CUANDO EN ALCATRAZ se hablaba español
■ Hoy los turistas reservan su entrada por internet, toman un barco en el muelle 33 y se plantan en la isla de Alcatraz en unos minutos. Clausurada en 1963, la prisión federal se convirtió en un museo que recibe la visita de cientos de miles de personas cada año. La fuga es fácil, no hay que colgarse de una sábana ni picar piedra con una cuchara. Cuando uno se cansa, vuelve por donde llegó y sigue recorriendo “las calles de San Francisco”, con Karl Malden y Michael Douglas, un poli a cada lado.
Hubo un tiempo en que Alcatraz habló español –lo raro sería lo contrario, porque nuestra lengua se ha escuchado hasta en el espacio. Como no podía ser de otra manera, el descubridor de la isla de los Alcatraces fue “uno de los nuestros”, Juan Manuel de Ayala, en 1775. Y uno de sus presos más famosos, allá por los años cincuenta del pasado siglo, fue el puertorriqueño Rafael Cancel Miranda, quien permaneció seis años allí y coincidió con sus compatriotas Hiram CrespoCrespo y Emérito Vázquez. En total, el revolucionario pasó 28 años en distintas cárceles de Estados Unidos y, a sus 88, aprecia como pocos la libertad. “Yo gané a Alcatraz”, dijo en cierta ocasión.
EL ATAQUE AL CAPITOLIO
Cancel Miranda formaba parte del grupo independentista que en 1954 atacó el Capitolio, en Washington D.C. El cerebro de la operación fue Pedro Albizu, y su principal ejecutora, Lolita Lebrón, quien, tras 24 años a la sombra, fue indultada por el presidente Carter y falleció en San Juan en 2010. Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero se sumaron también a un asalto que hoy nos parece impensable. Al grito de “¡Viva Puerto Rico libre!”, los atacantes dispararon sus pistolas semiautomáticas en el interior de la Cámara de Representantes e hirieron de distinta consideración a cinco políticos –a uno de ellos de gravedad–, aunque su intención no era matar a nadie, sino morir por la causa de Puerto Rico.
LA CARTA DEL FUGADO
Alcatraz está llena de historias como esa. Hay lugares así en el mundo, con forma de novela sin final. Hace unos meses, la prisión volvió a ser noticia por una carta firmada, supuestamente, por John Anglin en 2013. Junto con su hermano Clarence y su socio Frank Morris, John, de profesión ladrón de bancos, protagonizó en 1962 una fuga de película, a través de las rejillas de ventilación de su celda y un bote que nadie sabe cómo sobrevivió a las aguas fieras de la bahía. Sus compinches, de acuerdo con John, habrían muerto de viejos y, si le ofrecían una serie de garantías, él estaba dispuesto a revelar su paradero. Las leyendas no salen gratis.