Historia de Iberia Vieja

Unamuno CONTRA EL MUNDO

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Es difícil entender una figura como la de › Miguel de Unamuno con los ojos de hoy. No es que nadie haya ocupado su lugar, sino que es totalmente imposible que alguien del mundo de la cultura pueda convertirs­e en referente de la sociedad. Eso sí, lo que imitamos son las ideas que criticó hasta su muerte. Repetimos lo malo. Nos olvidamos de lo bueno.

Era un auténtico referente social. Era una de las voces más autorizada­s del mundo. Era conocido y respetado en todo el planeta. Y eso que no existía internet…

Si tenemos que encuadrarl­e, diríamos que perteneció a la generación del 98, dentro de la cual se encontraba­n intelectua­les íntegros y enormes. Además de la filosofía cultivó también la poesía y la novela. Y es que era un hombre total… Nació en Salamanca, adonde volvió tras su estancia en el País Vasco –allí se peleó con los adalides del incipiente nacionalis­mo– y fue nombrado rector de la Universida­d de Salamanca. Él no fue, sin embargo, quien organizó el acto que dio origen a esta historia –era una conmemorac­ión de la conquista de América y por eso se celebraba el 12 de octubre– y a la película, sino que lo hizo uno de los personajes más risibles del panorama intelectua­l posterior a la Guerra Civil, José María Pemán. El punto álgido tuvo lugar cuando el catedrátic­o de literatura intervino para decir que los catalanes y los vascos tenían la culpa de la división de España, a lo que el demente Millán-Astray dijo eso de “muerte a la inteligenc­ia” y “viva la muerte”. Entonces, Unamuno se levantó y pidió un poco de cordura. “Venceréis pero no convenceré­is”, dijo.

Millán-Astray le dijo que se callase y que tomara de la mano a la mujer de Franco, que tenía el coche fuera. Le separaban doscientos metros del hotel donde se encontraba… Y así lo hizo. Esa tarde, Unamuno empezó a ser consciente de que su intervenci­ón había molestado. Al día siguiente, Franco le destituyó y Unamuno fue recluido en su casa. Así pasó dos meses, hasta que murió a las cinco de la tarde del último día de ese año. Fue víctima de la intransige­ncia. Fue víctima de la locura en la que se metió medio país, que calificaba de enemigos de España a todos los que pensaban distinto. En 1936 existía Unamuno. Ahora existe twitter. En 1936 existía oposición intelectua­l. Ahora existe apoyo con vísceras. En 1936 existía una sociedad que tenía una red sostenida por hombres como Unamuno. Ahora existen redes sociales… sostenidas por sangre.

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