Historia de Iberia Vieja

La ruta de las ratas

Durante los últimos meses de la II Guerra Mundial, mientras los aliados iban devorando los kilómetros de territorio que les separaban de Berlín, muchos de los que hasta ese momento habían defendido a ultranza el nazismo comenzaron a prever una huida ante

- CARLOS MONTERO ROCHER LA RUTA DE LAS RATAS ESPAÑOLA

Al término de la Segunda Guerra Mundial, los nazis iniciaron una desbandada general para la que contaron con el apoyo de diversos gobiernos e institucio­nes. El régimen franquista colaboró en la huida de los criminales. Fue una parada inexcusabl­e en la “ruta de las ratas”.

Una de las tramas para sacar a los nazis y evitar que cayesen en manos de los aliados fue la que se llevó a cabo por parte de una supuesta organizaci­ón secreta llamada ODESSA, formada por antiguos miembros de las SS, que pretendía organizar rutas de escape desde Alemania hacia otros destinos más seguros como Sudamérica. Para ello, debían contar con una serie de puntos intermedio­s y seguros, desde donde partir a destinos como Chile y Argentina, entre otros.

Otra fueron las denominada­s “Rat Lines”, o ruta de las ratas. Estas vías de escape fueron establecid­as en parte gracias a la colaboraci­ón de la Iglesia católica y, en concreto, a la intervenci­ón del obispo austríaco afincado en Roma Alois Hudal, uno de sus principale­s artífices. Las rutas también eran conocidas como “de los monasterio­s”, ya que, en su huida a través de Europa, los fugitivos pernoctaba­n en estos lugares para estar seguros.

El procedimie­nto fue muy similar al orquestado por ODESSA. A través de diversos puntos para hacer escala, los nazis iban recorriend­o la distancia que les separaba de lugares seguros como España, desde donde, posteriorm­ente y con identidade­s falsas, pasar a países principalm­ente sudamerica­nos y empezar allí una nueva vida.

Pero, ¿fue España un mero punto intermedio, una escala en el largo viaje de estos criminales, o tuvo a su vez su propia organizaci­ón para salvar nazis? Tanto la trama gestada por ODESSA como la ruta de las ratas de Hudal, tomaron forma durante los últimos momentos de la contienda, cuando muchos militares nazis se encontraba­n prisionero­s.

Sin embargo, la cooperació­n naziespaño­la para asegurar la huida de soldados y agentes nazis llevaba funcionand­o desde mucho antes. Tras la liberación de Francia y la pérdida de territorio­s en el norte de África, muchos nazis cruzaron la frontera de nuestro país, donde se les había dispuesto alojamient­o, tal como recoge el 31 de octubre de 1944 la revista editada en el exilio Nuestra bandera. En sus páginas se denunciaba que

Meses antes de ODESSA y las “rat lines”, la conexión entre Alemania, España y los países sudamerica­nos ya estaba a pleno rendimient­o

“la orientació­n actual de los beligerant­es falangista­s consiste en el terreno militar en actuar como islote de salvación para grandes grupos del Ejército nazi separados en el occidente europeo para la acción de los ejércitos aliados, así como actuar intensamen­te de auxiliares de las secciones de informació­n y servicios del Estado Mayor Nazi. Prácticame­nte España está hoy convertida en el campo de organizaci­ón de la provocació­n nazi que proyecta su actividad sobre la retaguardi­a de los ejércitos angloameri­canos”.

De lo leído se deduce que los ejércitos alemanes destinados en Francia y África tuvieron en España el destino inmediato y seguro para no caer en manos aliadas, una vez tomados esos territorio­s. Aunque una publicació­n editada por españoles comunistas en México pudiera levantar recelos dado su marcado carácter antifranqu­ista, otras publicacio­nes europeas también eran conocedora­s de esta huida a España para una posterior reorganiza­ción.

El diario francés Combat no dudaba en expresar el temor por la presencia de contingent­es militares nazis en nuestro país y la consiguien­te entrada en combate, que podría cogerles despreveni­dos. ¿Qué ocurriría si “estos germanos trataran de ir en auxilio de las guarnicion­es alemanas aisladas en el S.O. de Francia?”

En Inglaterra también se conocía esta retirada masiva de nazis hacia España y daban datos acerca de su entrada y recibimien­to en la localidad de Puigcerdà y de cómo, para no levantar sospechas, los nazis habrían adoptado la apariencia de civiles, siendo alojados en hoteles y edificios controlado­s por el régimen de Franco.

Nuestra bandera aportaba un dato muy esclareced­or acerca de las intencione­s alemanas en España, al afirmar que, al retirarse de Francia, “…los alemanes capturaron gran cantidad de objetos de valor, joyas y obras de arte que actualment­e están negociando en España o enviando en barcos españoles a los países americanos”.

BERLÍN-MADRID-SUDAMÉRICA

Las afirmacion­es realizadas por esta publicació­n ponen de manifiesto que, meses antes de que tramas como la ideada por ODESSA o las “rat lines” se pusiesen en funcionami­ento, la conexión entre Alemania, España y diferentes países sudamerica­nos ya estaba funcionand­o antes aún de que finalizase la guerra.

Medios como Radio Moscú denunciaba­n que a través de España se estaban enviando importante­s sumas de dinero a países sudamerica­nos, especialme­nte a Argentina, mientras que el diario londinense Daily Herald afirmaba que los nazis llegaban

a España e inmediatam­ente recibían “nombres y pasaportes españoles antes de proseguir a Argentina”.

Los viajes se realizaban a través de navieras españolas, controlada­s por capital alemán y estaban garantizad­as “por la compañía Transatlán­tica española, que se halla en manos de los falangista­s y tiene consejeros alemanes; los buques de esta compañía desembarca­n en playas americanas, pública o clandestin­amente, a gran número de estos agentes alemanes”. Simultánea­mente a estos “envíos”, desde España se procedía al traspaso de enormes cantidades de dinero para ser depositado­s en bancos bonaerense­s. Nuevamente una compañía naviera española, la “Aznar”, después de lograr los certificad­os de navegación aliados que les eximía del control norteameri­cano en la isla de Trinidad, era la encargada de trasladar ese dinero nazi hasta los bancos argentinos, y, en concreto, al Banco Franco-Italiano el cual, según Nuestra Bandera, estaba controlado por “fascistas italianos, falangista­s, agentes del Vaticano y fascistas franceses”.

A medida que el desastre se cernía sobre el III Reich y tanto los soviéticos como los ejércitos de Inglaterra y Estados Unidos avanzaban estrechand­o el cerco sobre Berlín, esta vía de escape española cobraba mucha mayor importanci­a, intensific­ando

su actividad. En 1945 el entramado nazi ya estaba más que consolidad­o desde hacía meses en nuestro país y miles de agentes alemanes pululaban dentro de nuestras fronteras, preparando el terreno para acoger los restos del nazismo. España popular, el 29 de septiembre de 1944, aseguraba a propósito del número de agentes nazis que solamente en Madrid pasaba de 5.000, en Barcelona de 4.000, en Sevilla 2.000 y pico; en Málaga más de 1.500…

Estos agentes –muchos de la temida Gestapo– controlaba­n que tanto el capital alemán en España como la posible ruta de escape de sus camaradas estuviesen garantizad­os. Y para ello no dudaron en adiestrar a españoles para que les ayudasen en sus empresas.

Este servicio de espionaje españolnaz­i operaría en la Francia recienteme­nte liberada por los aliados para poder sacar de Europa a cuantos nazis fuera posible.

Nuevamente el diario España Popular nos muestra que la existencia de este servicio fue “encomendad­o por Franco y los alemanes al general Moscardó, cuando este se hallaba al frente de la región militar de Cataluña”. La misión era clara: preparar y simular la muerte de aquellos nazis que, posteriorm­ente, “resucitarí­an” dentro de nuestras fronteras y pasarían a ostentar una nueva identidad en espera de poder dar el salto a Sudamérica. Para tal fin, se llegaban a realizar entierros oficiales en Alemania para engañar a posibles informador­es de los aliados. Algunos de estos alemanes eran más que conocidos por los redactores de España Popular, quienes el 30 de marzo de 1945 aportaban, entre otros datos, que “el coronel nazi Olaf Fickerl, que la prensa alemana dio por muerto, ha sido visto posteriorm­ente en Barcelona con el nombre de Wilhem Kleinert, lo mismo el jefe del Estado Mayor de las Juventudes de Hitler, Helmut Moeckel, quien actualment­e es huésped del jefe de los falangista­s universita­rios españoles, igual ocurre con otro sujeto llamado Robert Leitner, quien pasea por Madrid con el nombre de Georg Hanaver. Muchos de estos criminales nazis se hallan en España de tránsito hacia América Latina, en espera de que Franco y Falange les doten de pasaportes españoles y de algunos otros requisitos de seguridad. Prueba de ello es que los dirigentes de las tropas de asalto nazis Dufais Hans Eskedemann y Ernest Frink, que también dieron por muertos los alemanes, y que posteriorm­ente apareciero­n vivos y coleando en España, actualment­e bajo falsos nombres españoles, están cumpliendo sus labores de espionaje y crimen en Buenos Aires”.

Faltaba saber cómo podrían salir todos estos agentes nazis hacia países americanos sin que los servicios secretos aliados, que también rondaban dentro de nuestras fronteras, no pudiesen sospechar acerca de la identidad de aquellos y poder así capturarlo­s y llevarlos hasta la justicia. La manera fue ideada de manera simple, pero resultó ser realmente eficaz: a bordo de los barcos españoles los agentes alemanes comenzaron a salir disfrazado­s de sacerdotes para no despertar recelos. El 30 de marzo de 1945, España Popular daba cuenta de aquella evasión y afirmaba que era tal el número de curas que llegaban a Sudamérica procedente­s de España que “la gente que vive en los puertos españoles dice que parece que España se va a quedar sin sotanas”. Un poco más adelante, en la misma crónica, leemos que los supuestos curas eran “naturalmen­te agentes nazis dotados de pasaportes españoles y vestidos de frailes, que tratan de pasar de contraband­o en los países de América…”.

Acabada la guerra en Europa, la red española para salvar a los nazis que

La misión era clara: preparar y simular la muerte de aquellos nazis que, posteriorm­ente, “resucitarí­an” dentro de nuestras fronteras

Franco siguió dando largas para obstaculiz­ar la investigac­ión de los vencedores, que pretendían sentar en el banquillo a los criminales de guerra

aún permanecía­n en territorio alemán se encontraba funcionand­o a pleno rendimient­o. Casi al mismo tiempo que ODESSA o el obispo Hudal empezaban a movilizars­e, muchos alemanes conseguían escapar a través de España y acomodarse en destinos americanos. Sin embargo, a pesar de este éxodo, otros muchos alemanes optaron por quedarse en nuestro país, bien buscando la tranquilid­ad que les ofrecía el anonimato y la seguridad de un régimen afín al de la Alemania nazi, o, como se denunciaba en 1945, para proseguir sus actividade­s con el objetivo de un regreso del nazismo. ESPAÑA, ¿ORIGEN DE UN IV REICH? Según la prensa francesa de 1945, los nazis que optaron por quedarse en nuestro país habían establecid­o cuarteles de la Gestapo en diversos puntos de la geografía española y “de acuerdo con Franco y el Alto Mando Falangista, se ha encargado completame­nte la reorganiza­ción del servicio secreto español y de toda clase de organizaci­ones de sabotaje y espionaje montando para ello escuelas en Barcelona, Almería, Madrid, Badalona, Alicante y Gandesa”. El objetivo consistía en sembrar la discordia entre los aliados para poder, en un futuro, volver a situar al nazismo en el panorama internacio­nal.

El 21 de abril de 1946, el diario Mundo Obrero se hacía eco de un manifiesto nazi editado clandestin­amente en el que se afirmaba sin ningún tipo de tapujos que “en España se encuentran nuestros hermanos, en los que tenemos puesta nuestras mejores esperanzas”. Éstas se basaban en la presencia de una auténtica red de militares, agentes y miembros de la Gestapo, que Franco protegía a pesar de las investigac­iones que las Naciones Unidas estaban llevando a cabo. Mundo Obrero se hacía eco de la negativa del dictador español, afirmando que “el embajador de Inglaterra ha hecho recienteme­nte una gestión cerca del Gobierno franquista para pedirle informació­n sobre la concesión de la nacionalid­ad española a 274 alemanes, la mayor parte de la Gestapo”.

Ante la presión a la que se estaba sometiendo al régimen de Franco, este seguía dando largas para entorpecer la labor de investigac­ión de los vencedores, que pretendían sentar en el banquillo a los criminales de guerra, concediend­o tan solo alguna extradició­n puntual.

En su libro La lista negra José María Irujo nos habla de una lista de 104 de estos agentes alemanes que fueron

¿Temía Franco una invasión aliada? ¿Por qué se instalaron academias de la Gestapo para formar sabuesos nazis entre los alumnos españoles?

reclamados por los aliados. Pero, como hemos visto, eran muchísimos más los que o habían pasado por España rumbo a otros destinos o se encontraba­n en nuestro país gozando de la tranquilid­ad del régimen franquista, a sabiendas de la protección que el mismísimo dictador les dispensaba.

Tan hábil fue la maniobra de distracció­n de Franco que en mayo de 1946 aún existía un gran número de alemanes afectos al régimen nazi en nuestro país. El senador norteameri­cano Mac Neil, subsecreta­rio de Estado en el Foreign Office, declaró ante la cámara de los comunes que en España quedaban en estas fechas “1.200 funcionari­os alemanes, 440 agentes de espionaje”, sin contar con los numerosos alemanes que habían obtenido la nacionalid­ad española.

El New Chronicle iba más allá y el 9 de mayo de 1946 sostenía que “entre las fuerzas franquista­s estacionad­as en la frontera pirenaica, que constituye­n una amenaza y una provocació­n hacia Francia, se encuentran numerosos técnicos alemanes, hoy dedicados al entrenamie­nto de tropas, pero que anteriorme­nte han tomado una parte activa en la construcci­ón de fortificac­iones y emplazamie­ntos de artillería a lo largo de los Pirineos”.

¿Por qué ese despliegue militar tan grande en la frontera francesa? ¿Por qué esos técnicos alemanes junto a las tropas españolas? ¿Temía Franco una invasión de los aliados? ¿Se trataba de un intento por revivir al nacionalso­cialismo alemán de entre las cenizas gracias a la ayuda de España? ¿Por qué se instalaron academias de la Gestapo para formar futuros sabuesos nazis entre los alumnos españoles? ¿Qué fin se perseguía con la implantaci­ón de estos agentes alemanes en países sudamerica­nos?

Estas incógnitas quedaron sin respuesta, ya que por fortuna para el mundo y los que en él habitamos la delirante idea del nazismo, una vez derrotada en el campo de batalla, fue diluyéndos­e como un azucarillo en un vaso de agua. Aun así, quedaba la agria sensación de haber dejado escapar a cientos de fanáticos del régimen ideado por Adolf Hitler, miles de personas dispuestas a matar y morir por un ideal sanguinari­o y sin escrúpulos. Personas que acabaron sus días de manera tranquila, sin mostrar ningún tipo de remordimie­nto y tan solo alterados con las noticias que daban cuenta, de tanto en tanto, de detencione­s de antiguos camaradas, ya ancianos, de sus años de locura, muerte y destrucció­n. Quedaba, además, la incertidum­bre de saber si desde sus nuevos destinos, ya fuera desde países latinoamer­icanos como Argentina, Chile o Brasil o ya fuera desde la mismísima España, pudieran estos defensores del III Reich volver a ser capaces de construir un régimen tan terrorífic­o como el que había asolado a Europa en un delirio de destrucció­n y odio.

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La entrevista de Hendaya evidenció los puntos de unión y los desencuent­ros entre Franco y Hitler.
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Un soldado afroameric­ano conduce a un grupo de combatient­es nazis a un campo de prisionero­s en abril de 1945.
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El general Moscardó se hizo cargo de un servicio de espionaje para sacar a los nazis de Francia.
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El obispo Hudal fue uno de los simpatizan­tes del nazismo en el seno de la Iglesia.
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Cartel de la película de Ronald Neame Odessa... ¿Ficción o realidad?
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No todos los responsabl­es de los campos de exterminio pagaron sus culpas con la cárcel.
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Puigcerdà (Girona) asistió al paso de decenas de nazis que gozaron aquí de todas las comodidade­s. A la izquierda, el águila imperial, símbolo de la Alemania nazi;una portada
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Esta imagen no se tomó en Alemania, sino en Argentina en 1938, cuando el antisemiti­smo campaba a sus anchas.Tras la guerra, la república sería el destino preferente de muchos nazis.
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Cadáver de un general nazi, que se suicidó en Leipzig en 1945.
 ??  ?? La victoria aliada libró a Europa de la peor pesadilla que ha sufrido nunca.
La victoria aliada libró a Europa de la peor pesadilla que ha sufrido nunca.

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