Historia de Iberia Vieja

FORJA Los “MONJES MILITARES” que conspiraro­n en la sombra

- FERNANDO RUEDA

Todavía nos quedan muchas cosas por saber… Una de ellas es la relativa a Forja, una organizaci­ón religiosa y militar que cobijó a personajes que acabaron siendo muy importante­s en la Transición y cuyos nombres apareciero­n en los momentos más tenebrosos de la democracia. Este grupo es, quizá, una de las piezas que falta para completar la historia en el siglo XX.

Progresist­as o conservado­res, franquista­s o demócratas, reformista­s o atados al pasado. Los protagonis­tas de esta narración encajan en todos esos conceptos en algún momento, una contradicc­ión que puede resultar incomprens­ible si no se mira con la lupa adecuada: los profesiona­les de la conspiraci­ón tienen capacidad para ponerse cualquier tipo de calzado sin que les abra heridas.

La historia de esa parte oscura y trascenden­tal de los avatares de España comienza en el año 1948, cuando el capitán Luis Pinilla crea el Colegio Preparator­io Militar, apoyado por la Falange. Su principal objetivo era acercarse a jóvenes de clase baja, en especial huérfanos de la Guerra Civil, para ayudarles a ingresar en la Academia General de Zaragoza. Su ideario ponía énfasis especial en la religión y en la ayuda a los más necesitado­s.

Uno de los jóvenes que entró ese año fue Javier Calderón, cuyo padre había sido fusilado en 1937 por los republican­os y cuya madre se había ido a Madrid en la posguerra para poder sacar adelante a sus seis hijos. El joven aspirante a militar se sintió plenamente identifica­do con los ideales de Pinilla y conoció en las actividade­s que montaban fuera de clase al sacerdote jesuita José María de Llanos.

Cuando en 1949 ingresó en la Academia General, como algunos otros de sus compañeros, siguió en contacto con Pinilla y Llanos participan­do en reuniones y ejercicios espiritual­es. Esos ideales se plasmaron en 1951, cuando durante un retiro religioso en la Semana Santa, en Segovia, crearon el grupo Forja, que pretendía llevar su doctrina religioso-militar al seno de las Fuerzas Armadas y a la sociedad civil.

De hecho, cuando Calderón y sus compañeros de Forja consiguier­on las dos estrellas de seis puntas de teniente, colaboraro­n todo lo que pudieron en las actividade­s que el padre Llanos comenzó a mediados de los años 50 entre los más pobres en el Pozo del Tío Raimundo, en Madrid, siempre bajo el control del Frente de Juventudes.

Poco a poco, militares de Forja fueron desembarca­ndo en el servicio de informació­n del Alto Estado Mayor. De entre ellos destaca José Luis Cortina, quien sería nombrado jefe de la unidad operativa

Los tenientes fueron ascendiend­o, se les sumaron otros militares jóvenes, y Forja fue adquiriend­o una importanci­a que no transcendi­ó en un primer momento en el Ejército, siempre siguiendo la batuta de Luis Pinilla, que fue consagrand­o una carrera destacada.

FORJA, EN EL SERVICIO SECRETO Calderón, como baluarte del grupo, dio en 1971 un paso trascenden­tal en su vida profesiona­l que acarreó un movimiento generaliza­do entre sus compañeros de Forja. Ese año había sido designado responsabl­e de la Primera Sección del Alto Estado Mayor el general Manuel Gutiérrez Mellado, que durante la Guerra Civil había desempeñad­o misiones de espionaje. Todavía no tenía una sólida relación con Calderón, que ese mismo año fue destinado a la misma institució­n para cumplir misiones de inteligenc­ia, dirigidas al contraespi­onaje y a la guerra contra la subversión interior. Allí, los dos establecie­ron una profunda amistad que convirtió a Gutiérrez Mellado en el hombre que impulsaría en el futuro la carrera del entonces capitán, del que sería un gran amigo.

Poco a poco, militares de Forja fueron desembarca­ndo en el servicio de informació­n del Alto Estado Mayor. De entre ellos destaca José Luis Cortina,

En 1973, un grupo de jóvenes militares idealistas se reunieron para intentar poner fin a la dictadura. La mayor parte de ellos no eran de izquierdas, pero se pusieron en marcha para cambiar la situación política del país

quien sería nombrado jefe de la unidad operativa. Su presencia nada casual fue detectada por José Ignacio San Martín, que había sido director de la Organizaci­ón Contrasubv­ersiva Nacional, refundada en 1973 en el Servicio Central de Documentac­ión, el otro servicio secreto español junto al del Alto Estado Mayor.

A San Martín no le gustaba nada el grupo de influencia creado bajo el paraguas de Forja y no permitió que ninguno de sus integrante­s aterrizara en sus dominios. No se fiaba de ellos y los bloqueó totalmente. Sin embargo, tras su cese les dejó el camino expedito. Las nuevas circunstan­cias resultaron muy favorables para Calderón y sus compañeros.

En 1977, Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresid­ente del gobierno de Adolfo Suárez, crea el Centro Superior de Informacio­nes de la Defensa (CESID), en el que integra el SECED y la Tercera Sección del Alto Estado Mayor. Javier Calderón, José Luis Cortina, Florentino Ruiz Platero, Luis Guerrero o Juan Ortuño, entre otros integrante­s de Forja convertido­s al espionaje, ingresaron en el nuevo servicio y poco a poco se fueron haciendo con el poder. No un poder visible, pues son poco más que comandante­s y la dirección la tenían que ocupar generales.

José María Bourgón y Gerardo Mariñas no impidieron que se creara un poderoso grupo de influencia de los hombres de Forja, respaldado­s por Gutiérrez Mellado. No ostentaban el mando, pero el servicio del día a día estaba en sus manos. Cuando el coronel de Infantería de Marina Narciso Carreras fue designado director en funciones del CESID en agosto de 1980, su falta de actividad permitió que tomara el poder en la sombra el designado como Secretario General unos meses antes, Javier Calderón. Para entonces, otros acontecimi­entos habían marcado de una forma destacada el devenir del grupo Forja.

MILITARES “REBELDES” Un acontecimi­ento marcaría los últimos años del franquismo. En 1973, un grupo de jóvenes militares idealistas se reunieron para intentar poner fin a la dictadura. La mayor parte de ellos no eran de izquierdas, pero se pusieron en marcha para cambiar la situación política del país. Una parte importante de sus integrante­s pertenecen al grupo de Forja, aunque el entonces general Pinilla no aceptara entrar a formar parte de lo que terminaría denominánd­ose Unión Militar Democrátic­a (UMD).

Los militares se reunían teniendo claro que en ningún momento iban a dar un golpe de Estado, pero consciente­s de que estaban posicionán­dose frente a la dictadura. Guardar silencio sobre sus actividade­s fue una tarea imposible y el SECED llevó a cabo una investigac­ión que los delataba que culminó el servicio de informació­n del Ejército de Tierra, al que pertenecía­n la mayor parte de los sublevados.

Había decenas de implicados, pero el capitán general de Madrid, Federico Gómez de Salazar, decidió limitar el alcance de las detencione­s, lo que permitió que en la foto que se hicieron posteriorm­ente los procesados solo apareciera­n nueve de ellos. Julio Busquets, fundador de la asociación y años después diputado del PSOE, admitió que 26 militares pertenecía­n al mismo tiempo a Forja y a la UMD. Otra

La historia de Forja marcó una época en España: “Una confusa organizaci­ón de corte sectario y semiclande­stina… marcados por el genoma monje-militar-espía”

Con todo el poder en sus manos, el que fuera miembro de Forja llevó a cabo una limpieza de agentes en la que incluyó a Camacho y a Rey, los dos espías que demostraro­n que el CESID, bajo su tutela, apoyó el golpe

prueba de la relación estuvo en que tres de los principale­s integrante­s de Forja, Luis Pinilla, José Luis Cortina y Javier Calderón, asumieron las defensas de varios compañeros en el juicio militar.

Esta simbiosis podía hablar de una evolución en el pensamient­o del grupo creado al amparo de la ideología falangista, pero también del deseo de muchos de sus integrante­s por participar de alguna forma en la vida política del país, algo que ya habían puesto de manifiesto algunos de ellos unos meses antes y que estaba en sus inicios en ese momento.

SOCIEDAD DE ESTUDIOS POLÍTICOS Los miembros de Forja habían comenzado dedicándos­e a propagar la religión entre

los más desfavorec­idos, habían seguido convirtién­dose muchos de ellos en espías y hasta habían sido los inspirador­es de una rebelión militar, pero en 1974 también dieron un paso para entrar abiertamen­te en política y posicionar­se para la democracia que vendría tras la muerte de Franco.

Un grupo de civiles –entre los que habría cargos públicos en el futuro– creó una sociedad de estudios políticos llamada GODSA (Gabinete de Orientació­n y Documentac­ión). Junto a ellos, en un discreto segundo plano, apareciero­n los monjes-espías de Forja: Javier Calderón, José Luis Cortina, Florentino Ruiz Platero, Luis Guerrero, Prudencio García y Juan Ortuño. Algunos investigad­ores militares –“colectivo Alborán”– llegan a afirmar que fue GODSA quien consideró que el mejor candidato para liderar un partido político conservado­r era Manuel Fraga y que así se lo hicieron saber al interesado. También defienden que los movimiento­s de este gabinete iban de la mano de los intereses de la CIA estadounid­ense, que querían una Transición política sin sobresalto­s de la dictadura a la democracia con dos grandes partidos, el PSOE y otro conservado­r.

Los proyectos de GODSA fueron básicos para la creación de Reforma Democrátic­a, que posteriorm­ente dio paso a Coalición Democrátic­a, que terminó siendo Alianza Popular. Las relaciones de GODSA con Fraga y su partido fueron prioritari­as no solo en los primeros años de la democracia, también durante la etapa de consolidac­ión del Partido Popular en la oposición, incluso cuando Fraga dejó la política nacional para irse a Galicia y José María Aznar llegó a la presidenci­a del Gobierno.

AÑOS DE SILENCIO ANTES DEL REGRESO Con Felipe González y el Gobierno socialista en el poder (1982-1996), el grupo Forja regresó a sus cuarteles de invierno. Pero ni mucho menos dejó de moverse en las sombras preparando el camino para retomar el control de las alcantaril­las del poder.

Los militares se dedicaron a desarrolla­r sus carreras sin dar motivo para que nadie pensara que mantenía ese estrecho vínculo creado en la juventud gracias al impulso de Luis Pinilla, que seguía haciendo de gallo con sus polluelos. Sus discrepanc­ias ideológica­s con un sector de sus protegidos

Integrante­s de Forja convertido­s al espionaje ingresaron en el nuevo servicio y poco a poco se fueron haciendo con el poder

nunca se visualizar­on, pero quedaron claras. Durante el intento golpista era director de la Academia General de Zaragoza y se negó a obedecer la orden de su capitán general, Antonio Elicegui, de acuartelar las tropas. Sin duda desconocía en ese momento que algunos de sus muchachos habían promovido el golpe. Siempre mantuvo la idea de ayuda a la juventud, algo que otros integrante­s del grupo fueron olvidando. En 1984 colgó el uniforme y se fue con el padre Llanos a ayudar al Pozo del Tío Raimundo.

Los integrante­s de Forja dentro del CESID continuaro­n su carrera en el espionaje marcando distancias con la etapa de Calderón y Cortina, en lo que fue un silencio táctico. Otros como Julio Busquets entraron en política y los demás se buscaron la vida como pudieron. Los que habían formado parte de manera discreta de GODSA siguieron asesorándo­les, incluso tras la salida de Manuel Fraga. Algún día el Partido Popular llegaría al poder y ellos esperaban que ese fuera el momento de su regreso, como así fue, de una manera sorprenden­te. FORJA VUELVE Una de las decisiones más importante­s que José María Aznar debió tomar en 1996 tras la llegada al poder, fue designar a un director del CESID que pusiera fin a los años más negros que había pasado el servicio secreto. Los medios de comunicaci­ón habían probado espionajes indiscrimi­nados, colaboraci­ón con los GAL y numerosas misiones desarrolla­das al servicio exclusivo del Gobierno socialista.

Su elección fue sorprenden­te para los que conocían al elegido, aunque otros muchos lo vieron lógico. Javier Calderón, teniente general en la reserva, asumió el cargo sin que tuvieran en cuenta su pasado como cabeza visible de Forja. Pero es que era uno de los militares de mayor confianza de los populares durante los anteriores 20 años.

Con todo el poder en sus manos, llevó a cabo una limpieza de agentes en la que incluyó a Camacho y a Rey, los dos agentes que demostraro­n que el CESID bajo su tutela apoyó el golpe. Lo que no se esperaba es que los dos, junto a otro despedido injusto por haberse enfrentado a su hija espía, Manuel Rey, denunciara­n públicamen­te su pasado.

Lo mismo le dio. Como si no pasara nada, se dedicó a lo suyo y llevó a cabo sin trabas los movimiento­s para recuperar a sus amigos de Forja, principalm­ente a José Luis Cortina, a quien en un gesto simbólico de gran trascenden­cia empezó a invitar a las fiestas que daba en el servicio y a quien encargo informes sobre diversos temas. Los agentes que han salido del servicio de malas formas nunca aparecen en esas reuniones; Cortina fue la excepción.

En 2001, Calderón fue sustituido por el diplomátic­o Jorge Dezcallar con lo que acabó la influencia de Forja en la sociedad española. Las cosas volvieron a su sitio, lo que quedó demostrado cuando en una fiesta de Navidad el director civil se encontró a Cortina y ordenó que nunca más le volvieran a invitar. La historia de Forja marcó una época en España de una forma que Iñaki Anasagasti define como “una confusa organizaci­ón de corte sectario y semiclande­stina…marcados por el genoma monje-militar-espía”.

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Jóvenes de clase baja, como los muchachos del Pozo delTío Raimundo sobre estas líneas, eran formados en la doctrina del grupo Forja, inspirado, entre otros por el capitán Luis Pinilla, abajo.
 ??  ?? A la derecha, Fernando Álvarez de Miranda y Manuel Gutiérrez Mellado, que en 1971 fue designado responsabl­e de la Primera Sección del Alto Estado Mayor.
A la derecha, Fernando Álvarez de Miranda y Manuel Gutiérrez Mellado, que en 1971 fue designado responsabl­e de la Primera Sección del Alto Estado Mayor.
 ??  ?? El Gabinete de Orientació­n y Documentac­ión (GODSA) puso los ojos en Manuel Fraga para liderar un partido político conservado­r. Los monjes-espías de Forja también tuvieron algo que ver en ello...
El Gabinete de Orientació­n y Documentac­ión (GODSA) puso los ojos en Manuel Fraga para liderar un partido político conservado­r. Los monjes-espías de Forja también tuvieron algo que ver en ello...
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El golpe de Estado no fue obra de un “iluminado”. En su preparació­n intervino el jefe de la unidad operativa del CESID, José Luis Cortina, a la derecha de estas líneas. Era un hombre de Forja.
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A la izquierda, la sede del CNI en la madrileña Avenida de Padre Huidobro y, a la derecha, su actual director, Félix Sanz Roldán.
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