sur, fruto en ocasiones de la visión de los románticos “del Norte”, han sepultado
el legado espiritual que dejó Andalucía. ¿Le ha resultado difícil la investigación que ha conducido a este rescate?
La investigación ha sido en R algunos casos difícil porque algunos personajes habían quedado en la periferia de la Historia, apenas eran una nota marginal. A mí me interesaba esa otra mirada de unos andaluces audaces que habían tenido curiosidad por contar el mundo. Buena parte de la construcción de la identidad andaluza se ha hecho a partir del relato de los
otros. Y eso ha marcado y sigue marcando nuestra imagen fuera con esa idea de la indolencia, la pereza, el exceso, las pasiones. Para mucha gente Andalucía ha cambiado muy poco desde aquellas estampas costumbristas y pintorescas que contaban los viajeros románticos. Pero ¿y los andaluces? ¿Se habían limitado a ser observados? ¿No había andaluces narrando paisajes ajenos? Era evidente que sí y eso intenté con esta galería de viajeros.
P Los andaluces fueron pioneros en muchos ámbitos, pero lo que pocos sabrán es que el primer tratado bursátil nació del ingenio de uno de ellos…
Sí, la historia del cordobés R Joseph Penso de la Vega es fascinante porque forma parte de la comunidad sefardita en Ámsterdam y allí escribe “Confusión de confusiones: diálogos curiosos entre un philosopho agudo, un mercader discreto, y un accionista erudito, describiendo el negocio de las acciones, su origen, su etimología, su realidad, su juego y su enredo”. Hoy está de plena vigencia, porque ese mundo de las finanzas que él parodia, por cierto, domina nuestra época. Y
¿Qué andaluz del siglo P XXI podría figurar en estas páginas el día de mañana?
Me atrevo a decir que es un R hombre entre el siglo XX y XXI, el filósofo sevillano Emilio Lledó que vivió tantos años en Alemania y que a lo largo de su vida ha hecho el viaje más intenso, largo, peligroso y fascinante: la travesía del conocimiento. Lledó ha sido un viajero lúcido que no se ha conformado con el horizonte de la mediocridad y siempre ha buscado nuevos paisajes para nutrir su sabiduría. Ése sí que es un viaje admirable.
Los viajes tienen la virtud P de ampliar nuestros horizontes mentales. ¿Son los andaluces como solemos representárnoslos –expansivos, abiertos...–, en parte por esa mirada de incesante curiosidad al mundo?
Andalucía ha sido un lugar R abierto. Incluso ciertas versiones nacionalistas andaluzas son integradoras y no excluyentes. Y esta razón se debe a la cantidad de culturas establecidas en su territorio durante siglos. El haber sido el lugar desde el que parten los viajes atlánticos la convirtió en un espacio acostumbrado a mirar hacia afuera, a moverse, a variar la brújula constantemente. Hay en este libro un P sentido homenaje al mundo
del periodismo, desde la referencia en el prólogo a El Mundo de Andalucía hasta el recuerdo de Carmen de Burgos o Cristóbal de Castro en la última parte. ¿Cómo ve el oficio alguien que lo conoce a la perfección desde dentro? ¿Tiene esperanza?
El origen de este libro nace en R el periódico El Mundo en el que por entonces trabajaba. Tengo que decir que hace años se podía hacer determinado periodismo de investigación cultural en los periódicos y yo podía dedicarme a documentarme y rastrear la huella de estas travesías históricas. Los reportajes fueron apareciendo en el periódico, pero llegó un momento en el que fue imposible seguir haciendo un trabajo riguroso y dejé de publicar la serie. El problema del periodismo es que se ha entretenido en banalidades, en una lectura superficial de su época, en el espectáculo de la mediocridad que nos domina. Yo tuve que dejar de escribir esa serie por no contar con las condiciones mínimas que requiere un trabajo riguroso. Creí que desde la edición andaluza de El Mundo era posible contar otra Andalucía, pero no pudo ser. Ahora esa edición andaluza ha desaparecido y el relato que de Andalucía se hace en ese periódico es el mismo que hacían los viajeros de fuera: superficial y lleno de tópicos. Sinceramente creo que el periodismo podría salvarse del naufragio variando la brújula. Ese buen periodismo que tantos lectores están deseando leer.