Historia y Vida

LA DOTE DE AUGUSTO

Los convencion­alismos heredados explican el subtexto sexual en el Satiricón, la obra de Petronio escrita en la Roma de Nerón.

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posición pública. Al contrario, él prefirió ser visto como alguien que hacía alarde de su posición, desmedido en sus formas de presentars­e a la plebe, pródigo en excesos y, sobre todo, poco tradiciona­l. Nada quedaba en él de la compostura de un magistrado romano, ni sus ropajes ni su peinado –recordemos que el emperador era rubio, de ojos azules y con pecas, en nada parecido al aspecto mediterrán­eo típico–; pero tampoco su modo de actuar, con su gusto por competir en actos atléticos y poéticos. Al intentar terminar con los modelos tradiciona­les de la moral romana –o al menos sacudirlos–, atacaba parte del sostén ideológico del Senado.

Problemas impositivo­s

Las desavenenc­ias de Nerón con el Senado surgieron tan pronto empezó con su política populista y a atacar sus bases económicas. Así lo sintieron los senadores cuando, en su tercer año de principado, hizo público su deseo de eliminar los impuestos indirectos y dejar solo los directos. Nerón pretendía terminar con los excesos de las sociedades de publicanos, esos consorcios de capital que en pública subasta se hacían con el privilegio de recaudar los impuestos que el Estado había calculado para el año, cuyo monto llegaban a adelantarl­e. Para obtener beneficios, los publicanos necesitaba­n recaudar más de lo que habían pagado, y eso los decidía a mostrarse inmiserico­rdes en la recaudació­n, durante la que cometían todo tipo de abusos. El sistema ideado por Nerón para deshacerse de los publicanos consistía en abolir los vectigalia (impuestos directos sobre diversos productos) y los portuaria (tarifas aduaneras y el pago de peajes), aumentando a cambio los tributa (impuestos sobre las propiedade­s). Los senadores quizá hubieran aceptado la reforma de no afectar directamen­te a sus bolsillos, pero el emperador tenía la intención de cobrar los tributa también en Italia, que por tradición estaba exenta de ellos. El cambio habría fomentado el comercio, al prescindir de aranceles y tasas, y habría repartido de forma más justa la carga

ACTOS PROHIBIDOS

En el Satiricón, la casa del rico liberto Trimalción es el teatro en el que se despliegan todos los defectos de Nerón, tanto personales como imperiales. Esto nos permite conocer un poco cómo eran su corte y sus hábitos sexuales (en la imagen, sátiro y ninfa, mosaico romano de la Casa del Fauno en Pompeya). Pero para “leer” ese subtexto sexual hemos de tener en cuenta algunas cuestiones de la sociedad de entonces. En primer lugar, que Augusto se había encargado de poner fuera de la ley los encuentros sexuales de las ciudadanas con quienes no fueran sus esposos, así como los de los ciudadanos con los hijos pequeños de otros ciudadanos. impositiva de manutenció­n del Imperio, haciéndola recaer sobre los más ricos y poderosos de sus habitantes, ya fueran patricios (con grandes propiedade­s), ecuestres (muchos de ellos miembros de las sociedades publicanas) e incluso libertos ricos. ¿De qué sirve ser un imperio si uno tiene que pagar impuestos como el resto de territorio­s conquistad­os? De modo que los senadores montaron en cólera, y ello llevó a Séneca y Burro a convencer a Nerón de que abandonara su plan. En esta lucha con los poderes fácticos tampoco ayudaron los celos de su madre, que se vio apartada por su retoño del ejercicio de un poder al que lo había llevado de la mano.

Labrándose la reputación

Así se comenzaron a sentar los cimientos de la mala posteridad de Nerón, porque ya se sabe que la historia la escriben los vencedores, y había bastantes más senadores –bien formados en el arte de la escritura– que emperador. Pero ni siquiera esto explica del todo su mala fama, porque entre sus contemporá­neos los sentimien-

¡OJO, CIUDADANO!

En segundo lugar, que, como “cosas” que eran, los esclavos escapaban a esta norma y podían ser penetrados cuando sus dueños lo desearan. Ello terminó por definir el hecho de ser penetrado como algo propio de mujeres y esclavos. ¿El resultado?, que un varón adulto y libre que lo fuera perdía su honor y, de ser sorprendid­o y denunciado, también algunos de sus derechos civiles. Solo con estos detalles en mente podemos entender las complejas interaccio­nes sexuales del triángulo formado por Encolpio, Gitón y Ascilto y el resto de protagonis­tas de la obra, y, a través de ellos, las del propio Nerón y su corte, que tan bien y de primera mano conocía Petronio. tos respecto a Nerón estaban encontrado­s. Nos lo recuerda, por ejemplo, el satírico Marcial, quien se preguntaba qué hubo peor que Nerón, solo para preguntars­e a continuaci­ón qué hubo mejor que los baños por él construido­s. El propio Tácito, pese a no ser nada halagüeña su descripció­n general del reinado, reconoce que en el momento del fuego Nerón no estaba en Roma, que se apresuró a regresar a la ciudad y que ordenó se diera cobijo a los sin techo, además de ofrecer incentivos a quienes se afanaron a reconstrui­r la ciudad. Aprovechó, eso sí, los solares dejados expeditos por el fuego para construir su gran palacio, la Domus Aurea, que ocupaba un tercio de la Roma recién chamuscada. Fue sobre todo lo que hizo inmediatam­ente después del fuego lo que consolidar­ía la mala reputación del emperador siglos después: buscó como cabeza de turco a la odiada secta de los cristianos –Nerón no era el único en sentir animadvers­ión por ellos–, a cuyos miembros mató del modo atroz ya mencionado. Por desgracia para Nerón, era un pusilánime. Salió huyendo de la ciudad en cuanto escuchó la noticia de un alzamiento contra él en las provincias... que sus tropas aplastaron. Cuando seguidamen­te se sublevó Galba, gobernador de la Tarraco-

EMPEZÓ A GANARSE LA ANTIPATÍA DE LA CLASE SENATORIAL CON SU FALLIDO SISTEMA TRIBUTARIO

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