¿Ajenos o en el ajo?
ESCOBAR EXTENDÍA SUS TENTÁCULOS MÁS ALLÁ DE COLOMBIA, PERO SE LE HAN ATRIBUIDO DEMASIADOS
En su libro, Sebastián Marroquín dirige el foco hacia aspectos hasta ahora mal conocidos de la relación de su padre con altas figuras gubernamentales de otros países del continente americano. Estas son algunas de sus conclusiones. En 1989, el general Arnaldo Ochoa es condenado a muerte en Cuba, acusado de narcotráfico. Marroquín confirma que estaba involucrado en las operaciones de Pablo Escobar, pero descarta la complicidad de Fidel Castro o de su hermano Raúl. “Si el vínculo hubiera llegado hasta Fidel, lo contaría, porque no le debo favores a nadie. Hay una explicación: no era necesario alimentar la corrupción en las altas esferas, porque ya se tenía con Ochoa el control para operar sin necesidad de tener que pedir permiso más arriba. Si ya tienes todo resuelto con los mandos intermedios, ¿para qué te vas a complicar queriendo llegar más arriba, con lo cual vas a incrementar también tus costos? Porque la corrupción, cuanto más arriba, vale más plata”. Nicaragua también fue el escenario de actividades clandestinas, solo que allí sí hubo intervención de las altas esferas. Según Marroquín, los miembros del M-19 presentaron a Escobar sus contactos sandinistas para que pudiera operar desde Centroamérica. Daniel Ortega, presidente del país, estuvo envuelto en aquellos manejos. “Nosotros estábamos en casas del propio Estado nicaragüense, refugiados allí. Los soldados nicaragüenses se encargaban de subir los alijos de droga al avión”. Se ha dicho que Escobar financió la campaña electoral del expresidente de Perú Alberto Fujimori. Marroquín lo niega: “No sé si Fujimori tiene que estar en la cárcel por mil otras razones, pero no porque mi padre le financiara la campaña. ¿Qué interés podía tener Pablo Escobar en financiar una campaña presidencial en Perú? Ninguno, porque ya había trasladado desde Bolivia y Perú toda la tecnología necesaria. Antes sí dependía de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, o de algunos puntos en Ecuador y Perú para transportar la pasta base de la droga. Pero, para entonces, el proceso de elaboración de la coca se realizaba de principio a fin en Colombia”.
LA DE LOS SICARIOS DE ESCOBAR SOLÍA SER UNA HISTORIA DE MALTRATO FAMILIAR Y DE FALTA DE OPORTUNIDADES
ron algunos narcos: “Sebastián, en ese momento, y aún en la actualidad, había espacio para todos. Existía una demanda tan grande, en un territorio tan enorme como el estadounidense, que no nos encontrábamos en ninguna esquina. Vendíamos, vendíamos, vendíamos y siempre había más gente queriendo comprar. Nunca dábamos abasto”. El problema, indica Marroquín, se produjo por un asunto de faldas, una cuestión de honor: “Uno de los de Cali tuvo una relación con la mujer de un amigo de mi padre, y mi padre quiso hacer justicia por él. Ahí empezó todo”.
Juegos clandestinos
Las conexiones del narcotráfico no se limitaban a las organizaciones políticas legales. Abarcaban también el mundo de las guerrillas. Escobar, según su hijo, simpatizaba con el M-19 (Movimiento 19 de abril), de tendencia socialista. Las relaciones eran tan cordiales que el grupo le entregó la espada de Simón Bolívar, que había robado en una de sus operaciones propagandísticas. En una fotografía publicada en su libro, Juan Pablo Escobar aparece con el sable del Libertador. Sin embargo, esta alianza acabó por deteriorarse. Las razones de este cambio obedecieron a una cuestión de índole personal: “Él actúa por lealtad a un amigo y permite que prevalezca esa fidelidad sobre sus propias convicciones políticas. Primero advierte al M-19 que no se meta con la mafia. Los guerrilleros le hacen una promesa que después no cumplen, al secuestrar en 1981 a Marta Nieves Ochoa, la hermana de Luis Ochoa, su amigo. Mi padre ahí decidió: ‘Vamos a exterminar a este grupo’. Temía, con razón, que su familia pudiera contarse entre sus víctimas. Es entonces cuando funda el paramilitarismo, el grupo MAS (Muerte a Secuestradores)”. Pese a todo, aunque hubo muertos, los vínculos terminaron por restablecerse. De hecho, nunca se rompieron por completo. En 1985, el M-19 toma el palacio de Justicia de Bogotá. Para la operación contó con la ayuda de Pablo Escobar, tanto en el plano logístico como en el económico.
Una infancia peculiar
Como hijo de un multimillonario, Juan Pablo Escobar fue un privilegiado, pero también, en cierto sentido, una víctima. En el colegio, los millonarios de la oligarquía, los mismos que hacían negocios clandestinos con su padre, prohibían a sus hijos que se relacionaran con él. “Yo quería ser uno más, no quería distinguirme absolu- tamente por nada. Al principio, mis amigos me trataban con normalidad. En ese tiempo, mi padre todavía no era conocido como un narco, sino como un hombre rico, un benefactor. No se sabía con claridad cuál era el origen de su fortuna, aunque ya existían dudas. Pero cuando se extienden las noticias, los papás le dicen a sus hijos: ‘No te juntes con Juan Pablo’”. Ante la imposibilidad de tener una infancia normal, el pequeño creció rodeado de los sicarios de su padre, hombres temibles a los que él veía como amigos. Le pedimos que nos cuente qué tipo de personas eran.