Precursor del Nuevo Periodismo
Originario de Fairmont, un pueblo de granjeros de Carolina del Norte, Joseph Mitchell (1908-1996) se trasladó a Nueva York en 1929 para dedicarse al periodismo. Empezó como reportero de sucesos, casos judiciales y ecos de sociedad en diferentes periódicos y hasta para la Jefatura de Policía, donde entró en contacto con todas las variedades de la miseria humana, periodo que Mitchell consideró siempre como su auténtica escuela de vida, periodismo y literatura.
A PARTIR DE 1938, se hizo famoso en New Yorker por sus perfiles, que solía dedicar a gente ordinaria de las calles y barrios de Nueva York. Fue, además, un precursor de lo que más tarde se llamó Nuevo Periodismo, donde destacaron nombres tan importantes como Gay Talese, Tom Wolfe y Norman Mailer. Al igual que ellos, Mitchell combinó a la perfección de las técnicas del periodismo y la literatura. En ellos sobresale su oído para captar y reproducir las múltiples variedades del lenguaje callejero, y destaca su empatía, pues ninguno de estos personajes aparece ridiculizado sino que los trata en todo momento con sumo respeto y dignidad.
El más famoso de estos perfiles se lo dedicó a Joe Gould, reproducido en este libro. También resulta sensacional el dedicado al reverendo James Jefferson Davis Hall, predicador ambulante cuya misión en la vida era conturbar a la gente, asustarla para inculcarle el temor de Dios. Mitchell siente una especial atracción por los personajes extravagantes, peregrinos, como el hombre bienhablado, que vive entregado a la causa de combatir las palabrotas con unas tarjetitas en las que ponía: “Por mor del buen hablar y la decencia, absténganse de utilizar blasfemias y lenguaje obsceno y de expectorar en lugares públicos. ¿Usaría usted semejante lenguaje en su casa? Respete al prójimo. Liga Antiblasfemia”. Pero no todos los protagonistas de estos “perfiles” son grotescos. Mitchell sabe descubrir entre los ciudadanos anónimos a personajes que destacan por su desbordante humanidad. También muestra a los lectores aspectos menos conocidos de una ciudad tan inconmensurable como Nueva York.
Ameno y completísimo libro que puede servir para que la obra periodística de Mitchell ocupe el privilegiado lugar que le corresponde tanto en el mundo del periodismo como de la literatura. Su vida como periodista consistió en dar visibilidad y credibilidad al hombre de la calle, a los ciudadanos corrientes, a una serie de historias y costumbres que proceden de la realidad más real, la que está a ras de suelo, con unos personajes nada impostados y verosímiles, a pesar, en algunos casos, de su elaborada excentricidad.