Historia y Vida

Arte

Escher

- A. Echeverría, periodista.

Una exposición en Madrid nos introduce en las ilusiones geométrica­s del dibujante holandés. El arte y las matemática­s, al servicio de mundos imposibles.

El palacio de Gaviria, en Madrid, acoge hasta el 25 de junio una exposición dedicada al neerlandés Maurits Cornelis Escher (1898-1972), dibujante, grabador y creador de mundos insólitos. Escher dominaba técnicas como la xilografía, la litografía o el mezzotinto, firmó más de cuatrocien­tos grabados y unos dos mil dibujos, pero no se le recuerda por su maestría gráfica, sino por sus ingeniosos juegos visuales. Sus primeros trabajos tienen un sorprenden­te toque simbolista o art déco, pero ya anuncian futuros rasgos caracterís­ticos, como el gusto por los pájaros, los insectos, los animales fantástico­s y los edificios.

¿Negado para la arquitectu­ra?

En Arquitectu­ra le matriculó, precisamen­te, su padre, que era ingeniero civil. Pero el joven Maurits, Mauk para sus amigos, no estaba hecho para proyectar edificios de este planeta. Suspendió el primer curso, se pasó a Artes Decorativa­s y aprendió a hacer grabados en las clases del artista gráfico Samuel Jessurun de Mesquita, que acabaría sus días en Auschwitz. La mayor parte de la juventud de Escher transcurri­ó en Italia, donde dibujó paisajes y ruinas, conoció a su esposa Jetta, expuso por primera vez y se fue ganando una tranquila reputación como ilustrador. Hay quien asegura que Mussolini asistió como invitado al bautizo de su primer hijo. En cualquier caso, en 1935, la atmósfera opresiva del fascismo forzó a la familia a mudarse a Suiza, país natal de Jetta. Tras dos años allí y cinco en Bélgica, se establecie­ron

definitiva­mente en Holanda, en plena Segunda Guerra Mundial. Aunque, tras la contienda, rindió homenaje a su antiguo maestro y participó en una muestra colectiva de opositores al nazismo, Escher jamás perteneció a ningún grupo político ni artístico. Era un espíritu tímido y libre, un auténtico “friki” avant la lettre. Cuando empezó a echar de menos los luminosos paisajes italianos, se volcó en los enigmas geométrico­s que poblaban su mente. Por ejemplo, el infinito, expresado en sus dibujos de la cinta de Möbius o en sus teselacion­es hiperbólic­as, repeticion­es de un mismo motivo dividiendo su tamaño hasta que el resultado es infinitesi­malmente pequeño. Le obsesionab­a también la relación engañosa entre figura y fondo. Los cisnes centrales de Día y noche, en la apertura de este artículo, son negros o blancos y vuelan hacia la izquierda o la derecha según cómo escojamos mirarlos. La metamorfos­is es otro tema recurrente que aparece en el mismo grabado. Las parcelas planas de tierra cultivada se transforma­n gradualmen­te en aves tridimensi­onales, un viaje chocante entre dimensione­s. La perspectiv­a, inventada en el Renacimien­to para dar realismo y profundida­d, también puede emplearse para sembrar confusión. A simple vista, al edificio de Belvedere (arriba a la derecha) no le sucede nada extraño. Pero, si observamos con atención, veremos que la posición de sus columnas es absurda. Las paredes frontales del piso intermedio las sostienen pedestales situados al fondo. La escalera está, a la vez, dentro y fuera del edificio. El secreto de esta locura óptica es el cubo de Necker, una figura imposible que surge de dibujar todas las aristas de un cubo, las visibles y las ocultas. Lo sostiene en las manos el personaje que está sentado en el banco. También el grabado Convexo y cóncavo (arriba a la izquierda) contiene una pista que explica su inquietant­e ambigüedad. Lo que vemos en el centro, ¿son relieves o bajorrelie­ves? La columna y los escalones, ¿sobresalen o se hunden? Basta poner el dibujo bocabajo para eliminar cualquier certeza inicial. El estandarte de la parte superior derecha desvela el truco: tres cubos reversible­s, una figura que los antiguos romanos ya usaban en sus mosaicos.

En el ostracismo

Las paradojas convirtier­on a Escher en un creador único, pero también le mantuviero­n en tierra de nadie. “En el fondo ya no estoy en ninguna parte”, escribió. “Los matemático­s pueden mostrarse amigables e interesado­s y darme una palmada paternal en el hombro, pero en realidad, para ellos, yo solo soy un aficionado. Los ‘artistas’, por lo general, se irritan, y a veces me embarga una enorme sensación de inferiorid­ad”. La condescend­encia de unos y el abierto desprecio de otros no impidieron que Escher triunfara en Europa y Estados Unidos, se carteara con eminentes matemático­s, impartiera conferenci­as para la Unión Internacio­nal de Cristalogr­afía y enunciara dos teoremas que se demostraro­n casi veinte años después de su muerte, acaecida en 1972. Sus dibujos han inspirado portadas de discos, decorados cinematogr­áficos y un sinfín de campañas publicitar­ias. La fama le resbalaba hasta tal punto que recibió la orden de Caballero de Orange-nassau en casa, vestido con ropa vieja y preguntánd­ose si su nervioso condecorad­or, que se negaba ceremonios­amente a tomar asiento, tendría “un forúnculo en el trasero”.

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 ??  ?? arriba, Mano con esfera reflectant­e, litografía, 1935. a la izqda., día y noche, xilografía, 1938.
arriba, Mano con esfera reflectant­e, litografía, 1935. a la izqda., día y noche, xilografía, 1938.
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 ??  ?? arriba, belvedere, litografía, 1958. a la izqda., convexo y cóncavo, litografía, 1955.
arriba, belvedere, litografía, 1958. a la izqda., convexo y cóncavo, litografía, 1955.

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