Sus primeros trabajos consistieron en trasladar paquetes y cartas desde Madrid a San Sebastián o Pamplona
clandestinas era más bien escasa. El esfuerzo físico no le daba miedo, era escaladora y nadadora desde muy joven y había pertenecido al club Canoe. Aunque también estaba el problema de su corta edad. No la dieron una negativa, pero la dijeron que si era admitida la avisarían más adelante.
Mientras la contestaban, se fue con su madre a Zaragoza para celebrar las fiestas del Pilar y al regresar se encontró con una nota del espionaje francés para que acudiera a una cita.
En esta ocasión acudió a un piso clandestino en la calle San Bernardo de Madrid, donde las Fuerzas Francesas Libres había instalado una oficina clandestina. Le comunicaron que había sido admitida y empezaron a encargarla misiones sencillas, aquellas que debían servir para comprobar en la práctica si tenía las cualidades necesarias para trabajar en la clandestinidad.
Sus primeros trabajos consistieron en trasladar paquetes y cartas desde Madrid a San Sebastián o Pamplona, que tenía que entregar en puntos establecidos de encuentro. Previamente, los jefes del espionaje francés la habían fabricado documentación falsa en la que se leía que era mayor de edad y contaba con todos los parabienes de las autoridades para desplazarse dentro de España. En aquellos tiempos, para que Marina pudiera viajar era imprescindible que dispusiera de la autorización del jefe del edificio donde vivía, que siempre era un falangistas fiel al régimen, y que en su