PROPAGANDA y política en Guatemala
Regresa Mario Vargas
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Llosa (Arequipa, 1936) al territorio narrativo en el que más ha destacado:
transformar en ficción novelística una serie de hechos históricos que en este caso son contemporáneos a los de su novela La fiesta del chivo, con la que Tiempos recios tiene muchos puntos en común. Se trata de novelar la historia desde el punto de vista del poder, describiendo las altas esferas de la política, en este caso de Guatemala, que vivió en 1944 la llamada Revolución de Octubre, que propició la celebración de las primeras elecciones democráticas que llevaron a la Jefatura de Estado a Juan José Arévalo, que estuvo en el poder de 1945 a 1950, superando en esos años numerosas intentonas golpistas. Tras una nueva convocatoria de elecciones, le sucedió en el poder el coronel Jacobo Árbenz Guzmán, uno de los personajes más interesantes de esta novela.
Pero, como se cuenta en el primer capítulo, que enmarca el contexto histórico de la novela, esos cambios no satisfacen los intereses económicos y políticos de grandes empresas norteamericanas instaladas en el país, como la United Fruit, y mueven los hilos a través de una poderosa campaña de publicidad para convertir al gobierno de Árbenz, que aspiraba a importantes reformas políticas, sociales y democráticas en su país, inspirándose precisamente en el modelo americano, en un infiltrado comunista al servicio de la URSS. Por eso, Estados Unidos promueve y financia un golpe de estado contra Árbenz, que llevará al poder al títere coronel Carlos Castillo Armas.
Este es el escenario en el que transcurre esta novela política e histórica, donde aparecen los mejores rasgos de las novelas de Vargas Llosa: esa mezcla de realidad y ficción a través de unos personajes que encarnan en esta ocasión el peor rostro de la ambición de influencia y de dinero.
Vargas Llosa se sirve de personajes que protagonizan estos episodios históricos y de otros más secundarios para mostrar la convulsa realidad política y militar de Guatemala y la obsesión de Estados Unidos, en la novela a través de la CIA, por el control estratégico de la zona, con alianzas también con otros gobiernos, como la Nicaragua de Somoza, Honduras, El Salvador y la República Dominicana del dictador Leonidas Trujillo, protagonista precisamente de La fiesta del chivo.