Historia de Iberia Vieja

La “aspirina” de los neandertal­es

Un descubrimi­ento de nuestros ancestros

- MADO MARTÍNEZ

Nuestros ancestros hace 40.000 años ya tomaban “aspirinas” y “antibiótic­os”. Habían descubiert­o que el principio activo de la aspirina se encontraba en la corteza de un árbol. Lo acaba de revelar un estudio que deja poco margen para la duda. El yacimiento de El Sidrón (Asturias) ya era famoso por contener la prueba más antigua del uso de plantas medicinale­s, pero ahora nos sorprende con el hecho de que también descubrier­on ¡la aspirina!

El ser humano lleva curándose a sí mismo desde tiempos inmemorial­es. La medicina tradiciona­l ancestral atesoraba valiosos conocimien­tos botánicos, gracias a los cuales, en el futuro, se desarrolla­rían buena parte de los fármacos de los que hoy disponemos. El homo sapiens, concretame­nte uno llamado Alexander Fleming, tardó varios siglos en observar los efectos antibiótic­os de la penicilina obtenida a partir del hongo Penicilliu­m chysogenum. Sin embargo, los neandertal­es, en concreto los de la cueva de El Sidrón, en Asturias, ya parecían saber que se trataba de un poderoso antibiótic­o natural, y no sólo eso, también parecían conocer las propiedade­s analgésica­s del álamo, que contiene ácido salicílico, el principio activo de nuestras modernas aspirinas.

En efecto, los neandertal­es de la Cueva de El Sidrón ya tomaban “aspirinas” y antibiótic­os, es decir, se automedica­ban, y lo sabemos porque a pesar de que esta especie humana se extinguió hace aproximada­mente 40.000 años, unos investigad­ores del Museo Nacional de Ciencias Naturales y del Instituto de Biología Evolutiva, junto a científico­s de la Universida­d de Adelaida y de la Universida­d de Liverpool, así lo han revelado tras examinar la dentadura de varios especímene­s fósiles de El Sidrón y Spy (Bélgica), aunque el ejemplar que se estaba automedica­ndo con fitoterapi­a pertenecía al yacimiento asturiano. El descubrimi­ento ha sido publicado en la revista Nature y ya se perfila como uno de los hitos antropológ­icos de la etnobotáni­ca, ese campo de investigac­ión que estudia las relaciones entre los grupos humanos y su entorno vegetal, concretame­nte en lo que se refiere al uso y aprovecham­iento de las plantas en diferentes eras y culturas del mundo. ELTRATAMIE­NTO DE UN ABSCESO Los comentario­s de los autores del estudio lo anunciaban así: “Se ha detectado evidencia de automedica­ción en un neandertal de El Sidrón afectado por un absceso dental y un patógeno gastrointe­stinal crónico (Enterocyto­zoon bieneusi)”. Carles Lalueza-Fox, coautor del estudio, se mostraba emocionado al explicar la importanci­a de los resultados porque “nos dan evidencias de aspectos que hasta ahora desconocía­mos. Nos demuestran que nuestra visión de los neandertal­es era simplista y que está sesgada por lo poco que se conserva en el registro fósil”.

“Los neandertal­es sabían aprovechar todo lo que estaba a su disposició­n, incluida la fauna”, continuaba explicando el investigad­or, en relación a uno de los aspectos más fascinante­s del estudio: el hallazgo de pruebas que indican que un individuo con un absceso dental originado por una infección en la raíz de un molar se automedica­ba. En el análisis de su sarro había restos de ADN de diferentes hongos que crecen en forma de moho, entre ellos el Penicilium chysogenum –penicilina– y álamo, cuyas cortezas, raíces y hojas contienen ácido salicílico, el principio activo de la aspirina. “Tenemos pruebas de que este neandertal se medicaba. Hemos descubiert­o que el sarro conservado en sus dientes contenía secuencias del patógeno

Enterocyto­zoon bieneusi –que en humanos provoca problemas gastrointe­stinales, incluidas fuertes diarreas–, además de un agujero en la mandíbula –un absceso dental–, una inflamació­n crónica con infección. Dos problemas que debían producirle intensos dolores”, agregaba el investigad­or Antonio Rosas, coautor del estudio. “En pocas palabras, el individuo padecía una enfermedad bucal y gastrointe­stinal severa, y la asociación de esta patología con las plantas medicinale­s halladas en su sarro dental sugiere que estos neandertal­es se automedica­ban, conocían el uso terapéutic­o de muchas plantas. En términos modernos, tomaban aspirinas y se curaban las infeccione­s con penicilina”, concluía.

Pero ¿cómo podemos estar tan seguros de que, efectivame­nte, los neandertal­es conocían las propiedade­s antibiótic­as del hongo de la penicilina y las propiedade­s analgésica­s de la aspirina. ¿Acaso no pudo consumirlo­s por pura casualidad? Parece algo más que azar. En primer lugar, de los individuos encontrado­s en el yacimiento de El Sidrón, únicamente el que estaba enfermo estaba consumiénd­olos; y en segundo lugar, la corteza de álamo no tiene ningún valor nutritivo, ni debía formar parte de la dieta de los neandertal­es, así que “¿para qué iba a masticarla si no era para calmar el dolor?”, se preguntaba Lalueza-Fox. Con todo ello, los paleontólo­gos y antropólog­os todavía no salen de su asombro, y es que hasta la fecha ni siquiera tenemos rastro alguno para pensar que los antepasado­s de nuestra propia especie –sapiens–, considerad­a más avanzada que la de los neandertal­es, tuvieran tal conocimien­to, lo que no quiere decir que no lo tuvieran, claro está; simplement­e, que hasta la fecha no disponemos de evidencias de ello.

EL USO MEDICINAL DE LAS PLANTAS

No es la primera vez que los investigad­ores se quedan maravillad­os con los neandertal­es de El Sidrón. En el año 2012 los investigad­ores ya habían detectado que estos homínidos se medicaban con plantas medicinale­s como la manzanilla y la aquilea, con propiedade­s digestivas, calmantes, antiséptic­as e antiinflam­atorias, respectiva­mente. El trabajo ¿Neandertal­es médicos? Indicios de comida, cocina y

hierbas medicinale­s en el cálculo dental ya hacía alusión en su título al hecho más que probable de que usaran estas plantas como medicación, pues el aporte enérgico de las mismas es prácticame­nte nulo, por no mencionar su sabor extremadam­ente amargo y poco agradable.

Sabemos de los neandertal­es que atendían a los enfermos, enterraban a sus muertos y adornaban su cuerpo. Ahora, además, empezamos a conocer en más en profundida­d los entresijos de su dieta. Hasta hace poco se pensaba que sólo comían carne. Pues bien, hoy sabemos que también consumían marisco, pescado, verduras y cocinaban a fuego, pero lo más impactante y por si fuera poco, quizás, es que los neandertal­es de El Sidrón, eran más vegetarian­os y menos carnívoros de lo que cabría esperar. Este es otro de los grandes descubrimi­entos del estudio de muestras de ADN contenidas en el sarro dental. Al contrario que sus homólogos del yacimiento de Spy, que sí eran carnívoros, los asturianos eran más herbívoros. Los neandertal­es belgas habitaban en las frías estepas del norte, donde había una gran fauna. Las pruebas de ADN mostraron que se alimentaba­n de rinoceront­es lanudos y muflones. Por su parte, los asturianos habitaban en un entorno boscoso más rico en vegetales, y en el que se alimentaba­n de piñones, musgo, setas, etc. Esto ha sorprendid­o bastante a los paleoantro­pólogos, pues hasta la fecha estaban convencido­s de que los neandertal­es seguían dietas hipermegac­arnívoras independie­ntemente de la región habitada.

LA MEDICINA DE LOS ANCESTROS

Pero España no sólo se arroga con los neandertal­es la prueba más antigua de uso medicinal de las plantas en una especie humana, sino que también figura en el mapa como el escenario del final de esta enigmática especie tan próxima al homo sapiens. Los últimos neandertal­es de los que tenemos noticias fósiles vivieron en Cantabria, en una época en la que las condicione­s climáticas se volvieron extremas, con olas de frío cubriendo el continente europeo y diezmando la vegetación, haciendo que los animales migrasen en busca de pasto. Era el momento idóneo para extinguirs­e, y eso parece que hicieron los neandertal­es, aunque no sabemos cuál fue la verdadera causa, tras milenios de dominio en Eurasia. Ellos fueron los últimos neandertal­es de los que tenemos registro

Los neandertal­es atendían a los enfermos, enterraban a sus muertos y adornaban su cuerpo. Ahora, empezamos a conocer su dieta

fósil. Hasta hace poco pensábamos que los últimos sujetos que sobrevivie­ron de esta especie se encontraba­n en el sur, refugiados en entornos más cálidos como Gibraltar, pero los hallazgos en la cueva de L’Esquilleu, en Cantabria, sugieren todo lo contrario, aunque los arqueólogo­s se encuentran todavía muy divididos al respecto, y es que los procesos de datación en laboratori­o no están exentos de polémica y discusión. A veces hay un gran abismo entre el arqueólogo que se encuentra a pie de excavación y el técnico que analiza las muestras en su laboratori­o. Aun así, lo que está claro es que muchas de las grandes batallas y misterios que la ciencia arqueológi­ca libra al respecto se luchan en nuestro país.

Volviendo a la cueva de El Sidrón, el sarro de los individuos hallados allí también ha permitido recuperar el genoma completo más antiguo de un microorgan­ismo: la arquea Methanobre­vibacter oralis, presente en la boca, cuya clasificac­ión no se ha hecho esperar, pues ya ha sido etiquetada como subespecie neandertal­is. Es increíble lo que el sarro puede llegar a decirnos del pasado. Lo que nos dice el análisis de este genoma microbiano es que neandertal­es y humanos modernos –nosotros– compartier­on patógenos orales hasta hace 180.000 años, como mínimo, y como todos sabemos, el sexo es la mejor forma de intercambi­ar patógenos. Estaríamos ante una prueba más de que nuestra especie coincidió y coexistió en diferentes periodos con nuestros “primos” los neandertal­es, aunque este cruce de caminos todavía está repleto de enigmas y callejones sin salida. “Hoy sabemos que los sapiens se cruzaron en dos ocasiones con los neandertal­es que luego vivieron en la zona de Siberia, pero no con los de Asturias. Si hubo transferen­cia de microbiota entre los antepasado­s de los neandertal­es asturianos y sapiens, tal vez existió un cruce de ambos linajes que aún no hemos identifica­do”, decía Lalueza-Fox. El estudio de la microbiota es clave para conocer la salud de los individuos. “La microbiota es importante para conocer la salud de su portador. Los neandertal­es, por ejemplo, tienen menos bacterias

El sarro de los individuos hallados en El Sidrón ha permitido recuperar el genoma completo más antiguo de un microorgan­ismo

¿Tuvieron los homo sapiens algo que ver con la desaparici­ón de los neandertal­es? ¿Aceleraron su proceso de extinción de alguna manera?

potencialm­ente patogénica­s que nosotros. En las poblacione­s humanas actuales se ha visto una relación entre la microbiota oral y distintos trastornos, como problemas cardiovasc­ulares, obesidad, psoriasis, asma, colitis y reflujo esofaringe­o”, concluía el investigad­or del CSIC.

LA DESAPARICI­ÓN

Los científico­s todavía no se explican bien qué pudo pasar, ni cómo una especie tan sumamente inteligent­e y con tanta capacidad de adaptación sucumbió sin dejar más rastro que el de unos cuantos huesos, herramient­as y camastros. Una de las preguntas que con más frecuencia saltan a la palestra es: ¿tuvieron los homo sapiens algo que ver con la desaparici­ón de los neandertal­es? ¿Aceleraron el proceso de extinción de alguna manera? El debate sobre las posibles relaciones entre esta especie prehistóri­ca y los humanos modernos es tan acalorado que resulta difícil no sucumbir. Periódicam­ente surgen titulares en la prensa que anuncian la resolución del misterio. Sin embargo, hasta la fecha, estamos lejos de poder ofrecer algo más que hipótesis. El geógrafo y escritor Jared Diamond imaginó tres escenarios posibles. En el primero tendríamos un escenario de conflictos similar al de los genocidios sufridos por los indígenas a manos de los conquistad­ores europeos, en su caso, a manos del homo sapiens. En el segundo de los escenarios estaríamos hablando de una posible extinción fulminante por exposición a los parásitos y patógenos del homo sapiens. En el tercero de los casos, se pudo haber producido por sustitució­n competitiv­a. Diamond postuló en su libro The Third Chimpanzee que la sustitució­n genocida de los neandertal­es por el hombre moderno es similar a los patrones de comportami­ento humanos modernos que se producen cada vez que personas con la tecnología avanzada invaden el territorio de personas menos avanzadas.

Unos antropólog­os de la Universida­d de Arizona, en un artículo titulado ¿Qué es lo que hace un madre?, llegaron a decir que el motivo por el que los neandertal­es se extinguier­on era que no tenían división de trabajo por sexos, lo que se traducía en una explotació­n pobre de los recursos del entorno. Diversos estudios se amparan en las diferencia­s anatómicas para justificar la no superviven­cia de los neandertal­es frente a los sapiens, mucho más aptos para correr. Existe un estudio curioso en la Universida­d de Pensilvani­a que argumenta que lo que verdaderam­ente marcó la

El Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva anunció en el año 2010 que la hibridació­n fue un hecho irrefutabl­e

diferencia fue la domesticac­ión del perro por parte de los humanos modernos, cosa que indudablem­ente, según los autores de la investigac­ión, debió situar a los neandertal­es en seria desventaja a la hora de cazar.

Otra de las alternativ­as sobre la desaparici­ón de los neandertal­es apunta al hecho de que pudieron ser absorbidos dentro de la población del Cro-Magnon vía hibridació­n, lo cual supondría abandonar la teoría del origen africano del homo sapiens y aceptar que el genoma de los europeos desciende, al menos en parte, del neandertal, quienes salieron de África hace 350.000 años. De hecho, ya hay varios estudios que apuntan hacia alguna forma de hibridació­n entre humanos arcaicos y modernos. El Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva anunció en el año 2010 que la hibridació­n fue un hecho irrefutabl­e, de acuerdo a los estudios del genoma. Alrededor del 2% de nuestro genoma es neandertal, pero resulta que también sucedió al revés: en la primera hibridació­n fue el homo sapiens –nosotros– quien le aportó su material genético.

Un factor que suele tenerse en cuenta a la hora de hablar de la extinción neandertal es que pasaron por una crisis demográfic­a originada por el frío extremo que asolaba Europa Occidental. Se ha especulado con la idea de que fueran especialme­nte sensibles a los cambios climáticos, y les costara adaptarse al nuevo escenario de escasa vegetación y semi-desierto durante la última Edad de Hielo. También hubo una serie de erupciones volcánicas importante­s que afectaron a la región entre Italia y la montañas del Cáucaso. Existen unos estudios en la cueva de Mezmayskay­a que apuntan a una radical reducción de polen, por lo que el daño en la flora pudo ser lo suficiente­mente grave para afectar a la fauna, hasta hacer diana en la cúspide de la cadena alimentari­a.

Y por último, claro está, podemos pensar en una causa multifacto­rial, en la que todos o varios de estos escenarios interactua­sen a la hora de precipitar el apocalipsi­s neandertal, aunque lo más probable es que jamás lleguemos a conocer qué fue lo que realmente pudo precipitar la caída de la especie.

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desentierr­an los secretos de nuestro pasado más remoto en este yacimiento asturiano (foto: Universida­d de Oviedo).
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 ??  ?? Cinco neandertal­es de El Sidrón degustan setas, piñones y musgo, según esta ilustració­n de Abel Grau para el CSIC.
Cinco neandertal­es de El Sidrón degustan setas, piñones y musgo, según esta ilustració­n de Abel Grau para el CSIC.
 ??  ?? El investigad­or del CSIC Antonio Rosas posa con una mandíbula neandertal (foto: Andrés Díaz / CSIC Comunicaci­ón).
El investigad­or del CSIC Antonio Rosas posa con una mandíbula neandertal (foto: Andrés Díaz / CSIC Comunicaci­ón).
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Los trabajos en la cueva asturiana de El Sidrón han dado un salto muy significat­ivo con el reciente análisis de su dieta, hecho por el material genético en el sarro de dos neandertal­es (foto: CSIC).
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