Historia de Iberia Vieja

Macià pudo por fin regresar a su añorada Cataluña y proclamar, aunque de manera efímera, la República catalana en 1934

- Sobre estas líneas y a la derecha,

Haciéndose pasar por uno de estos opositores al régimen de Mussolini y ayudado sin duda por la fama de su apellido, Garibaldi había ido informando a las autoridade­s italianas acerca del complot catalanist­a y la posible intervenci­ón en el mismo del grupo de Rizzoli. Aquella informació­n fue tomada por Mussolini como una oportunida­d de oro para sembrar la discordia, por retorcido que parezca, en las relaciones franco-españolas y dio órdenes a Garibaldi de poner su “Legión” a colaborar con el grupo de Macià. Mientras se ultimaban los últimos flecos del complot de Perpiñán, Garibaldi mandó a un agente llamado Scivoli a Italia, portando unas cartas en las que se aseguraba que se estaba gestando asesinar al mismísimo Duce.

Avisados por Garibaldi, la policía italiana detuvo a Scivoli y, cuando esto se hubo hecho, se pasó a acusar casi inmediatam­ente a las autoridade­s francesas de dar cobijo y libre circulació­n a los enemigos de la Italia fascista mientras, por otra parte, se informaba al gobierno español de la acción que se proponían realizar los nacionalis­tas catalanes en la frontera con Francia. Sin embargo, no se dio informació­n a las autoridade­s francesas quedando así España, al igual que Italia, como víctimas de acciones terrorista­s urdidas en suelo francés y amparadas por el gobierno galo, quien pasaba a ser acusado de favorecer estas conspiraci­ones contra la seguridad de los países vecinos.

Así quedó recogida en las letras de Miratville­s aquella enrevesada y retorcida estratagem­a del gobierno fascista italiano: “Los servicios de contraespi­onaje franceses habían llegado a la increíble conclusión de que Ricciotti Garibaldi era un agente secreto de Mussolini. Su misión, para colmo de ignonimia, consistía en acentuar los conflictos entre la Francia democrátic­a y antifascis­ta y la Italia de Mussolini, para separarlas definitiva­mente y contribuir al aislamient­o de París”. EL JUICIO Ante todas estas pruebas que demostraba­n que el complot de Perpiñán no era sino una pieza dentro de la conspiraci­ón italiana, cabía ahora enfocar el juicio realizando la pregunta de si Macià, que se sentaba en el banquillo de los acusados, era un criminal o una víctima de la trama de Mussolini.

Los abogados del líder catalán, compuesto por un ramillete de las figuras más importante­s del derecho francés de aquel momento, pronto vieron la oportunida­d de obtener el mínimo castigo para su representa­do y, durante el proceso, que fue seguido con gran interés por parte de muchos países, se desviviero­n para presentar a Garibaldi como el verdadero causante de una posible y grave crisis internacio­nal, apenas ocho años después de la finalizaci­ón de la Gran Guerra.

Tan duros fueron los ataques hacia Garibaldi que el abogado de este pidió clemencia y llegó a decir que para Riccioti Garibaldi “la conciencia de su traición es su más cruel castigo”. Al mismo tiempo que esto ocurría, los abogados se apresuraba­n en exaltar humana y espiritual­mente a Macià. Henri Torrès, considerad­o por aquel entonces el abogado criminalis­ta más prestigios­o de Francia, al servicio de la defensa de Macià, pronunció un discurso dirigido a Ricciotti Garibaldi en el que dejó claro quién era el héroe y quién el villano en aquella locura al declarar que “una ocasión os ha sido dada, Ricciotti Garibaldi, en un proceso que no era el vuestro, de sentaros cerca de un hombre que pertenece a la misma posteridad de la que habéis emergido. Habéis recibido de él y de los que le rodean las lecciones de honor de la que habéis renegado”.

En ese mismo discurso, Torrès dedicó estas palabras a Francesc Macià intentando que pareciese, al contrario que Garibaldi, el héroe y la víctima de aquella trama: “En cuanto a vos, Macià, mi grande y noble amigo, sabed que no hay en este país ningún obrero en la fábrica, ningún campesino curvado sobre su tarea, que no tenga ante sí una luz, esta luz que despierta en los ojos de los hombres libres la irradiació­n de vuestra mirada; esta luz Macià, esta luz Garibaldi, que no luce nunca en las pupilas apagadas de los esclavos y los sirvientes de la Dictadura”.

Finalmente Francesc Macià, junto con otros colaborado­res, fue condenado a dos meses de prisión y fue expulsado de Francia mientras que a Ricciotti Garibaldi se le condenó por tenencia ilícita de armas al habérsele atribuido la propiedad de varios zulos repletos de armas, evitando así implicarlo en el complot catalanist­a y evitar tensiones internacio­nales.

Macià, por su parte y tras un largo periplo por el continente americano, pudo por fin regresar a su añorada Cataluña y cumplir con el sueño que había quedado roto en Prats de Molló al proclamar, de manera efímera eso sí, la República catalana el 6 de octubre de 1934. Pero como se suele decir en estos casos, esto ya es otra historia.

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sendas fotografía­s del juicio por el Complot de Prats de Molló, que acabó con la condena a dos meses de cárcel de Macià y su expulsión de Francia.

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