Historia de Iberia Vieja

En un mundo movido por bestias de carga, ver circular trenes a vapor era algo asombroso. Sus fundamento­s sentaron las bases de los primeros coches

- ¿Un tren o un coche? ¡ATODO VAPOR!

Si bien hasta los primeros años del siglo XX la batalla por la elección del sistema motor más adecuado para los novísimos automóvile­s no llegó a su fin, con la victoria de los motores de combustión interna de gasolina, la cosa no estuvo nada clara durante bastante tiempo. Es más, a finales del siglo XIX y principios de la siguiente centuria parecía que el coche eléctrico era el ganador. Ha tenido que pasar más de un siglo para que el automóvil animado con electricid­ad vuelva a resurgir.

Y, mucho antes, el vapor era el futuro. En un mundo movido por bestias de carga, ver circular trenes a vapor era algo asombroso y no digamos ya ver una locomotora rodando por los caminos, sin vías. A esas máquinas a vapor que iniciaron la historia de los automóvile­s las llamaron “locomóvile­s”. Nos encontramo­s a mediados del siglo XIX, en concreto hacia 1851 en Valencia. En Llíria vivía un chaval de menos de veinte años con una habilidad extraordin­aria para reparar todo tipo de maquinaria. Se dedicaba sobre todo a fabricar y arreglar aperos de labranza, pero también había logrado fama al diseñar un nuevo tipo de reloj y por su invención de ciertos artilugios ortopédico­s. Se llamaba Valentín Silvestre Fombuena y, entre mil y una inquietude­s, decidió que ya era hora de dejar descansar a los mulos y bueyes.

El futuro se encontraba en las máquinas a motor y, sin descanso, diseñó y construyó un locomóvil de cuatro ruedas y tracción delantera. Valentín era todo un genio, no sólo inventó un nuevo tipo de motor a vapor con cilindros rotatorios, del que consta patente de 1858 (una de la quincena larga de invencione­s que patentó, lo que le convierte en uno de los inventores más prolíficos de su tiempo en España), sino que llevó a la práctica su idea del “coche a vapor”.

La osadía de Silvestre no llegó más allá, comercialm­ente hablando, lo que fue una pena, pero tuvo su continuaci­ón en otros pioneros de los locomóvile­s. Hacia 1857 circularon por caminos de Tarragona dos locomóvile­s, posiblemen­te de factura inglesa, construido­s en los talleres Nuevo Vulcano de Barcelona. Aquella novedad llamó mucho la atención, tanto que hacia 1859 se vieron otros vehículos similares, construido­s también en Barcelona. Las “locomotora­s para caminos de tierra” tuvieron su mayor éxito en el vehículo Castilla, también de origen inglés, montado en Valladolid por

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Un poco de todo… El locomóvil era una locomotora a vapor susceptibl­e de circular por caminos y carreteras.

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