El País Vasco en la Guerra Civil
En la Guerra Civil, “los de arriba” lucharon por sus propios intereses y se olvidaron de los ideales que teóricamente defendían, mientras cientos de miles de ciudadanos morían. La aparición de nuevos documentos certifica lo que los más críticos ya habían
Para escribir este reportaje es necesario partir de una premisa que no es objetiva pero sí es realista: el País Vasco son cuatro provincias, las tres evidentes (Guipúzcoa, Vizcaya y Álava) y Navarra. Una vez hecha esta aberración, hablemos de otra que sí que no tiene parangón: la Guerra Civil, un conflicto que mató a cientos de miles y dividió a familias y todo tipo de sentimientos. El conflicto nació tras un golpe de Estado encabezado por Francisco Franco y el general Emilio Mola en nombre de los “nacionales”, que se alzaron contra la República, instaurada en España en 1931.
El conflicto partió aquellas cuatro provincias en dos. Por un lado, Guipúzcoa y Vizcaya y por otro Álava y Navarra. Sin embargo, aquellas cuatro provincias estaban dominadas política y culturalmente por el PNV (Partido Nacionalista Vasco), de fuerte raigambre independentista, lo que tenía que haber situado a aquellas provincias del lado de la República, pero de marcado carácter católico, lo que las situaba más próximas a los nacionales. El lío se resolvió situando a la mitad a un lado y a la otra mitad a otro tras las primeras arremetidas, encabezadas principalmente por Mola. Sin embargo, en Burgos –en donde habían situado los sublevados su capital– confiaban en que las cuatro provincias tomaran partido
por los nacionales ya que esperaban que el fuerte sentimiento religioso y conservador del PNV acabaría siendo determinante, pero no fue así en los primeros meses de conflicto, aunque finalmente las cuatro provincias vascas cayeron, tras varios años de muerte y dolor, del lado de los nacionales debido a la decisión del PNV de rendirse, en lo que fue calificado como una traición.
EL PACTO DE SANTOÑA
El apoyo italiano a los sublevados –y al PNV– fue determinante para una decisión que no satisfizo a todos, aunque bien es cierto que el bombardeo de Gernika marcó un antes y un después en las negociaciones, ya que aquella brutalidad –fue el primer ataque aéreo masivo de la historia, apoyado y ejecutado por aviones
La Guerra Civil partió en dos las “cuatro” provincias vascas. Por un lado, Guipúzcoa y Vizcaya, y por otro Álava y Navarra
italianos– situó lejos la posibilidad de un acuerdo.
Del seno del PNV salieron posteriormente los movimientos abertzales, que tuvieron que justificar la decisión de los suyos de aliarse con Franco, tras la decisión del líder del PNV, José Antonio Aguirre, de situar a sus hombres –entre los que estaban los míticos gudaris– del lado de los “insurrectos”, progresando hacia Cantabria y Asturias, que habían caído del lado de los “nacionales”. El llamado Pacto de Santoña hizo que los republicanos se retiraran hacia Asturias y Cantabria, y aunque las condiciones de la rendición no fueron admitidas por Franco lo cierto en que en menos de un año las cuatro provincias vascas cayeron del lado de los rebeldes, que finalmente ganaron la guerra que se desató tras el Golpe de Estado y que provocó en el País Vasco decenas de miles de muertos.
Franco siguió calificando de traidoras a las dos pronvincias cuyas gentes no se sumaron a él y no asumió los fueros y privilegios que tenían las otras dos, que acabarían siendo más beneficiadas después del conflicto. Ahí nace el por qué Álava y Navarra son consideradas más “sumisas” y Guipúzcoa y Vizcaya más “rebeldes”: merced a sus potentes recursos económicos –basados en la minería y en una industria muy desarrollada– aquellas dos provincias constituían un “botín” más que importante para ganar la guerra.
El mencionado Pacto de Santoña fue la piedra angular que marcó el fin. Como tal se conoce al acuerdo que firmó el PNV con los mandos italianos que habían salido en apoyo de Franco. Precisamente, en Santoña se habían concentrado los batallones vascos tras la caída de Bilbao en manos de los insurrectos.
EL INTERLOCUTOR DE LAS NEGOCIACIONES: EL VATICANO
Para entonces, con la mediación del Vaticano ya se estaban llevando a cabo negociaciones para que las provincias
El llamado Pacto de Santoña fue la culminación de las negociaciones en las que el PNV, algunos de cuyos dirigentes habían apoyado el alzamiento, decidió “rendirse”
Los nuevos documentos demostrarían la existencia de acuerdos y negociaciones incluso antes de la Guerra Civil entre los nacionales y el PNV
vascas se situaran junto a Franco. “Tengo el honor de expresar a vuestra excelencia que los generales Franco y Mola, interrogados expresamente por este asunto, han hecho conocer ahora a la Santa Sede las condiciones de una eventual rendición inmediata de Bilbao: se empeñan en conservar intacto Bilbao, facilitarán la salida de todos los dirigentes, la completa garantía de que Franco respetará personas y cosas, libertad absoluta para los milicianos que se rindan con las armas… El Santo Padre exhorta a vuestra excelencia a tomar en atento y solícito examen dichas proposiciones con el deseo de ver finalmente cesar el sangriento conflicto”, se leía en un telegrama que mandaron desde el Vaticano, que poco después del inicio del conflicto se tornó en mediador entre ambos sectores, aunque el posicionamiento de la Iglesia fue claro y se colocó junto a los sublevados. La negociación había comenzado…
El Vaticano propuso la rendición de Bilbao y de los nacionalistas, oferta que el PNV siempre negó haber recibido
En el lado legal estaba el presidente del Consejo de Ministros, Largo Caballero, que siguió de cerca todas las negociaciones. Desde siempre se ha especulado con la posibilidad de que el líder del PNV, José Antonio Aguirre, fuera traidor o no. La investigación que ahora ha dado a conocer Carlos Olazabal Estecha, que ha tenidio acceso a todos los documentos, certificaría la traición de Aguirre, demostraría la existencia de acuerdos y negociaciones incluso antes de la Guerra Civil entre los nacionales y el PNV. Según esos documentos –recogidos en tres tomos editados por la Fundación Popular de Estudios Vascos– esas negociones secretas se dieron desde antes del alzamiento y certificarían la traición. Aunque bien es cierto que Olazabal es un miembro y político activo del PP, no es menos cierto que los documentos muestran una evidencia determinante de la posición del PNV, cuya cúpula, a espaldas de los suyos, tenía claro desde el principio su adhesión a Franco en contra de lo que siempre se ha pensado y dicho. El compendio informativo de los documentos revelados por Olazabal es espectacular.
LOSTÉRMINOS DEL PACTO
En esos documentos se certificaría el posicionamiento a favor de Franco y
La documentación que se encontraba en Italia, y que había estado “perdida” desde la Segunda Guerra Mundial, refleja hora a hora todo lo que ocurrió
Mola por parte del PNV. Como mucho, puede pensarse que los nacionalistas se mostraban neutrales ante la conspiración. Los documentos certifican que desde el inicio de la guerra –incluso antes– esas negociaciones existían y que el PNV compartía los deseos del Vaticano, pese a que unos y otros sabían perfectamente de los beneficios que tenía para el País Vasco el reciente estatuto de foralidad que se había adoptado poco después del comienzo de la guerra entre Aguirre y Mola, y que situaba al País Vasco en una posición más beneficiosa que otras regiones del país, circunstancia que se había conseguido durante la República –de hecho, el primer lugar en donde se proclamó en toda España fue en Eibar–,
Franco no aceptó la autonomía política, pero permitió la huida de sus dirigentes. Sólo tres oficiales del PNV fueron fusilados en la guerra
lo que colocaba al PNV en una posición compleja, ya que los documentos confirman que durante los meses previos algunos elementos nacionalistas participaban de la conspiración para llevar a cabo el alzamiento o, cuando menos, para mantenerse neutrales en el conflicto.
Las negociaciones alcanzaron un punto de inflexión cuando, en el invierno de 1937, el cardenal Gomá, que actuaba de puente entre unos y otros y que es la pieza clave de toda esta historia, propone en el nombre del Vaticano una iniciativa que se remite al PNV con la propuesta de la rendición de Bilbao y de los nacionalistas, oferta que el PNV siempre negó haber recibido. Ahora se sabe que dicha propuesta es real…, y se parece mucho a lo que pasó. En dicho texto, el Vaticano promete al País Vasco mantener los privilegios conseguidos anteriormente. La caída de Bilbao y la no destrucción de las infraestructuras económicas abrieron las puertas a un acuerdo futuro que en principio fue el llamado Pacto de Bilbao, que no deja de ser algo así como el anticipo del Pacto de Santoña.
EL ACUERDO DEFINITIVO
El 23 de agosto de 1937 uno de los negociadores viaja desde Santander a Biarritz –en el País Vasco francés– para ejecutar el acuerdo. Horas después, el propio Aguirre aterrizó a Biarritz en otro avión. Fueron horas tensas, en las que unos y otros no cumplieron todos los puntos del acuerdo. La documentación que se encontraba en Italia, y que había estado “perdida” desde la Segunda Guerra Mundial, refleja hora a hora todo lo que ocurrió y los intercambios de pareceres y opiniones de Franco y Mussolini.
Los documentos parecen confirmar que no había mucha sinceridad cuando se dice que los batallones vascos se rindieron in extremis en el Pacto de Santoña. Todo parecía mucho más prosaico, circunstancia que los documentos vienen a confirmar. Incluso como el propio Olazabal sostiene, “hubo elementos del PNV que financiaron el alzamiento de Franco”. El discurrir de los hechos reforzó las tesis anteriores: “Había miedo a la violencia anarquista en Guipúzcoa y al poder del socialismo en Vizcaya. Incluso llegó a proponerse que el País Vasco se convirtiera en una suerte de protectorado. El PNV de Guipúzcoa pactó sublevarse si lo hacían los carlistas, y mantenerse neutral y asegurar el orden público si lo hacían los militares. Cumplió en Álava y Navarra, pero no en Vizcaya y Guipúzcoa. El PNV quiere salvar las vidas de sus dirigentes en el exilio, la libertad de sus soldados y el reconocimiento del Estatuto. Franco no aceptó la autonomía política, pero permitió la huida de sus dirigentes. Sólo tres oficiales del PNV fueron fusilados en la guerra. Franco se tomó ciertas licencias con el nacionalismo vasco para acabar antes con la guerra, mientras el Vaticano y monseñor Gomá querían salvar a los nacionalistas católicos”, concluye Olazabal.
La Guerra Civil sacó a relucir las ambiciones de los poderosos. Mientras tanto, la gente moría en nombre de unas ideas en las que no creían los que alzaban la voz para defenderlas. No sé si ahora se sabe más sobre la historia de una traición, sé que se sabe más sobre el olor de la porquería…