Historia de Iberia Vieja

El descubrimi­ento de la siesta

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UNA DE LAS COSAS más preciadas que Winston Churchill se trajo de Cuba fue la costumbre de echarse la siesta. No tuvo reparo en reconocer su nuevo hábito sino que, además, lo dejó reflejado en su libro Mis años mozos, describien­do su primera siesta en plena patrulla: “… se sirvió un guisado de carne y café a los componente­s del Estado Mayor, sentados alrededor de una mesa. Aquello era un picnic. A poco, el ayudante de campo del general exhibió una botella metálica en la que preparó una bebida, el nombre del brebaje sonaba algo así como “roncotel” (….) resultó excelente. Mientras tanto, habían sido tendidas algunas hamacas entre los árboles. Se nos invitó a que las ocupáramos. Los soldados se tendieron sobre el suelo, a la sombra, después de haber tomado, supongo, las precaucion­es militares del caso.Y todo el mundo durmió durante cuatro horas”.

Típicament­e española, esta costumbre arraigó tanto en Churchill que continuó haciendo la siesta durante el resto de su vida. Según contaba, dormir una siesta le permitía rendir mucho más que si solo dormía durante la noche. Tan aficionado era a esta costumbre tan española, que incluso el asesor militar Sir Hastings Ismay y el general Alan Brooke reconocier­on que celebraban sus reuniones a mediodía en el dormitorio de Churchill, cuando éste se había levantado de su siesta y aún estaba en pijama.

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