UN CABALLO EN FORMA
Vizir, perteneciente a Napoleón, en restauración
En 1802, tras tres años en guerra, el Imperio otomano y Francia firmaban la paz, y el sultán Selim II le regalaba a Napoleón, entonces primer cónsul, un semental árabe de color blanco grisáceo. Tenía nueve años y su nombre era Vizir. El corso llegó a sentir un gran aprecio por él. Poseyó más de cien caballos, todos entrenados para el combate (aunque parece que más de una decena salió pitando en plena batalla), pero Vizir fue el que montó en Jena en 1806, entre otras muchas batallas, y el animal con el que se hizo pintar en varias ocasiones. A salvo de la fatídica campaña de Rusia por ser ya veinteañero, Napoleón se llevó a Vizir a su exilio en Elba y regresó con él a Francia durante los Cien Días. Después de Waterloo, lo adoptó uno de los escuderos de los antiguos establos imperiales, y a su muerte en 1826, lo hizo disecar. Temeroso del clima antinapoleónico (el caballo lucía en su anca izquierda la “N” coronada del emperador, como puede verse arriba a la derecha), el escudero vendió el animal embalsamado a un inglés, que sintió la misma prevención y lo cedió a un compatriota. Este extrajo el animal de Francia quitándole el relleno y embutiéndolo en una maleta. En Inglaterra, Vizir se volvió a montar, y en 1843 se exhibió en el Museo de Historia Natural de Manchester. En 1868, la institución atravesaba un mal momento, y, aprovechando una visita al país de Napoleón III, sobrino de Bonaparte, se lo regaló. El emperador, no sabiendo qué hacer con él, lo mandó al Louvre, donde pasó treinta años criando polvo en un almacén. Redescubierto en 1904, pasó al año siguiente al recién fundado Musée de l’Armée.
Tratamiento de belleza
En mayo pasado, el museo lanzó una campaña de micromecenazgo para restaurarlo, superando su objetivo de 15.000 euros en solo dos semanas. Los taxidermistas se han puesto a trabajar en Vizir: limpieza y rehidratación de la piel, relleno de varias grietas y restauración del color, que ha amarilleado con los años. Empar Revert