“La fama internacional de Mata Hari eclipsó a todas las demás, pero a lo largo de la historia ha habido miles de mujeres espías”
convirtió en un clásico y en 1975 se tradujo al polaco con el título Kobieta szpieg.
Según me explicó Domenec, con algunas de ellas tuvo una relación directa, inesperada.
¿Por qué un libro sobre las mujeres en el espionaje?
PPorque son las grandes desconocidas. A pesar de la fama internacional de Mata
RHari, que eclipsó a todas las demás, han existido miles de mujeres espías a lo largo de la historia, que con frecuencia han sido más eficientes que los hombres.
La condesa Lucy Hay de Carlisle, Belle Boyd, Harriet Tubman, la condesa Virgina de Castiglione, Mathilde Carré “la gata”, Gertrude Bell, Violette Szabo, la enfermera Edith Cavell… Ya en la Biblia Dalila o Rahab son ejemplos de mujeres que conspiraron o reunieron información para uno u otro bando.
Entre esas aventureras, que pusieron su talento y su vida al servicio de una causa en la que creían, destacan algunas españolas, como la cántabra Marina Vega de la Iglesia (ver Historia de Iberia Vieja, nº 149).
Pastor Petit relató una jugosa anécdota sobre estas fascinantes damas del espionaje. En 1980 escribió una obra de radioteatro, otra de sus ocupaciones, titulada La espía La Blonde en el Ebro, que se emitió en Radio 4 de Radio Nacional de España interpretada por Mercedes Sampietro y dirigida por Ricardo Palmerola (el maestro Yoda de Star Wars).
La Blonde era un enigmático personaje que Pastor Petit menciona en su libro Los dossiers secretos de la Guerra Civil. Trabajó de agente doble desinformando al bando nacional: “Hacia fines de diciembre de 1938, el SIPM –el Servicio de Información del bando nacionalista– llegó a tener conocimiento de que, efectivamente, Le Blonde había sido desenmascarado por el mando republicano y obligado a representar el papel que hemos visto. Según el informe reproducido, la intoxicación fue total desde el 25 de julio hasta el 26 de septiembre de 1938, con creciente escepticismo a partir de la última fecha y hasta diciembre de 1938. La comunicación por radio no se interrumpió, sin embargo, hasta el 25 de enero de 1939. Puede proponerse el siguiente balance: Dos meses de eficaces y corrosivas intoxicaciones a favor del Estado Mayor republicano y en perjuicio de los sublevados”.
Pues bien, el 20 de febrero de 1979, tal como recuerda en otra de sus obras, Espies catalanes (Portic, 1988), Petit recibió una llamada en su domicilio. Una voz enérgica de mujer anciana en perfecto catalán le dijo:
–Le ruego que no me haga preguntas. Yo soy La Blonde y no Le Blonde. Sepa, señor, que obré por amor cuando defendía a los “nacionales”, y por amor también cuando los engañé. Soy una mujer, no un hombre, y catalana, no francesa. Me hacía llamar Le Blonde, como si fuera un hombre y extranjero, para despistar mejor. El amor me hizo ver las cosas más claras; el amor y no la política. Mi hombre murió en un bombardeo. Todo lo hice por él. En este punto le interrogó Petit: –Espere. ¿Se refiere al agente que la, digamos, asimiló y la hizo cambiar?