EL MAR DEL SAHARA
Atlántropa no sería más que una sombra de lo que iba a ser otro de los grandes anhelos del colonialismo europeo desde finales del siglo XIX: aprovechar el Sáhara. De las mil formas para llevar a cabo ese sueño, fue el mar del desierto la más audaz y, posiblemente, más menos práctica. El mar del Sáhara hubiera consistido en una serie de proyectos de megaingeniería que hubiera anegado grandes extensiones del norte de África, situadas bajo el nivel del mar o próximas a él, partiendo de gigantescos drenajes y presas en el Atlántico y el Mediterráneo. Se planteó así inundar gran parte del desierto libio, del noroeste egipcio y Túnez.
Aunque la idea continuó siendo desarrollada en el siglo XX, fueron sobre todo las publicaciones del geógrafo francés François Elie Roudaire y de su compatriota Ferdinand de Lesseps, uno de los padres del canal de Suez, las que más predicamento dieron al proyecto. Los estudios de Roudaire proponían crear un gran canal desde el Mediterráneo hasta el interior de Túnez, para inundar así grandes áreas del Sáhara que se encuentran bajo el nivel del mar.
Más allá de lo que proponía con Atlántropa, Sörgel presentó otra idea que ampliaba los planes de Roudelaire y similares: ¿por qué no controlar toda África? Y, así, el delirio llegó al diseño de un plan maestro que controlaría las aguas de los ríos africanos para multiplicar el tamaño del lago Chad hasta convertirlo en un gran mar, compañero de otro similar en el ecuador, el gran mar del Congo.
Nada de esto se ha intentado llevar a la práctica. Si acaso, lo más parecido, aunque sea muy lejanamente, es el proyecto del Gran Río Artificial, desarrollado en Libia en la época de Muamar el Gadafi. Consiste en una red de más de un millar y medio de grandes pozos que explotan un gran acuífero situado bajo el Sáhara, así como una compleja red de tuberías y lagos artificiales. Algunas fuentes consideran esta obra como el más grande proyecto de riego del planeta.