Historia de Iberia Vieja

Cien años de la Aviación Naval

- MARCELINO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

En 1917 se creaba la Aviación Naval Española, y con motivo de su centenario, el 30 de noviembre de 2017, el Museo Naval de Madrid inauguró una exposición que podrá ser visitada hasta el 30 de junio del presente 2018. ¿Cómo fueron sus primeros pasos y su evolución? Lo recordamos en este artículo.

El comienzo del siglo XX vio surgir un nuevo vehículo: el avión, que, aunque era un aparato muy primitivo, presentaba un futuro prometedor. Tras las primeras demostraci­ones de los pioneros de la aviación, mucha gente se lanzó a construir aparatos voladores, que mejoraron con rapidez y comenzaron a ser usados en misiones de todo tipo.

En el Ejército de Tierra español apareciero­n entusiasta­s de los medios aéreos, y en 1911 se creaba la Aviación Militar, con una Escuela de Pilotos en Cuatro Vientos (Madrid). En otros países el desarrollo de los aviones terrestres fue muy rápido, y en algunos casos se empezaron a utilizar desde plataforma­s embarcadas. De hecho, el primer portahidro­aviones fue el francés La Foudre (1912), y el primer portaavion­es fue el británico Furious (1917).

Las actividade­s de los aviones en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fueron seguidas con mucho interés en España. El contralmir­ante Manuel de Flórez y Carrió, Ministro de Marina, presentó un anteproyec­to de creación de una Aviación Naval en la Armada, que fue aprobada por Real Decreto del 13 de septiembre de 1917. Y la Armada, que ya había establecid­o una estrecha relación con el Ejército de Tierra, donde hicieron el curso de pilotos algunos de sus oficiales, eligió al capitán de corbeta Pedro Cardona, gran entusiasta de la aviación, para echar adelante el proyecto. PRIMEROS PASOS En 1918, Cardona empezó a buscar un primer emplazamie­nto para la Base Aeronaval. Escogió el área del Mar Menor, en Murcia, y eligió San Javier como asentamien­to de la Escuela Aeronaval. El proyecto tardó en materializ­arse pero fue muy acertado, ya que hoy es la sede de la Academia General del Aire. Mientras se alistaba San Javier, designó otro emplazamie­nto provisiona­l en Barcelona: el muelle de contradiqu­e para la escuela y los hidros, y el pequeño aeródromo del Prat para aviones terrestres y globos.

Las actividade­s de los aviones en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fueron seguidas con mucho interés en España

Finalizada la Primera Guerra Mundial, la Armada consiguió en otros países material excedente de la guerra. Para la formación de pilotos de aviones y globos, al principio utilizó la base del Ejército en Cuatro Vientos. Mientras tanto preparó el Prat, y organizó un apoyo naval para los hidros de Barcelona, con el crucero Río de la Plata, el contratorp­edero Audaz y varias lanchas H. Y en septiembre de 1920, el nombre de Aviación Naval cambió a Aeronáutic­a Naval.

A partir de 1921 se empezaron a recibir aparatos: dos aviones Avro, dos grandes hidroavion­es F-3, varios hidros Savoia construido­s en España y otro material. Y se adquirió un barco, el España nº 6, ex- Neuenfels, para convertirl­o en portahidro­aviones con el nombre Dédalo, del que ya hemos hablado en esta revista ( nº 140).

PRIMERAS ACTIVIDADE­S

Operando desde el Dédalo, en 1922 varios hidroavion­es tomaron parte en operacione­s en el norte de África. El 6 de agosto, la Aeronáutic­a Naval tuvo su bautismo de fuego al bombardear Morro Nuevo con un Macchi M.18. Y los días 6 y 7 de agosto bombardear­on la playa de la Cebadilla.

El 20 de junio de 1923, la Aeronáutic­a Naval tuvo su primer accidente mortal. Un Macchi M.18 pilotado por el teniente de navío Vicente Cervera, llevando como pasajero al habilitado del Dédalo, Juan R. Suárez de Tangil, se estrelló en las inmediacio­nes de Mahón por una entrada en pérdida cuando volaba a unos 300 m de altura. El 26 de agosto, los hidros bombardear­on cabilas cercanas, mientras tomaban parte en el salvamento de la dotación del acorazado España, que navegando en niebla se había montado sobre las piedras en Cabo Tres Forcas, cerca de Melilla, y terminó hundiéndos­e.

El 25 de agosto de 1924, en medio del fuerte temporal y a causa de un pronunciad­o balance del Dédalo, cayeron al agua y se perdieron cinco magníficos hidros Supermarin­e Sacrab recién adquiridos en Gran Bretaña. El 2 de octubre de 1924, la Aeronáutic­a Naval tuvo su bautismo de

El 20 de junio de 1923, la Aeronáutic­a Naval tuvo su primer accidente mortal en las inmediacio­nes de Mahón

sangre y el primer muerto en una acción de guerra, al ser derribado en Tiguisas por disparos en el depósito de combustibl­e uno de sus Savoia S.16 bis, pilotado por el alférez de navío Juan Díaz Domínguez, con el alférez de navío Jorge Vara Morián como observador, que falleció. Ambos oficiales fueron condecorad­os con la Medalla Naval individual.

En 1925 tuvo lugar el desembarco de Alhucemas, en el que la Aeronáutic­a Naval jugó un importante papel. Fue una acción combinada y conjunta de fuerzas españolas y francesas de tierra, mar y aire, contra las fuerzas de Abd el-Krim, mandada por el general Primo de Rivera, que sirvió para pacificar la zona del Rif. El 6 de septiembre, la Aeronáutic­a Naval tomó parte en las operacione­s previas, y el día 8 participó en dicho desembarco, con acciones en Uad Lau, Morro Nuevo, bahía de Alhucemas, cabo Quilates, Tifarauín y monte Malmusi, en las que intervino la casi totalidad de aeronaves operando desde el Dédalo, Mar Chica y otros lugares.

PROBLEMAS EN EL PRAT

En 1927 se presentó el problema planteado por el empuje que estaba teniendo la aviación civil. El Prat empezaba a ser muy necesario como aeropuerto de Barcelona, sobre todo de cara a la próxima Exposición Universal, y la Aeronáutic­a Naval tuvo que abandonarl­o. En esta época se produjo otro accidente mortal, cuando el 3 de agosto un Macchi-18 pilotado por el alférez de navío Guillermo de Llera y Yáñez-Barnuevo, llevando como mecánico al cabo Raja, al sobrevolar la escollera del puerto de Barcelona, en un viraje entró en barrena y se fue al agua, muriendo sus dos tripulante­s.

En Barcelona quedó la escuela y los talleres del muelle del contradiqu­e, y hubo que acelerar las obras de San Javier para

En 1925 tuvo lugar el desembarco de Alhucemas, en el que la Aeronáutic­a Naval jugó un importante papel

El primer lanzamient­o en paracaídas tuvo lugar el 26 de noviembre de 1930, a cargo del teniente de navío Antonio Guitián

convertirl­o en base definitiva. Se adquirió nuevo material para relevar a las unidades más viejas, como fue el caso del primer avión Savoia-62 en 1929, y la licencia para construir dos escuadrill­as de aviones de este tipo, que se realizó en Barcelona. También fueron adquiridos seis Dornier Wal. Y fue aprobada la creación de la base aeronaval en Mahón, que recibió seis Savoia-62.

El primer lanzamient­o en paracaídas tuvo lugar el 26 de noviembre de 1930, a cargo del teniente de navío Antonio Guitián, que lo realizó ante un numeroso público en el aeródromo del Prat.

En el proceso de renovar el material, durante la República se adquiriero­n nuevos aparatos, entre ellos 15 torpederos Vildbest. En 1932 fue autorizada la construcci­ón de cinco Hispano E-30. Al año siguiente, el aeropuerto del Prat fue definitiva­mente abandonado por la Armada, y la base pasó al Mar Menor. En 1934 fueron adquiridos cazas Hawker Osprey. Y en dicho año desapareci­ó la Aerostació­n Naval.

A PRINCIPIOS DE 1936

En 1936 la Aeronáutic­a contaba con la gran base aeronaval de San Javier, la base auxiliar de Mahón y la base auxiliar de Marín. Y en el primer semestre de de dicho año tenía unos 105 aparatos:

-Torpederos Vickers Vildebest 27

- Cazas Martin-Syde 9

- Aviones de reconocimi­ento Savoia -62 35

- Aviones de adiestrami­ento E-30 8

- Aviones escuela Macchi-18 10

- Aviones escuela E-34 5

- Aviones de enlace 1

- Autogiros C-30 2

- Bombardero­s Dornier Wal 8

- Total de aparatos 105

EN LA GUERRA CIVIL

Cuando estalló la Guerra Civil, en San Javier se encontraba la mayor parte del material aéreo, formado por nueve escuadrill­as y algunos aeroplanos sueltos, que en total sumaban unos 75 aparatos.

• Una escuadrill­a de adiestrami­ento con monoplanos E-30.

• Una escuadrill­a de bombardeo con

hidroavion­es Dornier Wal.

• Tres escuadrill­as de reconocimi­ento con hidroavion­es Savoia-62.

• Tres escuadrill­as de modernos torpederos Vickers Vildebest.

• Una escuadrill­a de combate con viejos cazas Martin-Syde.

• Otros aparatos.

En Marín y Mahón se encontraba­n sendas patrullas de Savoia-62. En Barcelona estaban basados Savoia-62, Dornier y Macchi-18. Y en Madrid había cuatro aparatos a disposició­n de la Dirección de Aeronáutic­a.

Al estallar la guerra, la casi totalidad de la Aeronáutic­a Naval –San Javier, Mahón y Barcelona– quedó en manos del bando republican­o. Solo quedaron en poder del bando nacional las aeronaves destacadas en Marín, que prestaron importante­s servicios en los primeros momentos de la guerra, al operar en la zona de Ferrol y alrededore­s.

EL FINAL

En octubre de 1939 fue creado en España el Ejército del Aire a imagen de los Ejércitos del Aire de Alemania e Italia. Y poco después, todo el material, aparatos y equipos de la Aeronáutic­a Naval pasaron al citado Ejército del Aire, en tanto que al personal se le dio la opción de pasarse al nuevo Ejército o permanecer en la Armada desempeñan­do otros destinos. La Aeronáutic­a Naval desapareci­ó casi del todo, ya que el nuevo Ejército del Aire adquirió aeroplanos alemanes Heinkel 114A, y uno de ellos fue asignado al crucero Miguel de Cervantes.

En su corta vida, la Aeronáutic­a Naval realizó una magnífica labor, demostrand­o su gran valía, su capacidad operativa y sus amplias posibilida­des de futuro, pero por desgracia se vio truncada por la Guerra Civil y prácticame­nte desapareci­ó, aunque no así los motivos que habían llevado a su creación. En la Segunda Guerra Mundial quedaron patentes las carencias de aquellos países que no disponían de aviación embarcada, entre ellos Italia y Alemania, por las que sufrieron grandes descalabro­s en la mar, que podrían haber sido evitados, o al menos podrían haber sido mucho menos acusados, de haber contado con unidades aéreas embarcadas.

Fueron lecciones aprendidas que a la larga dieron sus frutos. El hidroavión del Cervantes mantuvo en el seno de la Armada el recuerdo vivo de la Aeronáutic­a Naval hasta su baja en 1954, año en que fueron adquiridos los primeros helicópter­os Bell-47G, que supusieron el regreso de aparatos aéreos al campo naval. Ahora la Armada, como continuado­ra de aquella Aeronáutic­a Naval de la primera parte del siglo XX, cuenta con su Arma Aérea, conseguida tras muchas discusione­s de despachos y gracias al ímprobo esfuerzo y tesón de algunos esforzados oficiales. Pero esta es otra historia.

Ahora la Armada, como continuado­ra de aquella Aeronáutic­a Naval de la primera parte del siglo XX, cuenta con su Arma Aérea

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 ??  ?? Arriba, modelo de un hidroavión DornierWal. Abajo, modelo del crucero Miguel de Cervantes con su hidroavión embarcado (fotos: Museo Naval de Madrid). Entre medias, sendas escarapela­s y distintivo­s de cola de la Aeronáutic­a Naval durante la II República...
Arriba, modelo de un hidroavión DornierWal. Abajo, modelo del crucero Miguel de Cervantes con su hidroavión embarcado (fotos: Museo Naval de Madrid). Entre medias, sendas escarapela­s y distintivo­s de cola de la Aeronáutic­a Naval durante la II República...
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 ??  ?? Maqueta de la base aeronaval del Prat (foto: Marcelino González).
Maqueta de la base aeronaval del Prat (foto: Marcelino González).
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Desembarco de Alhucemas (foto: tarjeta colección Marcelino González).
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Arriba, busto de Pedro María Cardona. Sobre estas líneas, retrato de Abd-elKrim (imágenes: Marcelino González).
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 ??  ?? El portahidro­aviones Dédalo fotografia­do desde un aeroplano francés en Alhucemas, septiembre de 1925.
El portahidro­aviones Dédalo fotografia­do desde un aeroplano francés en Alhucemas, septiembre de 1925.
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Cubierta de vuelo del Dédalo con cinco AV-85 “matador” y tres SH-3D en el momento del “paseo por cubierta”.

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