En realidad, Rocroi fue una disputada derrota española, magnificada por París para ensalzar el comienzo de una nueva era con Luis XIV
quedado caballería en el campo de batalla para apoyar a los tercios supervivientes, según La Moussaye el ejército francés hubiera sido aniquilado. Sin embargo Condé, no perseguido, pudo reagrupar a los suyos y volver a atacar a vida o muerte. Así, lanzó hasta tres asaltos, siendo todos rechazados. En ese momento llegó la reserva al mando de Sirot con la caballería francesa recuperada del ala izquierda. Con esas tropas Condé pudo rodear ahora totalmente al cuadro español y volver a atacarlo. Aquí Sirot nos da una versión ligeramente distinta cuando afirma que a su llegada él convenció a Condé para que se retirara y dio la carga final que rompió definitivamente el cuadro español. En cambio, La Moussaye dice que los españoles agitaron los sombreros para pedir rendirse, pero cuando Condé se acercó fue recibido a tiros, de modo que furioso, todo el ejército francés cargó por los cuatro costados matando a todos los españoles sin hacer prisioneros. Condé intentaría detenerles y los oficiales españoles se agarraron a él, no pudiendo impedir gran parte de la masacre, escena de la cual incluso existe un cuadro romántico de Heim. A decir de los galos allí estaba Fontaine en su litera dirigiendo la defensa y encontrando la muerte, pero ya hemos visto cómo éste murió al inicio de la batalla.
Todas estas escenas pertenecen a la leyenda de Rocroi y no a la realidad. Según fuentes españolas contemporáneas (Novoa y Orejón), los españoles se agruparon no en uno sino en dos cuadros. Habiendo muerto en combate Velandia y Villalba, sus tercios (el segundo apodado “el de la Sangre” por su elevado número de bajas) se aglutinaron con los de Garciez y Alburquerque (este mandado por Peralta). Contra Garciez los franceses llegaron incluso a colocar la artillería para destruir el cuadro, pero ni por esas éste cedió. Condé, urgido por la inminente llegada de Beck con 4.000 españoles de refuerzo, ofreció a Garciez rendirse pero manteniendo todas sus armas y cruzando toda Francia a pie hasta llegar a España, trato que éste aceptó. El segundo cuadro bajo Peralta, ya único superviviente del Ejército español, también aguantó los ataques pero aislado y rodeado de enemigos al final aceptó rendirse, pero esta vez sin armas y como prisioneros. Ambas rendiciones son confirmadas por el hallazgo de Sánchez Martin de los testimonios del padre González y Pellicer que recogen la llegada a Fuenterrabía desde Francia de 2.500 españoles derrotados en Rocroi, y la existencia en 1644 de 1.500 soldados todavía prisioneros bajo Mercader. Dichas rendiciones también son confirmadas por Gualdo Priorato indirectamente y por franceses contemporáneos como Monglat.
Dice la leyenda que cuando Condé preguntó a un prisionero español sobre cuántos soldados eran antes de la batalla, éste le respondió: “contad los muertos”. Sin embargo la realidad es que los muertos fueron parejos, marcando las diferencias únicamente el número de prisioneros De hecho, España pudo desviar parte de su ejército al Rhin para obtener una victoria aplastante en Tuttlingen ese mismo año sobre los franceses. Al final, la batalla de Rocroi, reducida a sus justos términos, fue una disputada derrota española, magnificada por París para ensalzar el comienzo de una nueva era con el reinado de Luis XIV, evaluación que comparten Sánchez Martin, Albi de la Cuesta, Stradling y Parrot, entre otros.