IMPRESIONISMO al lado de la tragedia
■ La novela comienza con un suceso que será su cañamazo: Rebeca Shaw, una niña de trece años que pasa unos días de vacaciones navideñas con sus padres en un pequeño pueblo inglés, desaparece. Toda la comarca se moviliza para encontrarla, pero no consiguen ni siquiera una huella, un vestigio, algo que explique una súbita desaparición que deja desolados a los padres de la niña y a todos los habitantes de la zona.
Este es el suceso desencadenante de la novela, pero no el principal. Es la excusa para que el autor se centre en la vida de ese pueblo, en sus habitantes, en los sucesos cotidianos que pasan a convertirse en los protagonistas de una narración ambiciosa, original en su forma y estilo, que tiene como objetivo captar el fluir y el ritmo de la vida. Y el paso del tiempo, que hace mella en todos, y que sigue teniendo como mínimo y reiterativo hilo conductor la misteriosa e inexplicable desaparición de la niña, hecho que sigue marcando con el paso de los años la vida en esa aldea, aunque cada vez de modo más tenue. McGregor describe la vida del pueblo de manera impresionista, con mínimas pinceladas que a medida que se avanza en su lectura forman el fresco de un cuadro costumbrista y vital hecho con pinceladas pequeñas. La novela sigue el ritmo de los días, meses, años (en total, se novelan unos diez años). McGregor relata la vida en movimiento a la vez que de vez en cuando se recuerda el suceso que ha dado pie a la narración: las investigaciones sobre el paradero de Rebeca Shaw. /A.T.