La imagen de la mujer acabó siendo la de casi enemiga del hombre, lo que propició un imaginario “de mujer amenazadora, por incomprensible y excesiva, inclasificable, cambiante y peligrosa”
La procesión de Juana con el ataúd fue aprovechada por Isabel para encerrar a su hija en Tordesillas bajo la supuesta locura de Juana. REMATADAMENTE NORMAL Y aún siguen: “Juana la Loca estaba rematadamente loca”, dice la psicóloga Alejandra Vallejo Nájera. Da la sensación de que ella se hubiera criado en una casa en la cual se ventilaban ideas trasnochadas. ¡Ah! Es la hija del psiquiatra Vallejo-Nájera. Su bisnieto Bosco decía hace poco en Twitter: “Mi abuelo creía que ser rojo era una deficiencia”, balbuceaba antes de repartir a diestro y siniestro contra los que no pensaban como él.
Vallejo-Nájera fue conocido como el Mengele español, ocupó diversos cargos de poder en la dictadura franquista y dejó su trabajo como investigador de la mente humana –que consideraba torcida sino se seguían los caminos dictados por una presunta normalidad que estaba dictada por la ideología, que era equivocada si no era la suya– porque le resultaban desagradables las luchas universitarias contra el poder impuesto en España. Ha demostrado que, a día de hoy, sigue existiendo herencia ideológica y que la aristocracia del poder económico sigue vigente. Seguramente, para ella están locas todas las mujeres que no acatan el poder del hombre y que si alcanzan cotas de poder y hacen en lo que creen están locas. Todavía existe un machismo social que repite errores del pasado y no caen en la cuenta de que Juana fue víctima de la sociedad, sus padres y su marido.
Juana no estaba loca. Loco estuvo el mundo en el que vivió. Y si alguien tiende a llamarla loca, puede ser por varias cosas: la permanencia en el error, pensar que las fuentes históricas no son interesadas, no haber evolucionado y seguir creyendo, sin que se acepte, que no acatar las normas impuestas es una falta a la estabilidad de la mente. Pero lo dicho: son ellos los equivocados.