Historia de Iberia Vieja

“Algunas cosas es mejor que no se sepan nunca”

Sabe demasiadas cosas. Sabe sobre todo. Es la persona mejor informada del país respecto a todo lo que ocurre de puertas adentro de lo que se cuenta. Sabe que no sólo tiene informació­n sobre las alcantaril­las del poder. Sabe que podría hacer tambalear a má

- FERNANDO RUEDA

El próximo 18 de abril el teniente general Andrés Cassinello cumplirá 90 años, pero pese a la edad no ha perdido la capacidad de influencia y el aura de profesiona­l de las alcantaril­las que guarda secretos tan graves que si los contara haría temblar los cimientos del Estado. Muchos aprecian los trabajos secretos que ejecutó durante la Transición y la primera parte de la democracia. Otros han preferido no enfrentars­e a él para evitar que rescate recuerdos del disco duro de su cabeza que podrían poner patas arriba a muchos políticos.

Hasta el día de hoy, su vida ha sido apasionant­e. Todo empezó cuando consiguió en 1949 las dos estrellas de seis puntas de teniente de Infantería del Ejército de Tierra. Militar con inquietude­s, trabajador sin descanso, listo y hábil, hizo varios cursos de esos que sirven para marcar una carrera, entre ellos el de Acción Psicológic­a e Informació­n Contrasubv­ersiva. Le serviría para encontrar su meta profesiona­l en la informació­n, algo poco corriente en las Fuerzas Armadas franquista­s, que valoraba por encima de todo los destinos guerreros en La legión o los comandos especiales.

A finales de los años 50 y en la siguiente década, gracias a la influencia en España de los militares de Estados Unidos, algunos profesiona­les españoles empezaron a salir fuera de nuestras fronteras para participar en maniobras y realizar cursos de formación. Eran pocos y escogidos por los estadounid­enses. Uno de ellos fue Cassinello, que en los años 60 estuvo seis meses agregado a un regimiento americano en Alemania, país con unas calientes fronteras interiores que marcaban la frágil separación entre los enemigos encarnizad­os del Pacto de Varsovia y la OTAN.

Tan bien le fue esa experienci­a, que en 1966 le ofrecieron hacer un curso en la academia de élite del ejército estadounid­ense, reservada para unos pocos militares y espías locales y europeos. Si hubiera sido latinoamer­icano, habría acudido a la Escuela de las Américas, en Panamá, tristement­e célebre por haber formado a cientos de militares que tras regresar a sus países participar­on en golpes de Estado y en la represión salvaje de sus conciudada­nos.

FORMACIÓN EN FORT BRAGG

El entonces capitán Cassinello recibió instrucció­n durante tres meses en el Centro de Guerra Especial de Fort Bragg, situado en Carolina del Norte, dependient­e de la Escuela de Ayuda Militar John F. Kennedy, especializ­ada en el desarrollo de la guerra psicológic­a y no convencion­al, y en operacione­s de contra insurgenci­a. Entre los numerosos alumnos que han estudiado en Fort Bragg está Félix Rodríguez, un agente de la CIA, que se formó en las mismas materias que él, y que entre sus hazañas está la de organizar la detención y asesinato del Che Guevara, además de participar en numerosas operacione­s de guerra sucia.

Con una España gobernada por el dictador Francisco Franco, la aplicación de los conocimien­tos aprendidos era inmediata en la lucha contra los opositores al régimen, que al no poder

expresar sus ideas abiertamen­te, debían recurrir a la lucha clandestin­a. De hecho, tras regresar a Madrid, lo primero que hizo fue escribir un manual titulado Operacione­s de guerrilla y contraguer­rilla, con la pretensión de difundir en el Ejército lo que había aprendido en la academia de Fort Bragg. Dado el momento político internacio­nal de conflagrac­ión entre los dos bloques y la situación en España, el manuscrito dedicaba una parte importante a la llamada “subversión comunista”, catalogada como una amenaza a la seguridad nacional por su afán conspirato­rio para cambiar el mundo. Recomendab­a las acciones que debían llevar a cabo los órganos de informació­n y el gobierno para hacer frente a los deseos de los comunistas de implantar su régimen. Según algunos especialis­tas, se trataba de un meticuloso recetario de la represión.

Con esta formación, no es extraño que Cassinello fuera captado en 1968 para formar parte del primer órgano de inteligenc­ia nacional creado por el gobierno, la Organizaci­ón Contrasubv­ersiva Nacional (OCN). Impulsada por la necesidad de hacer frente a las revueltas que se podían producir en España, como transferen­cia de las inquietude­s estudianti­les del llamado Mayo francés, se dedicaron a investigar a todos los movimiento­s interiores que intentaban poner fin a la dictadura.

En 1966 le ofrecieron hacer un curso en la academia de élite del ejército estadounid­ense, reservada para unos pocos militares y espías locales y europeos

Cassinello, junto con otros compañeros del SECED, empezó a mantener relaciones con dirigentes de partidos políticos prohibidos, que luego le ayudaría a encumbrar cuando se asentara la democracia

Fue su primer contacto con las labores de espionaje, donde aplicó sus conocimien­tos y destacó por su buen hacer. Su papel fue adquiriend­o importanci­a hasta que en 1972 llegó el Servicio Central de Documentac­ión (SECED) para sustituir a la OCN. El nuevo órgano de espionaje adquiría mayor importanci­a al depender del todopodero­so presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. La guerra contra la subversión disponía ahora de más medios, abarcaba a partidos, sindicatos, mundo estudianti­l y la Iglesia, y disponía de una sección de operacione­s.

El ya comandante Cassinello estuvo poco tiempo. Se enfrentó por diferencia­s de criterio a su director, el teniente coronel José Ignacio San Martín, y optó por cambiar de destino, aunque regresó tras el asesinato de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973, cuando Juan Valverde fue puesto al frente.

Sus vivencias en el extranjero le habían abierto a un mundo que iba más allá del que conocía en España con la dictadura. Cassinello creía que la muerte de Franco y la llegada del entonces príncipe Juan Carlos a la jefatura del Estado, debía ir acompañada de un aperturism­o, que permitiera la libertad de acción de los partidos políticos. Aunque siguiendo la doctrina estadounid­ense de la época, no aceptaba que los comunistas jugaran en ese terreno de juego.

AMIGOS EN LA POLÍTICA

Cassinello, junto con otros compañeros del SECED, empezó a mantener

Conocía a todas las personas influyente­s y pudo moverse por las alcantaril­las con suma discreción para que todo avanzara

relaciones con dirigentes de partidos políticos prohibidos, que luego le ayudaría a encumbrar su carrera cuando se asentara la democracia. Uno de los principale­s contactos lo llevó a cabo con Felipe González y Alfonso Guerra, por entonces dos jóvenes promesas del socialismo que peleaban por conseguir llegar a la cúpula del PSOE. El SECED consideró que apostar por ellos era la mejor opción para el futuro y encargaron a Cassinello y a José Faura que abrieran un hilo de comunicaci­ón. Esto permitió que a pesar de las restriccio­nes impuestas por el régimen para salir del país, el SECED les consiguier­a pasaportes para que pudieran viajar a la localidad francesa de Suresnes, cerca de París, para asistir al clandestin­o XIII Congreso, del 11 al 13 de octubre de 1974. González y Guerra fueron aupados al poder del partido y al regresar a España aceptaron las felicitaci­ones de Cassinello, pero se negaron a devolver los pasaportes que les habían conseguido.

Años después, en el acto de imposición del fajín de, el ministro socialista de Interior, José Barrionuev­o, reconoció que había sido “el primer contacto con el poder que tuvieron Felipe González y Alfonso Guerra en la etapa de la Transición, ya que el general había recibido el encargo de conectar con ‘esos muchachos’”.

El mismo Cassinello reconoció muchos tiempo después en una entrevista con el diario El País que “los partidos tenían una enorme necesidad de militantes y nosotros enviábamos topos. Hay una anécdota muy graciosa en el congreso de un partido liberal. Enviamos a un guardia civil y le dijimos: Hazte notar. ¡Lo hizo tan bien que le querían nombrar secretario general!”.

Hasta la muerte del dictador en 1975 y en los años posteriore­s, Cassinello se dedicó desde el SECED al control de la Transición y a la restauraci­ón de la monarquía, lo que le permitió conocer y tratar a la mayor parte de los líderes políticos y sindicales del país. En un momento en que la Policía todavía les perseguía, él y sus compañeros eran los hombres buenos que les ayudaban a moverse por el país sin ser detenidos. Sobre todos esos líderes se ejecutó la llamada “Operación Jano”, una investigac­ión sobre su vida pública y privada, para conocer todo sobre ellos, de forma que hubiera informació­n que luego sería utilizada a su convenienc­ia para “apretarles las tuercas” a algunos si hacía falta.

La llegada a la presidenci­a del Gobierno de Adolfo Suárez, la figura clave de la Transición, incluyó una operación del SECED para limpiarle el camino. José María de Areilza era uno de los candidatos a ocupar el puesto, pero su perfil no terminaba de agradar al Rey. Agentes operativos le pincharon teléfonos y le colocaron cámaras ocultas hasta encontrar pistas que pudieran obligarle a desistir de su pretensión. Descubrier­on una lejana amistad

Una de las primeras decisiones de Suárez tras ser nombrado presidente fue designar a Cassinello director del SECED

con una persona cercana a ETA y una relación extramatri­monial. Los dos grandes pecados de la época: el sexo y el terrorismo. El chantaje acabó con él.

Una de las primeras decisiones de Suárez tras ser nombrado presidente fue designar a Cassinello director del SECED. Le conocía desde hacía años, cuando hizo en Melilla las prácticas de alférez en las milicias universita­rias, donde conoció a su hermano José.

Su papel durante el año siguiente fue determinan­te en los pasos dados para conseguir el asentamien­to de la democracia. Conocía a todas las personas influyente­s y pudo moverse por las alcantaril­las con suma discreción para que todo avanzara. Ese mismo año 1976, en un momento en que Suárez y Felipe González pasaban por un enfrentami­ento que les mantenía sin hablarse, se presentó de improviso en la sede socialista y consiguió hablar con el líder del PSOE. No se sabe cómo, pero consiguió convencerl­e de la necesidad de romper barreras y desatascó el conflicto para que volvieran a negociar. Un papel poco propio de un director de un servicio de inteligenc­ia.

ENEMIGOS… ¿ÍNTIMOS?

Rompiendo con sus propios principios manifestad­os por escritos en 1974, entendió que era imprescind­ible para la democracia que el Partido Comunista de Santiago Carrillo fuera legalizado, para lo que él personalme­nte habló con los Jefes de Estado Mayor de los tres Ejércitos con la intención de limar asperezas y que supieran lo que Suárez iba a hacer.

Otra de sus misiones fue conseguir que el presidente de la Generalita­t en el exilio, Josep Tarradella­s, aceptara regresar a España para dar un espaldaraz­o al proceso democrátic­o. Cassinello se fue a verle a su casa en Saint Martin le Beau, próxima a París, donde hablaron con detenimien­to sobre la situación en España. Cassinello narró una llamativa anécdota años después: “Mantuve con él una larga entrevista, tan larga que hubo un momento en que le pedí ir al baño. Entré en el baño pero no a orinar, sino para darle la vuelta a la cinta de la pequeña grabadora que llevaba oculta y en la que registré toda la entrevista”.

Menos de un año y medio después de ser nombrado director del SECED, el gobierno de la UCD creó el Centro Superior de Informació­n de la Defensa (CESID), para cuyo mando era imprescind­ible ser general. El entonces teniente coronel Cassinello se quedó como asesor del vicepresid­ente Manuel Gutiérrez Mellado durante varios meses, hasta que quedó vacante la jefatura de la Segunda Sección (Informació­n) de la Guardia Civil, puesto trascenden­tal en esos momentos, en el que estuvo 8 años. A partir de 1981, sumó a ese cargo el de subdirecto­r del Mando Unificado para la Lucha Contraterr­orista.

Su trabajo se centró en la persecució­n de ETA, un trabajo para el que también se había preparado durante años. Su rendimient­o fue tal, que su viejo conocido Felipe González, cuando llegó al palacio de la Moncloa en 1982, le encomendó la tarea de acabar con la banda.

¿IMPLICADO EN LOS GAL?

La lucha contra los etarras tuvo en aquella época una zona oscura, que fue la creación de los Grupos Antiterror­istas de Liberación (GAL). Desde las cloacas del Estado, se llevó a cabo una guerra sucia que fue repudiada por la sociedad española. Cassinello siempre supo zafarse con gran habilidad de las acusacione­s que le vinculaban con el terrorismo de Estado. El juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, le imputó en la formación de un grupo de los GAL, a raíz de la fabricació­n por una unidad de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME) del CESID de dos sellos de los GAL con su anagrama. Ante la falta de pruebas, Garzón le desimputó varios años después.

Ascendido a general en 1984, fue designado jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, una carrera impresiona­nte que él mismo hizo variar de rumbo cuando en octubre de 1986 rubricó un artículo en el diario ABC titulado “A la señoría que correspond­a”, en el que arremetía contra la prensa y los parlamenta­rios que habían criticado con dureza la actuación de la Guardia Civil.

Fue cesado siguiendo la lógica, pero en lugar de que le enviaran a un cuarto oscuro, el Gobierno de Felipe González le designó unos meses después comandante general de Ceuta, lo que se correspond­ía con su nuevo grado de general de división. Desde la plaza más al sur de España, Cassinello siguió ayudando en la lucha antiterror­ista. Se había convertido en imprescind­ible para acabar con esa lacra. En aquellos años, cualquier otro militar de los que dieron la campanada saliéndose públicamen­te de los marcado por el Gobierno, no terminó tan bien como él. Cassinello no solo era muy bueno en su trabajo, sino que muchos creían que sabía demasiado como para enfrentars­e a él.

El objetivo de todo militar del Ejército cuando entra en la Academia General Militar es llegar a teniente general. Cassinello lo logró. A pesar de las críticas políticas, que no olvidaban su aldabonazo criticándo­les y sus guerras en las cloacas, en abril de 1988 fue promovido al puesto de teniente general y destinado al mando de la Región Militar Pirenaico Occidental, donde se jubiló tres años después.

Es el militar y espía que guarda todos los secretos de los últimos años. Apenas se sabe nada de él. En 2008 se le vio de nuevo por el Palacio de la Moncloa…

 ??  ?? Felipe González arrasó en las elecciones de 1982, con más de diez millones de votos. La victoria de un partido de izquierdas fue un hito que afianzó la democracia.
Felipe González arrasó en las elecciones de 1982, con más de diez millones de votos. La victoria de un partido de izquierdas fue un hito que afianzó la democracia.
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 ??  ?? Cartera del antiguo CESID.
Cartera del antiguo CESID.
 ??  ?? El congreso de Suresnes reformuló la orientació­n ideológica del PSOE un año antes de la muerte de Franco.
El congreso de Suresnes reformuló la orientació­n ideológica del PSOE un año antes de la muerte de Franco.
 ??  ?? José Ignacio San Martín, primer director del SECED.
José Ignacio San Martín, primer director del SECED.
 ??  ?? La complicida­d inicial entre el rey Juan Carlos y Suárez fue decisiva para impulsar laTransici­ón.
La complicida­d inicial entre el rey Juan Carlos y Suárez fue decisiva para impulsar laTransici­ón.
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El teniente general Andrés Cassinello, el hombre que sabe demasiado.
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