El regicida cura Merino ganó la lotería?
EN 1763 CARLOS III instituyó un juego de azar a favor de hospitales y hospicios, que terminaría derivando en una tradición de gran arraigo popular. Pues bien, ochenta años después, Martín Merino, un sacerdote que daría mucho que hablar en España a mediados del siglo XIX, ganó un suculento premio de 5.000 duros en ese sorteo. Con el dinero desarrolló un negocio como prestamista en el que cobraba unos elevados intereses. Su nueva faceta le granjeó enemistades con sus deudores y especialmente con uno de ellos, también sacerdote. Para sofocar los ánimos, la autoridad eclesiástica lo trasladó a la iglesia de San Millán, de la que sería expulsado poco después.
Su carácter irascible ya le había causado problemas con la justicia, ya que en 1822 fue acusado de proferir insultos hacia Fernando VII. Pero el cura riojano entró en la Historia por el atentado frustrado contra la hija de este, la reina Isabel II, en 1852, por el que fue condenado a morir por garrote vil. Durante el interrogatorio señaló que su objetivo era “lavar el oprobio de la Humanidad, vengando la necia ignorancia de los que creen que es fidelidad aguantar la tiranía de los reyes” y, de camino al patíbulo, apuntó en referencia a la vestimenta que le habían dado: “Vaya dominó corto. No se parece a la túnica del César”. Su cadáver fue incinerado.