Historia y Vida

LA ÚLTIMA JUGADA

El ataque de las Ardenas, un plan inimaginab­le

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Hitler no podía ganar... ¿O sí? A veces, la temeridad y la audacia avanzan juntas hasta la encrucijad­a que distingue el éxito del fracaso. En las Navidades de 1944, el cruce que separaba ambos destinos era Bastogne, una pequeña localidad belga de las Ardenas donde unos pocos miles de soldados estadounid­enses, mal armados y peor equipados, detuvieron la última gran ofensiva alemana. Como un jugador al que la ruleta dejó de sonreír, Hitler apostó sus últimas fichas a un todo o nada. “Fue un acto de desesperac­ión, pero teníamos que arriesgarl­o todo”, diría el general Jodl después de la guerra. Salió el nada: Hitler se sui- cidó y Jodl fue colgado en Núremberg, pero solo tras el sacrificio de decenas de miles de hombres, como nos cuenta Antony Beevor en su último ensayo.

Asombro para todos

El 16 de septiembre de 1944, mientras los aliados soñaban con una Navidad en Berlín, Hitler desveló su gran ofensiva para vencer en el frente occidental: atravesar los bosques de las Ardenas para tomar Amberes, separar a británicos de estadounid­enses, romper su alianza y concentrar después todas sus tropas en el frente del Este. “Guderian quedó desconcert­ado ante aquel plan”, escribe Beevor. El viejo

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