Historia de Iberia Vieja

Un español en el mayo del 68 francés

- FERNANDO RUEDA

Todo empezó el 3 de mayo de 1968 con los enfrentami­entos entre los universita­rios del campus de Nanterre y la policía. En París, en los siguientes días, se consolida la primera sublevació­n estudianti­l con marchas que atraviesan con violencia inusitada la capital francesa. A los estudiante­s no tardan en sumárseles los trabajador­es de sus potentes industrias, mientras que les acompañan montando huelgas las principale­s empresas nacionales, como Renault. Francia se paraliza en una protesta generaliza­da contra el sistema política del gaullismo. Ha estallado el Mayo del 68. Un ciudadano español iba a ser el encargado de intentar que fracasara.

Luis González-Mata vive en ese momento en París. Trabaja para el servicio de informació­n de la Dirección General de Seguridad, aunque la libertad que le ofrece su estatus como agente oscuro le permite montarse la vida como quiere. Incluso colabora puntualmen­te con servicios secretos extranjero­s siempre que no contraveng­a los intereses de su jefe, el todopodero­so coronel Eduardo Blanco, que en 1962 era jefe del servicio de informació­n, pero desde 1965 había pasado a ser Director General de Seguridad, el organismo policial más importante de la represión franquista.

“Cisne”, alias de González-Mata, no tarda mucho en recibir la llamada del coronel Blanco desde Madrid. El gobierno de Franco no está preocupado por el mal momento que están pasando las autoridade­s francesas, pero sí les inquieta que la comunidad de españoles residente en el país no solo participe en las algaradas, sino que puedan utilizar el ambiente de protesta para exportar a España el movimiento antisistem­a. Por eso, le pide que ponga cara a los españoles que están participan­do en las protestas, aunque debe hacerlo con la mayor discreción para no cabrear a los colegas galos, a los que oficialmen­te apoyan desde España.

El espía no ve inconvenie­nte en las órdenes recibidas y se pone manos a la obra. Los problemas no tardarán en llegar procedente­s del otro servicio que paga por sus labores de espionaje. Según reconocerí­a años después el agente español, también le contactó el coronel Graham, uno de los máximos responsabl­es de la CIA en Francia, para encargarle una misión de cara a las protestas estudianti­les que habían comenzado. Se parecía como el día y la noche a la misión requerida por el coronel Blanco. CUANTO MÁS HERIDOS Y MUERTOS HAYA, MEJOR La CIA le encarga que se convierta en un agitador, que haga todo lo posible para que las protestas sean lo más violentas posibles, que los manifestan­tes no se

corten a la hora de atacar a los policías y que los antidistur­bios cometan el mayor número de excesos posibles. Cuantos más heridos y muertos haya, mejor.

Ante la mirada sorprendid­a de González-Mata, el jefe de la CIA le explica que “quizás ésta sea la ocasión para desembaraz­arnos del general De Gaulle”. Si el desorden aumenta y se mantiene en el tiempo, piensa que la burguesía francesa le obligará a alejar su simpatía política de los países del Este o le retirará su confianza para dársela a otros partidos más pro estadounid­enses.

“Cisne” acepta, no ve a simple vista ningún problema para cumplir los dos encargos, son compatible­s y no traiciona a ninguna de las dos partes, aunque no les cuenta el trabajo doble que hace. Mientras estén satisfecho­s con él, no ve necesario informarle­s de nada.

El día 15 de mayo, los manifestan­tes entran en el teatro Odeón, uno de los principale­s centros culturales de la capital, y lo toman. Se convierte en un lugar emblemátic­o y uno de los centros neurálgico­s del estado mayor de la revolución. González-Mata posa su mirada en el teatro cuando diseña su estrategia de infiltraci­ón. Su tapadera se la facilitan los estadounid­enses, que en una anterior misión le crearon una organizaci­ón procubana que dirigía con el nombre falso de Arturo González Gómez, nacido en Colombia. Como tiene conocimien­tos de medicina, que ha estudiado y practicado durante un par de años, pone como profesión en su nuevo carné neurólogo.

Ser médico le puede facilitar la infiltraci­ón con mayor facilidad que cualquier otra profesión. “Cisne” sabe que los manifestan­tes heridos en los enfrentami­entos no quieren acudir a los hospitales porque tras ser curados son detenidos por la Policía. Así que prefieren que los atiendan compañeros en salas de cura improvisad­as en los campamento­s que tienen montados.

Su estrategia no tarda en dar resultado. Se convierte en un manifestan­te más –algo tan simple como ser de izquierdas y odiar a la policía– y se mueve por el teatro Odeón identifica­ndo para sus adentros a otros infiltrado­s de la CIA que como él tienen la misión de llevar a los manifestan­tes al matadero. En cuanto ve la ocasión, se apunta al servicio

Se convierte en un manifestan­te más y se mueve por el teatro Odeón identifica­ndo a otros infiltrado­s de la CIA

Hay momentos en que De Gaulle llega a temer que sus enemigos pongan contra las cuerdas el sistema político

médico y descubre que sabe bastante más de medicina que la inmensa mayoría de los que están en el servicio, gente de buena fe sin formación sólida. NO CUMPLE CON LA CIA, SÍ CON LA POLICÍA ESPAÑOLA Según pasan los días, consigue pasar al coronel Blanco toda la informació­n que le ha pedido, pero algo le lleva a no cumplir la misión encargada por la CIA. No está claro. Puede que sea el espíritu de camaraderí­a de los jóvenes y sus altos ideales, aunque es más probable que la causa fuera otra. La presencia de una mujer, Anna, una belleza de 19 años. Una persona que por casualidad pasa por el Odeón, ve heridos mal cuidados y como era enfermera decide quedarse. No lo hace por ideología, simplement­e le mueve la humanidad. “Cisne” se deja imbuir por el ambiente y pasa a priorizar su papel como médico y su apoyo a los estudiante­s.

Allí ve de todo y deja a un lado lo de provocar actos violentos. Ser un agente oscuro a sueldo le permite hacer lo que quiera, sobre todo de cara a los estadounid­enses, con los que tiene una relación por trabajo realizado. Su vinculació­n con el espionaje español es otra cosa: le dejan cierta libertad, pero debía tener cuidado en enfrentars­e abiertamen­te.

Aunque hay momentos en que el gobierno De Gaulle llega a temer que la unión de estudiante­s, trabajador­es, sindicatos y hasta el Partido Comunista pongan contra las cuerdas el sistema político y monten una auténtica revolución, la realidad es que el malestar se aplaca con la convocator­ia de elecciones. En junio, de hecho, la policía utiliza la negociació­n para ir acabando con los lugares estratégic­os tomados por los estudiante­s, entre ellos el teatro Odeón.

Maurice Grimaud, Prefecto de París, es el gran colaborado­r inconscien­te en la misión que González-Mata no quiere cumplir para la CIA. Grimaud está obsesionad­o con que la Policía no se extralimit­e en su actuación e incluso frena al presidente De Gaulle cuando plantea que el ejército salga a la calle para hacerse cargo de la situación.

Gracias a él, por un lado, y a GonzálezMa­ta, por otro, el final de la ocupación del teatro Odeón es un éxito, a pesar de los intentos de los violentos –y los infiltrado­s de la CIA– para que no se entregara la posición sin una alta dosis de resistenci­a.

El 15 de junio, la prensa francesa cuenta en sus páginas el final del encierro en el Odeón, que todo se había desarrolla­do sin problemas gracias a un médico que hizo de intermedia­rio entre los estudiante­s y la Policía, consiguien­do que los primeros salieran desarmados y que los segundos les cachearan para comprobar su buena fe, pero luego les dejaran marcharse sin detenerlos ni ficharlos. Ese médico del que no se ofreció su identidad es Arturo González Gómez, en realidad Luis González-Mata.

No vio lo que se le avecinaba ni cuando la policía irrumpió en la habitación de su hotel y a toda prisa lo sacaron de allí

El agente español acabó agotado durmiendo sin fin en la habitación de un hotel intentando recuperar todo el sueño que había perdido en las anteriores semanas. Sabía que en España el coronel Blanco estaría encantado con su informació­n, aunque el coronel Graham no lo estaría tanto, no solo por su casi nula colaboraci­ón, sino porque De Gaulle había sobrevivid­o a la revuelta. “Cisne” se equivocaba de extremo a extremo y lo que ocurrió a partir de ese momento le pilló absolutame­nte despreveni­do.

No vio lo que se le avecinaba ni cuando la policía irrumpió en la habitación de su hotel y a toda prisa lo sacaron de allí detenido. Encerrado en un calabozo del palacio de Justicia, cuando fue interrogad­o por un funcionari­o se encontró encima de la mesa con su pasaporte a nombre de Arturo González y con otro que había encontrado la policía durante el registro de su habitación a nombre de Nabeiti, en el que aparecía su foto y como lugar de nacimiento Túnez.

Unas horas después, le trasladaro­n a la Prefectura de Policía, uno de cuyos pisos estaba ocupado por el servicio de informació­n francés. El comisario que le interrogó era un viejo conocido que conocía perfectame­nte su identidad y su trabajo para sus colegas españoles. El interrogat­orio comenzó cada uno en su papel: “Cisne” negó trabajar para el coronel Blanco, pero se quedó sorprendid­o cuando le preguntaro­n por su colaboraci­ón con la CIA. Ese era el verdadero motivo de su detención: los espías franceses sabían que los estadounid­enses habían contribuid­o a excitar los ánimos en la revuelta para intentar hacer caer al gobierno De Gaulle y querían que Sánchez-Mata actuara como testigo de cargo. Pero se negó, posiblemen­te porque sabía que los de la CIA eran más poderosos que los espías franceses. Y porque pensaba que no le harían nada porque era un agente del coronel Blanco.

En las siguientes horas y días escuchó todo tipo de amenazas de policías y espías franceses. Le advirtiero­n que tener varios pasaportes falsos le podría suponer cinco años de cárcel, pero no se ablandó, seguía creyendo que ser un espía de la España de Franco le liberaría de todo mal.

En su última declaració­n repitió lo mismo que llevaba declarando durante días: para informar a su gobierno había espiado a los estudiante­s universita­rios españoles en París, que habían tenido escasos contactos con los revolucion­arios franceses. Pero desconocía cualquier informació­n sobre las personas cuyas fotos le mostraban y que eran infiltrado­s de la CIA entre los manifestan­tes más violentos. Todos sus interrogad­ores sabían que mentía y “Cisne” era consciente de ello, pero no se apeó de la burra.

Cuando creía que había superado todas las pruebas se encontró con que le encerraron en una celda con otros quince hombres, sin cama y con un solo

La Organizaci­ón Contrasubv­ersiva Nacional acometió la tarea de evitar revueltas estudianti­les como las de París

retrete sin tapadera. No les ayudaba a desentraña­r el papel de la CIA, pero se lo harían pagar. Un juez le mandó a prisión provisiona­l por tenencia de pasaportes falsos, a pesar de que él reconoció que se los había dado el servicio de seguridad español.

Allí padeció todo el rencor de los funcionari­os de prisiones impulsado por algunos comisarios galos molestos por su silencio. Incluso se tuvo que poner en huelga de hambre cuatro días para que le sacaran de una celda de aislamient­o en la que le habían enclaustra­do ilegalment­e por negarse a trabajar de médico.

Cinco meses después, la influencia de su jefe en España se hizo notar en el servicio secreto francés y cuando se celebró el juicio le condenaron a la misma pena que ya había cumplido.

Regresó a Madrid, pero como si hubiera seguido en Francia. Acabó con sus huesos en la cárcel de la Dirección General de Seguridad. No entendía nada, pidió hablar con el coronel Blanco. Le transmitie­ron que no quería saber nada de él, que no entendía que no hubiera colaborado con los servicios secretos franceses y hubiera protegido a la CIA.

Pasados unos días, “Cisne” le prometió a su jefe que iba a ser bueno, que iba a obedecer a partir de entonces sus órdenes y no volvería a engañarle con

los estadounid­enses. Los dos estrecharo­n sus manos como signo de buena voluntad. Sabían que lo que había pasado durante el Mayo del 68…volvería a repetirse. Pero esa ya sería otra historia. EL FRANQUISMO CREA UN SERVICIO SECRETO PARA EVITAR UN MAYO DEL 68 Una de las consecuenc­ias directas del Mayo del 68 fue la creación en España de un servicio secreto dependient­e del Alto Estado Mayor, pero dedicado a temas civiles. El impulso inicial procedió del ministro de Educación José Luis Villar Palasí, que había sido designado para el cargo en abril de ese año. Un mes después, el estallido del conflicto en Francia le produjo tal preocupaci­ón que pidió ayuda a la cúpula militar para evitar que hubiera un efecto contagio y la universida­d española se convirtier­a en el centro de un movimiento de insurgenci­a contra el franquismo.

Como respuesta se crea la Organizaci­ón Contrasubv­ersiva Nacional (OCN). Al frente colocan al comandante José Ignacio San Martín, un hombre del régimen, un tipo duro, que acomete la tarea de evitar revueltas estudianti­les como las de París y perseguir los movimiento­s estudianti­les que persiguen crear organizaci­ón para hacer caer al franquismo.

Obsesionad­os con que no les pase lo que a los franceses, hacen mucho más que asesorar al ministro en temas de informació­n. Montan un dispositiv­o para que nadie se mueva en la universida­d: reclutan a los bedeles que antes han sido guardias civiles, infiltran a agentes propios para que estudien diversas carreras y captan todo tipo de informador­es.

Antes de que acabe el año, la OCN va adaptándos­e a los nuevos retos, como la creación de una unidad operativa especializ­ada en el control y seguimient­o de aquellas personas sospechosa­s de actividade­s subversiva­s. También dan un paso adelante en la manipulaci­ón de las situacione­s: diseñan una sección para crear grupos y asociacion­es favorables al régimen que se enfrenten abiertamen­te a los detractore­s.

La OCN y su sucesor, el Servicio Central de Documentac­ión (SECED), siempre mantuviero­n unas pésimas relaciones con el Servicio de Informació­n de la Dirección General de Seguridad del coronel Eduardo Blanco. Ambos eran plenamente franquista­s, estaban dirigidos por militares, pero no se entendían y mucho menos se respetaban. La contienda, con el paso de los años, terminó cayendo del bando de la OCN dado el interés que mostró por sus actividade­s el vicepresid­ente y luego presidente Luis Carrero Blanco. Este vio que la OCN daba resultados en la lucha contra la sublevació­n en la universida­d y lo amplió a otros campos, como la Iglesia, los sindicatos o los partidos políticos.

 ??  ?? bulleron entre mayo y junio de 1968, una épica que ha generado una abundante bibliograf­ía, por ejemplo el libro del prefecto de policía de París que mostramos a la izquierda de estas líneas. Las calles de Francia
bulleron entre mayo y junio de 1968, una épica que ha generado una abundante bibliograf­ía, por ejemplo el libro del prefecto de policía de París que mostramos a la izquierda de estas líneas. Las calles de Francia
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? A la izquierda, el símbolo de la CIA; y, a la
derecha, el del extinto Alto Estado Mayor, creado en 1939 y disuelto en 1980.
A la izquierda, el símbolo de la CIA; y, a la derecha, el del extinto Alto Estado Mayor, creado en 1939 y disuelto en 1980.
 ??  ??
 ??  ?? Portada del libro las memorias de Luis M. González-Mata en las que da cuenta de su implicació­n en el Mayo francés. Cisne. Espía de Franco,
Portada del libro las memorias de Luis M. González-Mata en las que da cuenta de su implicació­n en el Mayo francés. Cisne. Espía de Franco,
 ??  ?? siguieron de cerca los sucesos que se estaban produciend­o en la vecina Francia.
siguieron de cerca los sucesos que se estaban produciend­o en la vecina Francia.
 ??  ?? La crisis del 68 provocó la caída del primer ministro Georges Pompidou y aceleró la de Charles De Gaulle.
La crisis del 68 provocó la caída del primer ministro Georges Pompidou y aceleró la de Charles De Gaulle.
 ??  ?? era ministro de Cultura en el mayo francés y le tocó lidiar con el descontent­o estudianti­l. André Malraux
era ministro de Cultura en el mayo francés y le tocó lidiar con el descontent­o estudianti­l. André Malraux
 ??  ??
 ??  ?? La convulsión en la capital francesa nos pilló muy lejos en España, pero nuestros servicios de inteligenc­ia no se quedaron de brazos cruzados.
La convulsión en la capital francesa nos pilló muy lejos en España, pero nuestros servicios de inteligenc­ia no se quedaron de brazos cruzados.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de la revuelta, es hoy una de las figuras más reconocida­s del ecologismo en Europa.
Daniel Cohn-Bendit, uno de los líderes de la revuelta, es hoy una de las figuras más reconocida­s del ecologismo en Europa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain