La ruta de las ratas
Durante los últimos meses de la II Guerra Mundial, mientras los aliados iban devorando los kilómetros de territorio que les separaban de Berlín, muchos de los que hasta ese momento habían defendido a ultranza el nazismo comenzaron a prever una huida ante
Al término de la Segunda Guerra Mundial, los nazis iniciaron una desbandada general para la que contaron con el apoyo de diversos gobiernos e instituciones. El régimen franquista colaboró en la huida de los criminales. Fue una parada inexcusable en la “ruta de las ratas”.
Una de las tramas para sacar a los nazis y evitar que cayesen en manos de los aliados fue la que se llevó a cabo por parte de una supuesta organización secreta llamada ODESSA, formada por antiguos miembros de las SS, que pretendía organizar rutas de escape desde Alemania hacia otros destinos más seguros como Sudamérica. Para ello, debían contar con una serie de puntos intermedios y seguros, desde donde partir a destinos como Chile y Argentina, entre otros.
Otra fueron las denominadas “Rat Lines”, o ruta de las ratas. Estas vías de escape fueron establecidas en parte gracias a la colaboración de la Iglesia católica y, en concreto, a la intervención del obispo austríaco afincado en Roma Alois Hudal, uno de sus principales artífices. Las rutas también eran conocidas como “de los monasterios”, ya que, en su huida a través de Europa, los fugitivos pernoctaban en estos lugares para estar seguros.
El procedimiento fue muy similar al orquestado por ODESSA. A través de diversos puntos para hacer escala, los nazis iban recorriendo la distancia que les separaba de lugares seguros como España, desde donde, posteriormente y con identidades falsas, pasar a países principalmente sudamericanos y empezar allí una nueva vida.
Pero, ¿fue España un mero punto intermedio, una escala en el largo viaje de estos criminales, o tuvo a su vez su propia organización para salvar nazis? Tanto la trama gestada por ODESSA como la ruta de las ratas de Hudal, tomaron forma durante los últimos momentos de la contienda, cuando muchos militares nazis se encontraban prisioneros.
Sin embargo, la cooperación naziespañola para asegurar la huida de soldados y agentes nazis llevaba funcionando desde mucho antes. Tras la liberación de Francia y la pérdida de territorios en el norte de África, muchos nazis cruzaron la frontera de nuestro país, donde se les había dispuesto alojamiento, tal como recoge el 31 de octubre de 1944 la revista editada en el exilio Nuestra bandera. En sus páginas se denunciaba que
Meses antes de ODESSA y las “rat lines”, la conexión entre Alemania, España y los países sudamericanos ya estaba a pleno rendimiento
“la orientación actual de los beligerantes falangistas consiste en el terreno militar en actuar como islote de salvación para grandes grupos del Ejército nazi separados en el occidente europeo para la acción de los ejércitos aliados, así como actuar intensamente de auxiliares de las secciones de información y servicios del Estado Mayor Nazi. Prácticamente España está hoy convertida en el campo de organización de la provocación nazi que proyecta su actividad sobre la retaguardia de los ejércitos angloamericanos”.
De lo leído se deduce que los ejércitos alemanes destinados en Francia y África tuvieron en España el destino inmediato y seguro para no caer en manos aliadas, una vez tomados esos territorios. Aunque una publicación editada por españoles comunistas en México pudiera levantar recelos dado su marcado carácter antifranquista, otras publicaciones europeas también eran conocedoras de esta huida a España para una posterior reorganización.
El diario francés Combat no dudaba en expresar el temor por la presencia de contingentes militares nazis en nuestro país y la consiguiente entrada en combate, que podría cogerles desprevenidos. ¿Qué ocurriría si “estos germanos trataran de ir en auxilio de las guarniciones alemanas aisladas en el S.O. de Francia?”
En Inglaterra también se conocía esta retirada masiva de nazis hacia España y daban datos acerca de su entrada y recibimiento en la localidad de Puigcerdà y de cómo, para no levantar sospechas, los nazis habrían adoptado la apariencia de civiles, siendo alojados en hoteles y edificios controlados por el régimen de Franco.
Nuestra bandera aportaba un dato muy esclarecedor acerca de las intenciones alemanas en España, al afirmar que, al retirarse de Francia, “…los alemanes capturaron gran cantidad de objetos de valor, joyas y obras de arte que actualmente están negociando en España o enviando en barcos españoles a los países americanos”.
BERLÍN-MADRID-SUDAMÉRICA
Las afirmaciones realizadas por esta publicación ponen de manifiesto que, meses antes de que tramas como la ideada por ODESSA o las “rat lines” se pusiesen en funcionamiento, la conexión entre Alemania, España y diferentes países sudamericanos ya estaba funcionando antes aún de que finalizase la guerra.
Medios como Radio Moscú denunciaban que a través de España se estaban enviando importantes sumas de dinero a países sudamericanos, especialmente a Argentina, mientras que el diario londinense Daily Herald afirmaba que los nazis llegaban
a España e inmediatamente recibían “nombres y pasaportes españoles antes de proseguir a Argentina”.
Los viajes se realizaban a través de navieras españolas, controladas por capital alemán y estaban garantizadas “por la compañía Transatlántica española, que se halla en manos de los falangistas y tiene consejeros alemanes; los buques de esta compañía desembarcan en playas americanas, pública o clandestinamente, a gran número de estos agentes alemanes”. Simultáneamente a estos “envíos”, desde España se procedía al traspaso de enormes cantidades de dinero para ser depositados en bancos bonaerenses. Nuevamente una compañía naviera española, la “Aznar”, después de lograr los certificados de navegación aliados que les eximía del control norteamericano en la isla de Trinidad, era la encargada de trasladar ese dinero nazi hasta los bancos argentinos, y, en concreto, al Banco Franco-Italiano el cual, según Nuestra Bandera, estaba controlado por “fascistas italianos, falangistas, agentes del Vaticano y fascistas franceses”.
A medida que el desastre se cernía sobre el III Reich y tanto los soviéticos como los ejércitos de Inglaterra y Estados Unidos avanzaban estrechando el cerco sobre Berlín, esta vía de escape española cobraba mucha mayor importancia, intensificando
su actividad. En 1945 el entramado nazi ya estaba más que consolidado desde hacía meses en nuestro país y miles de agentes alemanes pululaban dentro de nuestras fronteras, preparando el terreno para acoger los restos del nazismo. España popular, el 29 de septiembre de 1944, aseguraba a propósito del número de agentes nazis que solamente en Madrid pasaba de 5.000, en Barcelona de 4.000, en Sevilla 2.000 y pico; en Málaga más de 1.500…
Estos agentes –muchos de la temida Gestapo– controlaban que tanto el capital alemán en España como la posible ruta de escape de sus camaradas estuviesen garantizados. Y para ello no dudaron en adiestrar a españoles para que les ayudasen en sus empresas.
Este servicio de espionaje españolnazi operaría en la Francia recientemente liberada por los aliados para poder sacar de Europa a cuantos nazis fuera posible.
Nuevamente el diario España Popular nos muestra que la existencia de este servicio fue “encomendado por Franco y los alemanes al general Moscardó, cuando este se hallaba al frente de la región militar de Cataluña”. La misión era clara: preparar y simular la muerte de aquellos nazis que, posteriormente, “resucitarían” dentro de nuestras fronteras y pasarían a ostentar una nueva identidad en espera de poder dar el salto a Sudamérica. Para tal fin, se llegaban a realizar entierros oficiales en Alemania para engañar a posibles informadores de los aliados. Algunos de estos alemanes eran más que conocidos por los redactores de España Popular, quienes el 30 de marzo de 1945 aportaban, entre otros datos, que “el coronel nazi Olaf Fickerl, que la prensa alemana dio por muerto, ha sido visto posteriormente en Barcelona con el nombre de Wilhem Kleinert, lo mismo el jefe del Estado Mayor de las Juventudes de Hitler, Helmut Moeckel, quien actualmente es huésped del jefe de los falangistas universitarios españoles, igual ocurre con otro sujeto llamado Robert Leitner, quien pasea por Madrid con el nombre de Georg Hanaver. Muchos de estos criminales nazis se hallan en España de tránsito hacia América Latina, en espera de que Franco y Falange les doten de pasaportes españoles y de algunos otros requisitos de seguridad. Prueba de ello es que los dirigentes de las tropas de asalto nazis Dufais Hans Eskedemann y Ernest Frink, que también dieron por muertos los alemanes, y que posteriormente aparecieron vivos y coleando en España, actualmente bajo falsos nombres españoles, están cumpliendo sus labores de espionaje y crimen en Buenos Aires”.
Faltaba saber cómo podrían salir todos estos agentes nazis hacia países americanos sin que los servicios secretos aliados, que también rondaban dentro de nuestras fronteras, no pudiesen sospechar acerca de la identidad de aquellos y poder así capturarlos y llevarlos hasta la justicia. La manera fue ideada de manera simple, pero resultó ser realmente eficaz: a bordo de los barcos españoles los agentes alemanes comenzaron a salir disfrazados de sacerdotes para no despertar recelos. El 30 de marzo de 1945, España Popular daba cuenta de aquella evasión y afirmaba que era tal el número de curas que llegaban a Sudamérica procedentes de España que “la gente que vive en los puertos españoles dice que parece que España se va a quedar sin sotanas”. Un poco más adelante, en la misma crónica, leemos que los supuestos curas eran “naturalmente agentes nazis dotados de pasaportes españoles y vestidos de frailes, que tratan de pasar de contrabando en los países de América…”.
Acabada la guerra en Europa, la red española para salvar a los nazis que
La misión era clara: preparar y simular la muerte de aquellos nazis que, posteriormente, “resucitarían” dentro de nuestras fronteras
Franco siguió dando largas para obstaculizar la investigación de los vencedores, que pretendían sentar en el banquillo a los criminales de guerra
aún permanecían en territorio alemán se encontraba funcionando a pleno rendimiento. Casi al mismo tiempo que ODESSA o el obispo Hudal empezaban a movilizarse, muchos alemanes conseguían escapar a través de España y acomodarse en destinos americanos. Sin embargo, a pesar de este éxodo, otros muchos alemanes optaron por quedarse en nuestro país, bien buscando la tranquilidad que les ofrecía el anonimato y la seguridad de un régimen afín al de la Alemania nazi, o, como se denunciaba en 1945, para proseguir sus actividades con el objetivo de un regreso del nazismo. ESPAÑA, ¿ORIGEN DE UN IV REICH? Según la prensa francesa de 1945, los nazis que optaron por quedarse en nuestro país habían establecido cuarteles de la Gestapo en diversos puntos de la geografía española y “de acuerdo con Franco y el Alto Mando Falangista, se ha encargado completamente la reorganización del servicio secreto español y de toda clase de organizaciones de sabotaje y espionaje montando para ello escuelas en Barcelona, Almería, Madrid, Badalona, Alicante y Gandesa”. El objetivo consistía en sembrar la discordia entre los aliados para poder, en un futuro, volver a situar al nazismo en el panorama internacional.
El 21 de abril de 1946, el diario Mundo Obrero se hacía eco de un manifiesto nazi editado clandestinamente en el que se afirmaba sin ningún tipo de tapujos que “en España se encuentran nuestros hermanos, en los que tenemos puesta nuestras mejores esperanzas”. Éstas se basaban en la presencia de una auténtica red de militares, agentes y miembros de la Gestapo, que Franco protegía a pesar de las investigaciones que las Naciones Unidas estaban llevando a cabo. Mundo Obrero se hacía eco de la negativa del dictador español, afirmando que “el embajador de Inglaterra ha hecho recientemente una gestión cerca del Gobierno franquista para pedirle información sobre la concesión de la nacionalidad española a 274 alemanes, la mayor parte de la Gestapo”.
Ante la presión a la que se estaba sometiendo al régimen de Franco, este seguía dando largas para entorpecer la labor de investigación de los vencedores, que pretendían sentar en el banquillo a los criminales de guerra, concediendo tan solo alguna extradición puntual.
En su libro La lista negra José María Irujo nos habla de una lista de 104 de estos agentes alemanes que fueron
¿Temía Franco una invasión aliada? ¿Por qué se instalaron academias de la Gestapo para formar sabuesos nazis entre los alumnos españoles?
reclamados por los aliados. Pero, como hemos visto, eran muchísimos más los que o habían pasado por España rumbo a otros destinos o se encontraban en nuestro país gozando de la tranquilidad del régimen franquista, a sabiendas de la protección que el mismísimo dictador les dispensaba.
Tan hábil fue la maniobra de distracción de Franco que en mayo de 1946 aún existía un gran número de alemanes afectos al régimen nazi en nuestro país. El senador norteamericano Mac Neil, subsecretario de Estado en el Foreign Office, declaró ante la cámara de los comunes que en España quedaban en estas fechas “1.200 funcionarios alemanes, 440 agentes de espionaje”, sin contar con los numerosos alemanes que habían obtenido la nacionalidad española.
El New Chronicle iba más allá y el 9 de mayo de 1946 sostenía que “entre las fuerzas franquistas estacionadas en la frontera pirenaica, que constituyen una amenaza y una provocación hacia Francia, se encuentran numerosos técnicos alemanes, hoy dedicados al entrenamiento de tropas, pero que anteriormente han tomado una parte activa en la construcción de fortificaciones y emplazamientos de artillería a lo largo de los Pirineos”.
¿Por qué ese despliegue militar tan grande en la frontera francesa? ¿Por qué esos técnicos alemanes junto a las tropas españolas? ¿Temía Franco una invasión de los aliados? ¿Se trataba de un intento por revivir al nacionalsocialismo alemán de entre las cenizas gracias a la ayuda de España? ¿Por qué se instalaron academias de la Gestapo para formar futuros sabuesos nazis entre los alumnos españoles? ¿Qué fin se perseguía con la implantación de estos agentes alemanes en países sudamericanos?
Estas incógnitas quedaron sin respuesta, ya que por fortuna para el mundo y los que en él habitamos la delirante idea del nazismo, una vez derrotada en el campo de batalla, fue diluyéndose como un azucarillo en un vaso de agua. Aun así, quedaba la agria sensación de haber dejado escapar a cientos de fanáticos del régimen ideado por Adolf Hitler, miles de personas dispuestas a matar y morir por un ideal sanguinario y sin escrúpulos. Personas que acabaron sus días de manera tranquila, sin mostrar ningún tipo de remordimiento y tan solo alterados con las noticias que daban cuenta, de tanto en tanto, de detenciones de antiguos camaradas, ya ancianos, de sus años de locura, muerte y destrucción. Quedaba, además, la incertidumbre de saber si desde sus nuevos destinos, ya fuera desde países latinoamericanos como Argentina, Chile o Brasil o ya fuera desde la mismísima España, pudieran estos defensores del III Reich volver a ser capaces de construir un régimen tan terrorífico como el que había asolado a Europa en un delirio de destrucción y odio.