SIN DISTINCIÓN DE CLASES
El somalí Ali Maow Maalin fue la última persona del mundo en contraer la viruela por sus cauces naturales. Se infectó en octubre de 1977, cuando trasladaba a dos enfermos hacia un campo de aislamiento en un todoterreno. Maalin, de 23 años y cocinero en un hospital al sur del país, trabajaba como asistente del equipo de erradicación de la viruela de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aunque la inmunización era obligatoria para profesionales como él, no se había vacunado. Se zafó de aquel trámite porque, dijo, le “daba miedo”. “Parecía que el pinchazo iba a doler”, confesó (a la izqda., vacunación de un niño nigeriano de viruela y sarampión). Por fortuna, tendría el resto de su vida para arrepentirse de su decisión –se curó un mes después–, y no contagió a nadie, pese a haber estado en contacto con numerosas personas antes de ser aislado. Él fue el último eslabón de la cadena de una enfermedad infecciosa que solo se transmitía entre personas. Aniquilado el virus en Somalia, el planeta quedaba libre de viruela. La OMS declararía este mal formalmente erradicado en 1980. Se daba así carpetazo a una de las enfermedades más letales de la historia. Apodada “el ángel de la muerte” por uno de sus biógrafos, el profesor Gareth Williams, se estima que, antes de la era de la vacunación, en el siglo xix mató a una de cada doce personas en el mundo, y que solo en el siglo xx segó la vida a 300 millones. Se mostraba especialmente virulenta con la población infantil, con un índice de mortandad cercano al 90%. Según Williams, era, además, “un virus mezquino” particularmente desagradable, pues tendía a atacar la cara y, si no mataba a sus víctimas, las dejaba marcadas de por vida o ciegas, al afectar a la córnea. Con un período de incubación de entre 7 y 17 días, sus primeros síntomas producían fiebre alta y fatiga. Luego se manifestaba con su característica erupción violenta.
Despliegue mundial
Causado por el virus Variola, este mal azotó el planeta durante milenios. Los primeros brotes aparecieron hacia el v a. C. en las primeras concentraciones de población surgidas en las cuencas del Tigris y el Éufrates, en Mesopotamia. Unos dos mil años después, ya se había propagado hacia el valle del Nilo, en Egipto. De hecho, el cuerpo momificado, surcado de pústulas, de Ramsés V (muerto hacia 1146 a. C.) es una de las evidencias físicas más antiguas de esta enfermedad. Es posible que la viruela estuviera detrás de la plaga que, en 430 a. C., asoló Atenas, una ciudad densamente poblada, y que diezmara a las tropas romanas que, en torno a 165 d. C., retornaron de Mesopotamia. Los expertos consideran que en el siglo ii ya era un mal endémico en la cuenca del Ganges, en India, y en los valles de los ríos Amarillo y Yangtsé, ambos en China. Por eso no resulta extraño que un tratado médico hindú del siglo i sea uno de los escritos sobre la viruela más antiguos conoci-
VÍCTIMAS DE SANGRE AZUL
El faraón Ramsés V (siglo a. C.) es la primera víctima regia constatada de una enfermedad que no distinguía entre estratos sociales. De hecho, en el siglo la viruela, una de las principales causas de muerte en la Europa de la época, se cebó en las familias reales. Mató a cinco reyes, entre ellos, Luis I de España (abajo), en 1724; el zar Pedro II de Rusia, en 1730; y Luis XV de Francia, en 1774, así como a varios príncipes herederos.
SÁLVESE QUIEN PUEDA
Esta sangría contribuyó a que las casas reinantes abrazaran la inoculación del virus con rapidez. Además de la familia real inglesa, entre los inoculados de sangre azul se cuentan la emperatriz María Teresa de Austria (a la izqda.), con sus hijos y nietos, Federico II de Prusia, Luis XVI y Catalina II de Rusia. En España, en 1803, Carlos IV apoyó la famosa expedición Balmis, destinada a llevar la vacuna a todos los rincones de su imperio, en parte porque su hija, la infanta María Luisa, había padecido la enfermedad.
LOS VIPS TAMPOCO ESCAPAN
En la lista de ilustres afectados por la viruela también figuran el compositor austríaco Mozart (arriba), que enfermó de niño, y Abraham Lincoln, que se contagió poco antes de su asesinato. dos y que, ya en el iv, el alquimista chino Ge Hong, uno de los más reputados de su época, la describiera con detalle. En el siglo viii, las conquistas árabes la extendieron por todo el norte de África y la introdujeron en el sur de Europa, continente por el que las posteriores cruzadas cristianas se encargarían de propagarla. En el xii, mientras los comerciantes árabes e indios la desplegaron por toda la costa este africana, las caravanas y peregrinos musulmanes que cruzaban el Sahara hicieron lo propio por la oeste. En el xvi, la viruela se convirtió en la plaga más temida en Europa, territorio que continuaría azotando con epidemas durante los dos siglos siguientes. Pero fue especialmente cruel en América, adonde