Picaresca muy popular
FALLECIDO en 2016, Fazil Iskander fue uno de los máximos representantes de la literatura contemporánea de Rusia y también de la República de Abjasia, aunque él se definió asimismo como “un escritor ruso y un cantante abjasio”. De hecho, aunque vivió en Abjasia casi toda su vida, se trasladó a Moscú a partir de la desintegración de la URSS y de la independencia de la República de Abjasia en 1992. Iskander defiende la vinculación de Abjasia con la tradición y la cultura rusa y se ha opuesto a la situación creada en su país a partir de la independencia, que ha llevado a separatismos y enfrentamientos con Georgia y también con Rusia. En sus obras, por el contrario, resalta la convivencia pacífica que existía entre los abjasios, georgianos, armenios y rusos.
Iskander nació en la capital de Abjasia, en Sujum, en 1929. Su padre, iraní, fue deportado en una purga en 1928 cuando su hijo tenía apenas nueve años. No lo volvió a ver. Se educó con la familia de su madre en Abjasia, en el lugar que de manera ficticia el autor denomina en este libro Cheguem, y que en los años de su infancia, donde transcurren muchas páginas, “era aún en gran medida el de la vida patriarcal y campesina de Abjasia”. En 1973 empezó a publicar los primeros episodios de esta obra, la más famosa de su literatura.
En la “Nota del Autor” que encabeza esta espléndida edición de la editorial Automática, Iskander explica algunas claves de esta obra. En primer lugar, su principal intención es realizar “una parodia ligera de la novela picaresca”, tomando como principal personaje el tío Sandró, figura representativa de la aldea de Cheguem. Pero esta- mos ante una picaresca en la que su principal ingrediente es “la poesía de la vida popular”, abordada con humor y naturalidad. Por eso, hay una idealización de la vida campesina que contrasta totalmente con “el carnaval de la burocracia teatralizada del estalinismo: los calientasillas habían conquistado el poder”. Su deseo es rescatar, reconstruir y fijar un mundo en vías de desaparición, dando valor a las leyendas, a los personajes populares y hasta a algunos elementos fantásticos, hasta tal punto que se ha dicho de él que llegó al realismo mágico sin saber lo que era.
El hilo conductor de este conjunto de relatos es, en la mayoría de ellos, el tío Sandró y su familia, de la que forma parte el narrador, que es testigo de algunas de las historias y que relata los recuerdos de estos personajes. Este narrador no es el protagonista; él se limita a convertir en literatura aquel mundo poblado por infinidad de familiares y por historias en las que se defiende abiertamente el mundo campesino, contrario en muchos casos a los planes de los dirigentes políticos, que viven agobiados por el cumplimiento de los planes quinquenales./