Cañones medievales
El cañón traspasó las fronteras de China y no tardó en reforzar las cortes de Occidente. Si en el gigante asiático la pólvora se empleaba también para fines no militares, en Europa nunca se consideraron otros usos que no fueran los bélicos. Su rápida prop
Los historiadores actuales coinciden de forma unánime en que el cañón fue inventado en China. Sin embargo, es curioso que los primeros vestigios de esta pieza de guerra sean escasos o inexistentes en las tierras que median entre China y Europa. En Irán y Asia central no encontramos pruebas de la existencia de armas de fuego hasta finales del siglo XIV. En la India, las primeras referencias claras no aparecen hasta 1442, aproximadamente. En Oriente Medio y otras zonas islámicas occidentales, los primeros datos fiables son de las décadas de 1360 o 1370, si bien algunas pruebas indican que había cañones en Andalucía en la década de 1330. Las crónicas rusas no parecen incluir menciones fiables a armas de fuego hasta 1382. Tal como señala Thomas Allsen –y no existe mayor autoridad en transferencia tecnológica medieval en toda Eurasia–, “en el Occidente latino, las primeras pruebas incontestables de la existencia de armas de fuego datan de 1326, sorprendentemente un poco antes que en las tierras situadas entre China [...] y Europa occidental”.
Sabemos que los cañones nacieron en China porque sus crónicas, a diferencia de Europa, incluyen menciones a sus precursores. La lanza de fuego, su antepasado, apareció en el gigante asiático en los siglos X u XI y, como hemos visto, se cita una y otra vez en fuentes de siglos posteriores. Hemos seguido las diferentes fases de su desarrollo: las piezas hechas primero de bambú o papel y después de metal, así como el aumento de su letalidad gracias a proyectiles en lugar de chispas y llamas, hasta que acabó por convertirse en un cañón primitivo.
No se han documentado hechos similares en Europa. El cañón aparece totalmente formado hacia 1326. Según Joseph Needham, “los largos preparativos y los experimentos vacilantes se llevaron a cabo en China, y todo llegó al islam y Occidente desarrollado por completo, ya fuera la lanza de fuego o la bomba explosiva, el cohete o la pistola con cañón metálico y la bombarda”. Asimismo, mientras que las fórmulas de la pólvora cambiaban de manera considerable en China, con diferentes proporciones de los tres ingredientes –nitrato de potasio, sulfuro y carbón–, la variación de las recetas europeas es mucho menor. Esto demuestra la experimentación que tuvo lugar en China, donde la pólvora se utilizaba al principio como elemento incendiario y, más tarde, como explosivo y propulsor. Por el contrario, las fórmulas en Europa solo diferían levemente de las proporciones ideales para su uso como explosivo y propulsor, lo cual indica que esta fue introducida como una tecnología ya madura.
LA PÓLVORA EN EUROPA
El hecho de que la pólvora llegara a Europa ya formulada para usos militares
Algunas pruebas indican que había cañones en Andalucía en la década de 1330, tras los experimentos realizados en China
se refleja en que, en la mayoría de las lenguas del continente, la mezcla suele conocerse como un compuesto para cañones. Mientras que los chinos la denominaban “medicina de fuego” y estudiaron diversos usos, tanto militares como no militares, los europeos empezaron a utilizarla inmediatamente y de manera casi exclusiva en la guerra, por sus cualidades explosivas y propulsoras. Los orígenes chinos también quedan plasmados en algún que otro vestigio, por ejemplo, en el hecho de que un
El hecho de que los cañones viajaran de China a Europa en solo cincuenta años puede resultar misterioso
botánico andaluz se refiriera al nitrato de potasio como “nieve china”, mientras que en Persia se lo conocía como “sal china”. Según un experto en historia medieval europea, “la pólvora llegó [a Europa] no como un misterio ancestral, sino como una tecnología moderna bien desarrollada, de manera muy similar a los proyectos de “transferencia tecnológica” del siglo XX”.
El hecho de que los cañones viajaran de China a Europa en solo cincuenta años puede resultar misterioso. Inventos chinos anteriores –como la brújula, la imprenta y el papel– tardaron años en atravesar las estepas y los mares y echar raíces en el Viejo Continente. ¿Por qué se propagaron tan rápido los cañones? Curiosamente, los historiadores no han descubierto una ruta de transmisión clara. La mayoría coinciden en que los mongoles fueron el vector más probable o, siendo más precisos, las numerosas personas contratadas o protegidas por estos: soldados, artesanos y mercaderes. Pero lo que mejor explica la rapidez de la difusión de la pólvora quizá sea que tenía una aplicación militar evidente.
1320, LA FECHA CLAVE
Es muy posible que nunca sepamos con exactitud cuándo o cómo llegaron los cañones a Europa, pero lo que está claro es que sucedió hacia la década de 1320, que es el momento en que aparecen las primeras referencias inequívocas en fuentes europeas. La más famosa es una ilustración incluida en un manuscrito iluminado de 1326-1327: De nobilitatibus, sapientii et prudentiis regum [ Acerca del esplendor, la sabiduría y la prudencia de los reyes], de Walter de Milemete. En ella aparece lo que sin duda es un cañón con una gran flecha saliendo de él. Un hombre ha acercado un palo largo al fogón para prenderle fuego. Otra ilustración del mismo año es bastante similar y presenta un cañón, más oscuro y con la misma forma, que dispara un grupo de caballeros. De hecho, es posible que ambos fueran dibujados por el mismo artista, ya que las dos obras en las que aparecen son de Walter de Milemete.
Por la misma época en que se crearon los manuscritos de este autor, estas armas se mencionaban en un decreto del gobierno de Florencia (febrero de 1326) que encomendaba a las autoridades la producción de cañones de metal con fines defensivos. Un documento del año siguiente hallado en la zona de Turín dice que se pagó cierta suma “por la fabricación de un instrumento o artilugio creado por el fraile Marcello para la proyección de perdigones de plomo”. Al parecer, años después, dos caballeros alemanes utilizaron cañones en el sitio de Cividale del Friuli (1331).
Algunos indicios dejan entrever que los cañones eran desconocidos antes de la década de 1320, ya que, en 1321, un veneciano muy viajado confeccionó una exhaustiva lista con el arsenal que debía ser utilizado en una nueva cruzada en Tierra Santa, y no incluía armas de fuego. Por supuesto, la ausencia de pruebas no constituye una prueba de ausencia, y siempre cabe la posibilidad de que sean descubiertas nuevas fuentes, pero, por ahora, los expertos aceptan mediados de
la década de 1320 como la fecha en que empezaron a utilizarse los cañones en Europa.
ENTRE FRANCIA Y ALEMANIA
Estos se propagaron con rapidez. En 1341, la ciudad de Lille contaba con un “maestro de tonnoire” (un tonnoire era un cañón que disparaba flechas). En 1344, la ciudad alemana de Ehrenfeld tenía un maestro de armas de fuego ( Fürschutzen), al igual que Maguncia (Feueurschütze). En 1345, Tolosa disponía de dos cañones de hierro. En 1346, Aquisgrán poseía cañones de hierro forjado que disparaban flechas ( busa ferrea ad sagittandum tonitrum). Hacia 1348, la ciudad de Deventer tenía tres dunrebussen, o cañones, y Fráncfort contaba con cañones que lanzaban flechas ( büszenpyle).
Debido al ruido que emitían y a su capacidad letal, los cañones no tardaron en labrarse una fama de instrumentos infernales. Hacia 1344, Petrarca escribía:
¿Cómo eran esos primeros cañones europeos? Los del manuscrito de Milemete parecen jarrones ladeados y son bulbosos
“Me pregunto si vosotros tenéis también globos que son propulsados por la fuerza de la llama con el horrible sonido de un trueno. ¿No bastaba con la ira de un dios inmortal que bramaba desde el cielo que el pequeño ser humano –oh, crueldad unida al orgullo– debe rugir incluso en la Tierra? La ira humana pretende imitar al trueno, que no puede ser imitado [...] y aquel que ha de ser enviado desde las nubes es arrojado ahora desde un instrumento infernal”. Petrarca comparaba los cañones con la peste, virulenta y demasiado común. En 1344 escribía: “Esta peste era considerada un milagro hasta no hace tanto; ahora [...] es tan habitual como cualquier otro tipo de arma”. Si bien juzgaba el invento un tanto arrogante, otros lo consideraban francamente demoníaco. El inglés John Mirfield hablaba de “ese instrumento de guerra diabólico coloquialmente conocido como cañón”. Francesco di Giorgio Martini creía que el descubrimiento de los cañones y la pólvora no debía atribuirse “a actos humanos, sino diabólicos”. JARRONES LADEADOS Y BULBOSOS ¿Cómo eran esos primeros cañones europeos? Los del manuscrito de Milemete fechado en 1326-1327 parecen jarrones ladeados y son bulbosos, con un cuello estrecho. Otras referencias tempranas indican que esa forma era habitual. Un documento de 1338 señala que la ciudad de Ruan tenía un “jarro que disparaba flechas de hierro con fuego” ( pot de fer à traire garros à feu) y estaba equipado con nitrato de potasio y sulfuro “para que la pólvora disparara las flechas anteriormente mencionadas”. En aquella época, el término pot, tanto en inglés como en francés, hacía referencia a un objeto metálico con forma de urna o botella. De hecho, los alfareros o potters, como eran denominados en Inglaterra, figuraban entre los primeros y más destacados fabricantes de cañones.
No obstante, es difícil hacerse una idea clara de cómo eran los primeros cañones europeos, ya que han sobrevivido muy pocos, sobre todo en comparación con China, donde todavía se conservan muchos. Tal vez pueda atribuirse al hecho de que los cañones chinos casi siempre llevan una inscripción con la fecha, al contrario que los europeos, pero, al parecer, los primeros fabricados en Europa no se conservaron, probablemente porque no había tantos
Ha llegado hasta nuestros días un ejemplar europeo que pudo ser producido mucho antes de finales del siglo XIV: el cañón de Loshult
como en China. En los ejércitos Ming de finales del siglo XIV había unos 100.000 artilleros, al menos diez veces más que en Europa occidental en el mismo período. Mientras que existen docenas de cañones chinos que sin duda datan del siglo XIV, solo podemos situar de manera inequívoca un cañón europeo en ese siglo, y se ha fechado en 1399, lo cual es bastante tarde. Para entonces, este tipo de armas había experimentado un desarrollo considerable.
Ha llegado hasta nuestros días un ejemplar europeo que, según la mayoría de los expertos, fue producido mucho antes de finales del siglo XIV: el cañón de Loshult, bautizado así por la parroquia sueca donde fue desenterrado por un agricultor en 1861. Es pequeño, de solo nueve kilos, y corto, con treinta centímetros de longitud. Por tanto, es sorprendentemente parecido tanto en envergadura como en peso a los primeros cañones chinos, como el de Xanadú de 1298 (de unos seis kilos y treinta y cinco centímetros). Sin embargo, mientras que
Las saetas y bolas eran capaces de penetrar mucho mejor en capas de hierro del grosor de una armadura del medievo tardío que las flechas
los de Yuan son tubulares, su homólogo de Loshult tiene una forma parecida a los cañones que aparecen en la ilustración del manuscrito de Milemete.
El cañón de Loshult ha sido objeto de un considerable debate. Uno de los interrogantes es si disparaba flechas como los cañones de Milemete. Para averiguarlo, unos investigadores con iniciativa construyeron una réplica y la dispararon en un campo de tiro de Dinamarca, utilizando pólvora mezclada a partir de recetas medievales (pero con ingredientes modernos). Según descubrieron, el arma podía disparar tanto flechas como otros proyectiles –bolas de plomo, metralla y fragmentos de pedernal– y funcionaba sorprendentemente bien. Las saetas y bolas eran capaces de penetrar mucho mejor en capas de hierro del grosor de una armadura del medievo tardío que las flechas disparadas por arcos largos de estilo medieval. Además, era más precisa de lo esperado y podía alcanzar un blanco fijo desde doscientos metros. No obstante, los expertos creen que, con toda probabilidad, se utilizaba en distancias cortas, ya que el interior presenta surcos y arañazos profundos, lo cual indica que disparaba metralla, que era imprecisa pero letal.
No todos los cañones europeos incipientes eran similares al de Loshult, esto es, cortos y con aspecto de jarro. Algunos se asemejaban a la lanza de fuego china: un tubo de metal con una cavidad en la parte posterior para adosar una culata de madera, que se utilizaba para sostener el arma y apuntar. Por ejemplo, el cañón de Tannenberg, fechado en 1399, era de esta clase e incluía el atacador de madera, pero se desintegró al quedar expuesto al aire.