Historia de Iberia Vieja

El diseñador comunista del Toro de Osborne

A punto estaba de concluir el año 1997 cuando sucedía el que probableme­nte es el indulto más mediático de un toro en la España contemporá­nea. Un toro tan sui generis como aclamado, que no llegó a pisar la plaza. Y es que, que sepamos, nada tenían que ver

- JAVIER MARTÍN

NUEVE AÑOS ANTES, LA LEY GENERAL DE CARRETERAS ESTABLECÍA UNA NORMA QUE PROHIBÍA LAS PUBLICIDAD­ES JUNTO A LAS CALZADAS, por lo que fue eliminada la marca comercial y quedó solo la silueta del toro. Pero en 1994, la justicia fue más allá y el Reglamento General de Carreteras instó a su retirada por el peligro de distracció­n que suponía para los conductore­s. Parecía un hecho la desaparici­ón de uno de los emblemas populares de la España del tardofranq­uismo y la Transición. Sin embargo, tras la insistente presión por parte de la sociedad española, el Toro de Osborne fue declarado Patrimonio Cultural y Artístico: “Ha superado su inicial sentido publicitar­io y se ha integrado en el paisaje y debe prevalecer, como causa que justifica su conservaci­ón, el interés estético o cultural que la colectivid­ad le ha atribuido”, afirmaba dicha declaració­n.

El kilómetro 55 de la carretera Madrid-Burgos, en el año 1957, recibió el primero de los toros que, con el logo de una marca de brandy, en madera y de unos cuatro metros de alto, se iban a convertir en referencia turística de un tiempo (largo) y de un país. Apenas tres años después ya había medio millar más. Sin embargo, eso de la madera no daba muy buen resultado por la caprichosa meteorolog­ía de la Península. Así que unos pocos años después nacieron las actuales, y muy pesadas, chapas metálicas. En un primer momento, su altura era de siete metros y se encontraba­n ubicados muy cerca de la carretera. Cuando, en 1962, una normativa obligó a alejar las publicidad­es de las vías por donde circulaban los vehículos, se duplicaron sus dimensione­s, hasta los 14 metros, y se situaron a la distancia a la que los vemos hoy. Y, paso a paso, kilómetro de carretera a kilómetro, lo que comenzó siendo una simple promoción de una marca de brandy de jerez, devino en un auténtico símbolo nacional. Pero, ¿a quién debemos ese diseño que transforma­ría el paisaje español? Manolo Prieto era el nombre artista que desarrolló su diseño, y su biografía es al menos tan intensa como la de los toros que ornamentan nuestras carreteras.

“Me nacieron en el Puerto de Santa María un 16 de junio de 1912. Mi madre me contaba que en aquel momento pasaba por la esquina de mi casa una Procesión (…)”. Así describía Manolo su nacimiento en una brevísima autobiogra­fía que escribió en 1978, trece años antes de su muerte. Su precocidad

le llevó a trabajar como dibujante de un periódico local con tan solo 16 años. Y no tardó en mostrar una habilidad voraz es las más variadas disciplina­s creativas. Manolo concibió carteles, anuncios publicitar­ios, óleos, portadas de libros y llegó a ser uno de los mejores escultores de medallas del país. Sin embargo, el temperamen­to de su toro arrolló toda su obra anterior, hasta el punto de que él mismo lamentó al final de su vida que la celebridad del mismo hubiese arrasado con toda su demás obra. Prieto era e iba a ser siempre el escultor del toro que acompaña en sus viajes a los millones de españoles que, a partir de los años sesenta, empezaban a experiment­ar un fenómeno nuevo, el turismo masivo. Y lo más curioso es que la que fuera a partir de los años sesenta, en cierto modo, imagen icónica del tardofranq­uismo fue diseñada por un militante comunista, defensor de la Segunda República durante la Guerra Civil. En la guerra colaboró como dibujante en la revista del quinto Regimiento, Milicia Popular. Pese a su militancia republican­a, no le faltó trabajo tras el conflicto, al punto de convertirs­e en un diseñador de referencia, ser director Artístico de la agencia de publicidad Azor y recibir más de 40 premios nacionales e internacio­nales.

Pero la fuerza de un toro, el carisma robusto de la imagen que aparece dominando el paisaje, es lo que realmente ha hecho inmortal a Prieto. Porque la pupila de los que hayan viajado por las carreteras españolas en los últimos sesenta años tiene marcada a fuego su hechura apoteósica. Porque el toro de Osborne dejó de ser hace ya tiempo un logo. Hoy, 94 de ellos continúan vigilando las vías del país. Pero el toro de Manolo no se quedó quieto. México disfruta también de seis de ellos y ni el frío nórdico puede con la fortaleza de su perfil. Hasta Copenhague tiene uno.

LA QUE FUERA, EN CIERTO MODO, IMAGEN ICÓNICA DEL TARDOFRANQ­UISMO, FUE DISEÑADA POR UN DEFENSOR DE LA REPÚBLICA

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El diseñador delToro de Osborne, Manolo Prieto, trabajando en la agencia donde desarrolla­ba sus creativida­des.
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Manolo Prieto, además del celebérrim­oToro, diseñó carteles, medallas, anuncios publicitar­ios y centenares de portadas de libros.

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