Mi nombre es Te Ata
HAY HISTORIAS que son más que una historia, que remueven el alma y una vez entran en uno nunca acaban de salir. A veces estas historias se asoman a la pantalla del cine. Y, más raramente, consiguen sumar un guion sensible e inspirador, que no cae en el tópico ni se deja abrazar por la sensiblería edulcorada. En esas ocasiones, la película es capaz de lograr una experiencia catárquica en el espectador más empático con la historia, que sale con renovado brío del cine. Si no alcanza tal efecto, el buen guion, la historia bien contada, conseguirá al menos hacer pasar un rato ameno a quien se adentre en ella. Una y otra cosa pretende desde su génesis esta película, Mi nombre es Te Ata, basada en una historia real.
Una historia real e inspiradora que cuenta la lucha vital de Maria Thompson Fisher, una inconformista en busca de un sueño que nació en un tiempo en que todo era, incluso, un poco más difícil. Sobre todo para ella. Esta nativa americana nacida en 1895 y perteneciente a la llamada Nación Chicka- saw –que hoy forma parte del territorio de Oklahoma– es aún hoy una figura inspiradora en la lucha contra la discriminación de las minorías y en el convencimiento de que la fuerza de voluntad y la insistencia puede, en ocasiones, superar obstáculos que parecen insuperables hasta alcanzar el sueño de toda la vida. Siguiendo una educación tradicional nativa fue pasando las fases de su aprendizaje y ni el racismo ni las desigualdades sociales que tiranizaban su tiempo iban a impedirle cumplir su anhelo. Maria Thompson Fisher –a quien alguien le dio en su infancia el sobrenombre maorí “Te ata” ( la mañana)– deseaba triunfar el corazón de Estados Unidos, en la meca del teatro, en Nueva York, en Broadway. Y no iba a parar hasta conseguirlo.
Después de estudiar en la Universidad de Oklahoma y entrar en contacto con el teatro en la misma comprendió, además, lo útil que era el altavoz del escenario para el relato de historias y tradiciones de los nativos, desconocidas, cuando no simplemente ninguneadas. Hizo giras por todo el país en las que potenció su talento como actriz, llegando a cumplir sus sueños, pese a las numerosas dificultades que encontró en el camino.
Y eso, el camino, la inspiración, la testarudez en busca de un sueño es lo que relata con tiento y emoción una película en la que cada uno de sus prota- gonistas suenan absolutamente acompasados, en la que se nos viene a recordar que lo importante no es la meta sino el crecimiento del camino, la voluntad de cambiar un mundo injusto que aparece en cada paso. Un apunte más, la interpretación protagonista de Q’ orianka Kilcher, sublime./