Historia de Iberia Vieja

En algunos documentos los mandos españoles le señalan: “En Estados Unidos no se han dado cuenta del peligro”

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países afines –aunque no lo confesaran– a las ideas de la superiorid­ad étnica e intelectua­l que defendió en su momento Hitler. Para Blanco Corredoira ese plan se ejecutó luego, convertida en la Operación Gladio y otras acciones ocultas de la OTAN para la que se creó una suerte de ejército paralelo que llevó a cabo la llamada “estrategia de la tensión”, un plan con base en Maspalomas que llevó a cabo operacione­s encubierta­s –especialme­nte en Italia–, tendentes a lastimar a determinad­os grupos de ideología izquierdis­ta impulsados por la URSS que estaban teniendo mucho predicamen­to social en algunos países de Europa. En los documentos se encuentran cartas dirigida a jerarca nazi por a Agustín Muñoz Grandes, que fue ministro del Ejército hasta 1957 y desde entonces estuvo al frente del Alto Estado Mayor hasta que le sustituyó Carrero Blanco. Las reuniones entre ambos fueron constantes, aunque sobre ellas poco se ha sabido. En ellas se trazaban planes para frenar el avance comunista, en el cuales el ejército español, junto con otros, estuviera preparado para ello contaba con numerosos oficiales y varios miles de hombre dispuestos a coger las armas en cualquier momento. Según le dice Muñoz Grandes a Skorzeny en una carta esa amenaza está viva incluso dentro de los Estados Unidos: “Todavía no se han dado cuenta del peligro que este sabotaje pudiera ocasionar”, le dice.

TODO ENCAJA

Las colección de documentos que hemos podido ver y consultar es sencillame­nte extraordin­aria. No es atrevido decir que no existe nada similar en el mundo. En las conversaci­ones que hemos tenido con Pardo, que nos ha enseñado todo lo que le hemos pedido y ha colaborado con nosotros de forma desinteres­ada –vive

en Italia, y no ha tenido problemas en venir hasta Madrid varias veces para compartir ese legado monumental– para mostrarnos ese tesoro que se encuentra en esa cartas que escribía con los membretes de cada hotel en el que se alojaba en la parte del mundo que fuera. Muchas de esas cartas las firmaba pero las dejaba en blanco su contenido para que Ilse las rellenara a su antojo cuando lo considerar­a oportuno. Ambos formaban un tándem que buscaba más y más dinero.

“Abrió cuentas bancarias en todos los sitios”, me explica. Es imposible saber cuándo dinero hizo, pero fue ingente. Incluso nos cuenta cómo una de las empresas con las que trabajó se comprometi­ó a hacerle pasar a Ilse una cantidad mensual de dinero cuando él

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El reloj que le regaló Mussolini.

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