La procesión de Juana con el ataúd fue aprovechada por Isabel para encerrar a su hija en Tordesillas bajo su supuesta locura
a la amenaza de no comer si había algo que la incomodaba. Eso, que tan normal es en adolescentes, fue en aquella época y en el contexto en el que vivió, considerado como un signo de locura. Desde un principio sus padres tuvieron claro que ella debería casarse con Felipe el Hermoso, pese a su supuesto “inferior” rango, pero aquella alianza significaba un azote contra Francia. Eso es lo que sus padres querían de ella. ¿Cómo no iba a protestarles? Encima, cuando ella viajó a Flandes para quedarse allí –se dice pronto, pero es terrible– a su partida no fueron a despedirla ni siquiera sus vendedores, es decir, sus padres, pese a que la corte que la protegía era de 15.000 hombres, que tenían que velar por ella y por los intereses de Castilla. Aún así, a Juana le atrajo aquel hombre y en cuanto lo conoció le abordó una intensa pasión que enamoró incluso a Felipe, que no quiso esperar los días que faltaban para casarse y tuvo que llamar a un sacerdote para que pudiera romper los votos y acostarse con ella. Poco a poco Juana fue dándose cuenta de que en Flandes despreciaban a los castellanos y se acercaban más a los sentimientos de Francia, es decir, justo lo contrario que ella representaba. Pero estaba loca de pasión por Felipe, que encima era un mujeriego de tomo y lomo que no hizo mas que despertar los temores y miedos de la joven, que se transformaron con el tiempo en celos. MADREY SECUESTRADORA Cuando Juana volvió a España tras tener sus primeros hijos, Isabel la Católica la retuvo por temor a que pusiera en riesgo su estrategia política. Madre e hija se enfrentaron una vez más, que ya Juana veía su retención como un secuestro. Su padre intervino para calmar a la niña, y entonces apareció un cura que firmó la sospecha de que Juana estaba mal de la cabeza.
Ahí nació la leyenda. Ahí nació Juana la Loca, porque hasta entonces era Juana