De la CAMPSA a REPSOL
LA CAMPSA consiguió resistir al paso del tiempo y a las presiones que, desde el exterior, intentaban asfixiar a la empresa. Creada al amparo del Monopolio del Petróleo, que con diferentes fórmulas se prolongaría hasta la década de los años 90, acabó siendo absorbida por REPSOL, referente del petróleo español en la actualidad. REPSOL surgió en los años 70 como nombre que la empresa Repesa –Refinerías de Petróleos de Escombreras, S.A.– dio a su gama de lubricantes. Mediante la creación en 1981 del INH, el Instituto Nacional de Hidrocarburos, se constituyó el holding que agrupó a todas las empresas públicas españolas del sector del petróleo y el gas. La entrada de España en la Comunidad Europea exigió que se liberase el mercado del petróleo. El primer paso se dio en 1986, cuando el INH creó un gran grupo energético con intención de unir capital público y privado. Para darle nombre se realizó una encuesta entre los españoles, que evidenció que estos tenían fundamentalmente dos marcas en la cabeza al hablar de este sector. Una era CAMPSA, la otra REPSOL, ambas propiedad del recién nacido grupo. Se optó por utilizar el nombre de REPSOL al estar menos relacionado con el antiguo monopolio, que había sido forjado por una dictadura, así como por su sonoridad. De esta manera, el nuevo grupo recibió un nombre que ya había sido testado y que no había que registrar de nuevo.
Como él mismo declaró, “lo difícil era alborear”.
Deterding no cejó en su empeño y, ante la negativa del titular de la cartera de Hacienda, se entrevistó con el mismísimo Primo de Rivera, quien fue, incluso, más tajante y brusco en su afirmación de no ceder ante la amenaza. Alertado el Gobierno de la misma, en el plazo de dos años se apresuró en crear una flota propia de petroleros, siendo el primero de ellos el Campoamor, botado en octubre de 1930. Asimismo, y a pesar de que la Dictadura parecía estar tocando a su fin, se envió un equipo de técnicos de la CAMPSA a Sudamérica para que estudiasen las posibilidades financieras, económicas e industriales que supondría conseguir yacimientos propios, obtener concesiones y controlar sociedades petroleras existentes en dicha zona.
LA MANO AUXILIADORA
Ante el peligro que suponía para las grandes petroleras el nacimiento y madurez de la CAMPSA, tanto la Standard como la Royal Dutch-Shell movieron sus fichas y jugaron de la única manera que estaban acostumbrados, es decir, eliminando cualquier competencia que pudiera hacerles sombra.
Así pues, los movimientos de estos trusts iniciaron una serie de presiones encaminadas a que la CAMPSA no tuviese una vida larga. Pero el Gobierno español estaba decidido a llevar su plan a cabo y Calvo Sotelo decidió acercarse a la sociedad Porto Pi, la tercera en discordia, para tratar de asegurarse el suministro de petróleo necesario para que la CAMPSA sobreviviese.
Petróleos Porto Pi había sido creada por Juan March al reconvertir su empresa de productos químicos en otra especializada en petróleo. Aunque no había podido entrar en el reparto del mercado del mismo modo que la Standard y la Royal Dutch-Shell, se había garantizado por medio de un consorcio francés el derecho a comercializar el petróleo soviético en España y Marruecos.
La idea de recurrir a la empresa de March no resultó del todo atractiva para el gobierno de Primo de Rivera, que contemplaba los tratos con los soviéticos como algo peligroso, que podía repercutir negativamente en un futuro.
Sin embargo, la situación crítica exigía tomar decisiones arriesgadas y, como el propio Calvo Sotelo declararía, “no era un plato de gusto el suministro ruso. Pero en aquel momento, además de ventajoso, resultaba insustituible. No solo nos ofrecía petróleos de buena calidad, con notable descuento (…), es que, además, dada su gran elasticidad, podría cubrir, caso preciso, las exigencias del consumo nacional íntegro. Y esto significaba mucho entonces”.
Resulta irónico que, para hacer frente a los trusts petroleros capitalistas, la Dictadura no dudase en acercarse a la Unión Soviética, que aún no había sido reconocida por España como gobierno legal.
En enero de 1928 la CAMPSA ya se encontraba funcionando gracias al suministro ruso pero aún estaba en peligro. Las dos grandes compañías
La Dictadura no dudó en acercarse a la Unión Soviética, aún no reconocida por España
petroleras no iban a quedarse de brazos cruzados y comenzaron su campaña de boicot hacia los barcos que, desde la URSS, debían transportar el petróleo a España, lo que propició que varios de estos buques fuesen bloqueados y retenidos en puntos como Argel.
BAJO EL MANTO PROTECTOR DE LA URSS
Ante esa situación, que desbordaba a Calvo Sotelo, se tomó la decisión de negociar directamente con la Unión Soviética, dejando a un lado a Juan March y su empresa Porto Pi, lo que provocó las airadas protestas del industrial mallorquín e, incluso, una denuncia en los tribunales por parte de este.
Desde tierras soviéticas acudieron tres técnicos dispuestos a firmar el contrato con España. Mantuvieron una reunión con Calvo Sotelo, quien les planteó de manera clara y directa la propuesta española. Esta consistía en intercambiar el petróleo ruso por productos españoles como el corcho, intentando mantener, al menos, los precios que los soviéticos habían otorgado a Porto Pi.
Los tres técnicos no tenían problemas en aceptar las propuestas españolas pero traían instrucciones precisas por parte de sus superiores de lo que debían conseguir: el reconocimiento por parte de España de la legalidad del gobierno soviético. Calvo Sotelo salió airoso de la situación rechazando la petición “por extemporánea y por ajena a mi departamento”, por lo que tuvo que ser el propio dictador español quien limase asperezas con los representantes de la URSS para llevar las negociaciones a buen término.
Finalmente, tras unas tensas reuniones que estuvieron a punto de llevar al fracaso al monopolio español sobre el petróleo, el 23 de noviembre de 1927 se aprobaba el contrato de la CAMPSA con los soviets, con una validez de tres años.
El gobierno español había salido airoso de su desigual pelea con las grandes petroleras y comenzó un importante tráfico de petróleo a nuestro país que supuso un beneficio importante tanto a nivel económico como a nivel de modernización del país. La llegada de la II República, que respetó y apreció el trabajo realizado por el anterior régimen, y más tarde la guerra civil, privaron a España de mantenerse como una fuerza económica e industrial de primer orden.
Aun así, la CAMPSA consiguió sobrevivir a todas las adversidades que le fueron surgiendo hasta que, en 1986, pasó a ser parte de REPSOL como marca comercial de esta empresa.
El 23 de noviembre de 1927 se aprobaba el contrato de la compañía con los soviets