Maciá y Garibaldi
junto con el fallido intento que supuso el suceso conocido como la “Sanjuanada”, le sirvió a Macià para sacar en claro que no debía fiarse de los comunistas, como dejó claro en una carta dirigida a los catalanes ubicados en Cuba en la que, sin ningún tipo de tapujos, declaró que éstos se habían interesado en la causa del Comité para “infiltrarse en nuestras líneas y hacer proselitismo”. Macià lo tenía claro y, en cuanto tuviera los efectivos necesarios, se lanzaría a la acción y lucharía contra la dictadura de manera directa.
Con el grupo de voluntarios y el escaso dinero recaudado tan solo se podía aspirar a lograr objetivos pequeños y emprender, a lo sumo, una guerra de guerrillas de la cual, Macià, en su condición de oficial militar tenía un alto conocimiento. El plan estaba perfectamente orquestado y a los exiliados españoles se unirían unas cuantas decenas de italianos que habían acudido junto con Ricciotti Garibaldi, nieto del héroe italiano.
Estos italianos formaban parte de la llamada “Legión de la Libertad”, formada por antifascistas de este país que habían sido exiliados por su oposición a Mussolini y, al moverse entre los mismos círculos, tanto Macià como el nieto de Garibaldi, tomaron contacto y decidieron unir sus fuerzas al sentirse identificados mutuamente por sus causas. Finalmente, con ciento cincuenta hombres, se inició el 1 de noviembre de1926, lo que la prensa española calificaría después como “complot de Perpiñán” o el intento de golpe de estado de Prats de Molló.
Según el escritor Jaume Miravitlles, aquel grupo armado se dividió de la siguiente manera: “Uno, que debía concentrarse en Prats de Molló, al mando de Josep Rovira y el otro que debía concentrarse en Sant Llorneç de Cerdans, al mando de Martí Vilanova. El objetivo de ambas columnas era Olot a la que se debía llegar evitando a toda costa cualquier enfrentamiento con las fuerzas españolas que, por cierto no se habían movilizado, ignorando lo que se preparaba”. El éxito de la operación se basaría en la confianza de que novecientos reclutas que se encontraban acuartelados en Olot a la espera de ser llevados a Marruecos se incorporasen a la causa catalana.
Una vez tomado Olot y aumentadas las filas, se desplazarían al macizo montañoso de Guilleries donde, al más puro estilo maquis, iniciarían la guerra de guerrillas al tiempo que la C.N.T. convocaría una huelga general en Barcelona y los militares del Comité de París movilizarían sus propias fuerzas e intentarían convencer, de nuevo, al general Aguilera para que se sumase a esta acción. Con el plan perfectamente estudiado, los ciento cincuenta hombres atravesaron la frontera disfrazados de excursionistas como nuevamente recordaba Miratvilles: “Yo les había hecho socios del “Touring Club” de Francia y salimos de la estación del Quai d’Orsay con los banderines del club”.