Torturas de la GESTAPO
Sin saberlo ella y su hermana Pilar, el momento más delicado que pasaron, la mecha que pudo iniciar el fuego que podía haberlas
quemado, ocurrió en septiembre de 1943. La Gestapo consiguió el nombre de Albert Le Lay como jefe de redes de la resistencia. Era algo que por desgracia ocurría con frecuencia por el gran riesgo que corrían sus integrantes.
El coronel Gilbert Renault, uno de los máximos responsable de las Fuerzas Francesas Libres en Londres, que puso en marcha numerosos grupos de resistencia que se amparaban bajo el nombre de la “Hermandad de NotreDame”, y al que todos conocían bajo el alias de “coronel Remy”, debió brindar con champán cuando se enteró que Le Lay, uno de los mejores jefes de grupo que tenía, consiguió escapar antes de que los torturadores de la Gestapo le estrujaran los músculos y le rompieran los huesos hasta que delatara a todos los miembros de su red.
Los antecedentes demostraban que muchos detenidos no podían soportar la continua tortura y optaban por acabar con el sufrimiento aún a sabiendas de que luego serían fusilados. No fue el caso de un médico detenido meses antes que hacía de enlace con Le Lay, al que la Gestapo no consiguió sacar ni una sola palabra incriminatoria contra nadie.
Al huir precipitadamente en lo que parecía una escapada baldía, el ferroviario francés consiguió atravesar la frontera, llegar hasta Sevilla y de ahí a Argelia, para poder regresar y unirse de nuevo a la resistencia.