El séptimo arte Loving Pablo
LA MIRADA DE LA PELÍCULA se fundamenta en la de la periodista Virginia Vallejo –de su novela parte el guion–, que mantuvo durante algunos años un tórrido y peligroso romance con el narcotraficante Pablo Escobar. En 1983, Vallejo es una periodista de éxito, obstinada en dar siempre un paso más adelante. Fascinada por la figura y el aparente éxito de Escobar, se empeña en conocerlo. A él también le fascina la belleza y el carisma de la mujer, y pronto inician una relación escasamente clandestina.
Pablo Escobar dirige el cartel de Medellín, que controla gran parte del mercado de la droga, junto con otros grupos colombianos. Nada en la abundancia y lleva una vida de lujo extremo, con mansiones carísimas, decenas de coches de alta gama y hasta colecciones de animales exóticos; todo presidido por la máxima ostentación. Pero al mismo tiempo dedica una parte de sus ganancias a construir casas, barrios enteros para los necesitados; el pueblo llano lo adora. Y aunque tiene tras él a la policía y a la DEA norteamericana, que ve entrar en Estados Unidos ríos de droga sin control, la ambición de Escobar no tiene límites, y pretende –y consigue– tener un puesto en el Congreso nacional.
Esa supuesta respetabilidad política no le dura mucho: la actitud beligerante del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla provoca su expulsión y, como consecuencia, el inicio de una guerra abierta: Lara Bonilla es asesinado por los sicarios de Escobar y se producen múltiples atentados, secuestros y actos terroristas contra políticos, jueces, periodistas y policías. Es una batalla feroz y sangrienta. El gobierno colombiano responde con la extradición a Estados Unidos de cuantos narcotraficantes logra apresar. Pero Pablo Escobar logra eludirla, apoyándose en nuevas leyes promulgadas y ofreciendo al gobierno entregarse. Con la condición, eso sí, de ser recluido en la cárcel que él mismo se construye: una cárcel, sí, pero en realidad un hotel de lujo desde el que proseguir con sus actividades delictivas; y del que se escapará cuando lo considere oportuno.
TESTIGO DE EXCEPCIÓN La película de León de Aranoa transcurre por esos derroteros; quizá sin llegar a emocionar, pero también con la firme
Penélope Cruz es una convincente Virginia Vallejo, y Javier Bardem da otra muestra más de su capacidad para los personajes extremos
voluntad de no ocultar nada; se centra, como decía, en la mirada de un testigo de excepción, su amante Virgina Vallejo: curiosa primero, entregada después y alejada y temerosa por fin, cuando la relación se rompe y ella comprende el peligro inmenso de tener a Escobar de enemigo. Pero esa relación permite escudriñar también en la vida íntima y familiar del narco, desde una perspectiva relativamente distinta de otros intentos –películas y series recientes–, y completarla con la peripecia de la propia Vallejo, asediada a la vez por los matones de Escobar y por los agentes americanos hasta conseguir su colaboración.
No hace falta decir que el grueso de la película descansa sobre el trabajo de sus protagonistas. Penélope Cruz es una convincente y entregada Virginia Vallejo; pero Javier Bardem da otra muestra más de su capacidad para los personajes extremos: es un espectacular Pablo Escobar, gordo, engreído, listo y violen- to. Y malvado, sin resquicios. Bardem ha entendido muy bien su personaje y cuando habla, cuando mira a la pantalla, cuando estalla de ira, da miedo.
Y este es, en definitiva, el mejor valor de la película. El Pablo Escobar de León de Aranoa y Bardem resulta un ser despreciable, al que es imposible admirar; ningún rastro de heroísmo ni empatía: esta vez el malo de la película es malo de verdad.