Historia de Iberia Vieja

La cuna del Descubrimi­ento

El Descubrimi­ento de América cumple 525 años, y no está de más recordarlo. Huelva lo hace con un ambicioso programa que celebra el encuentro entre dos mundos y nos refresca la memoria sobre el papel que la provincia desempeñó en aquella gesta. Subid a est

- ALBERTO DE FRUTOS

Alos onubenses no se les podrá achacar nunca el pecado de la ingratitud ni el vicio de la desmemoria. Aclaman a sus héroes y velan por que la llama de su gloria no se extinga jamás. Toda la provincia es como una estancia en la que los ecos del pasado se restauran claros y precisos en el momento presente. La historia vive en Huelva. Late en sus calles y en sus plazas y rincones. Se interpreta, se explaya. Cuando se cumplen 525 años del Descubrimi­ento de América, varias institucio­nes y organismos, coordinado­s por la Diputación de Huelva, se han unido para reivindica­r la vocación americana de una provincia sin la cual no podríamos entender el feliz término del proyecto colombino.

A las afueras de la ciudad, en la Punta del Sebo, donde confluyen los ríos Tinto y Odiel, el Monumento a la Fe Descubrido­ra nos brinda una primera pista. Obra de una discípula de Rodin llamada Gertrude Vanderbilt Whitney, invoca a aquellos marineros –menos de cien– que se embarcaron en la incierta epopeya que daría con sus nombres en los brazos de la Eternidad. Desde 2011, una estatua de Colón, sita en la plaza de las Monjas de la ciudad, pone rostro al almirante que cambió el curso de la historia: estamos convencido­s de que en ningún otro decorado el genovés se sentiría más a gusto.

TIERRA DE SUEÑOS

Porque esa tierra le dio el impulso y la confianza que precisaba para cumplir sus sueños. Desde que en 1485 los franciscan­os le abrieran –¡tal vez!– las puertas del monasterio de La Rábida, Colón empezó a vislumbrar su meta. Era entonces un buscador de fortuna, un rastreador de inversores que había dilapidado su tiempo en Lisboa. Junto a su hijo Diego recaló en busca de amparo en este monasterio, a un cuarto de legua de Palos de la Frontera. Y los frailes le dispensaro­n algo más que cobijo: le dieron luz y le instaron a entrevista­rse con los Reyes Católicos para exponerles su plan.

El prestigio del mayor de los hermanos Pinzón en la comarca del Tinto-Odiel polarizó la voluntad de los marinos de la villa

¡Nunca tantos debieron tanto a tan pocos! Al “estrellero” fray Antonio de Marchena –a quien Colón pudo revelar su “secreto” en su visita de 1485– o a fray Juan Pérez, el hospedero que en 1491 limpió la hojarasca para que su huésped alcanzara a perfilar la senda más diáfana. Cuando los ánimos de éste flaqueaban en ausencia de naves y tripulante­s, el fraile le puso en contacto con un piloto palermo de gran ascendient­e en la villa: Martín Alonso Pinzón, persona suficiente y sabia en la mar, quien se comprometi­ó a montarle todo el tinglado tras la firma de las Capitulaci­ones de Santa Fe en abril de 1492. De nuevo, Palos de la Frontera. De nuevo, Huelva. Y, allá a su frente, el Nuevo Mundo.

UNA VILLA SE LEVANTA

El prestigio del mayor de los Pinzones en la comarca del Tinto-Odiel polarizó la voluntad de los marinos de la villa, reticentes al principio a esa temeridad y, eufórico y agradecido, Colón prometió a Martín repartirse con él las tierras que descubrier­an... si es que regresaban vivos. Fueron semanas excitantes, meses de preparativ­os, de miedo y esperanzas, hasta que el 3 de agosto de 1492 cerca de un centenar de hombres dijo adiós al puerto de Palos y sonrió a la esquiva fortuna. Antes de partir, se reunieron en la iglesia de San Jorge Mártir, en la que oraron y comulgaron “como culminació­n de los actos celebrados en honor de Nuestra Señora de los Milagros, patrona de Palos”, tal como subraya un azulejo en la plaza de ese templo.

“Y vine a la villa de Palos, que es puerto de mar, adonde yo armé tres navíos muy aptos para semejante fecho. Y partí del dicho puerto muy abastecido de muy muchos mantenimie­ntos y de mucha gente de la mar”, Cristóbal Colón dixit.

¿UN FINAL FELIZ?

Ya sabemos que la epopeya tuvo final feliz, o casi. Que la nave capitana Santa María encalló en un banco de arena cerca de la isla de Santo Domingo y que fue desguazada para construir el Fuerte Navidad. Que Martín Alonso Pinzón y su capitán mayor tarifaron, persuadido el segundo de que su amigo pretendía traicionar­lo. Que el palermo desembarcó primero en Bayona (Pontevedra), tras emprender el camino de vuelta el 6 de enero de 1493 y que en esa

localidad dio la primicia del Descubrimi­ento. Que más tarde, enfermo ya y desahuciad­o, zarpó a Palos, ciudad en la que Colón se personó el 15 de marzo de 1493, solo unas horas antes de que lo hiciera su compadre y tras un total de 225 días de travesía.

Y que Huelva siguió portando la antorcha de la curiosidad y la sed de aventura. Porque el manantial del Nuevo Mundo no se agostó con los viajes colombinos, que fueron incorporan­do a la Corona flamantes tierras y retos nuevos. De Huelva era Alonso Pérez Nizardo, que descubrió la isla Trinidad en el curso del tercer viaje de Colón. De Huelva fueron muchos de los tripulante­s de la Armada colonizado­ra de Ovando. De Huelva, “el Manquillo” que pilotó una nave en la conquista de México.

Y es que, tal como señalan los responsabl­es del programa sobre el 525 aniversari­o del Encuentro entre Dos Mundos, “la vinculació­n entre Huelva y América trasciende la mera vicisitud histórica marcada por el primer viaje colombino, hasta el punto de fijarse en la conciencia colectiva de todo un pueblo”.

Vayan, pues, a Palos, y visiten la iglesia de San Jorge Mártir, la casa de Martín Alonso Pinzón y el grupo escultóric­o en el que aparece junto a su hermano Vicente Yáñez, el capitán de La Niña. Vayan, sí, a Palos y acérquense al monasterio de La Rábida, frente al Muelle de las Carabelas, donde la V

 ??  ?? Corría el 3 de agosto de 1492 cuando Colón y sus hombres zarparon del puerto de Palos. Él no lo sabía, pero el reloj de la historia estaba a punto de marcar un nuevo inicio.
Corría el 3 de agosto de 1492 cuando Colón y sus hombres zarparon del puerto de Palos. Él no lo sabía, pero el reloj de la historia estaba a punto de marcar un nuevo inicio.
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 ??  ?? Sin Martín Alonso Pinzón, el Descubrimi­ento habría sido una quimera. Justo es reconocer su valía, al igual que la de la villa que lo vio nacer, Palos de la Frontera.
Sin Martín Alonso Pinzón, el Descubrimi­ento habría sido una quimera. Justo es reconocer su valía, al igual que la de la villa que lo vio nacer, Palos de la Frontera.
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El Museo del Prado alberga la obra Cristóbal Colón en el convento de la Rábida, de Eduardo Cano, en la que se dignifica el amparo de los frailes franciscan­os a la empresa del genovés.
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En esta recreación de las naves de Colón se reconoce la mayor envergadur­a de la Santa María, una carraca de tres palos propiedad de Juan de la Cosa, quien también formaba parte de la expedición.

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