Contra Johnson
El uso de camelot para restar crédito al sucesor de JFK
El mito de Camelot
es cualquier cosa menos inocente. Al igual que otras leyendas, se convierte en un instrumento que blandir con un fin político en el presente. André Kaspi apunta su utilidad para desacreditar a Lyndon B. Johnson (arriba, en el juramento presidencial, junto a Jackie, poco después del asesinato), presentándolo como una especie de usurpador que ha desvirtuado la obra del presidente caído.
Este uso
tendencioso de la memoria histórica pasa por alto evidencias notables, como el hecho de que Johnson no llega al despacho oval por arte de magia, sino por ser el vicepresidente de JFK. Se obvia también que Johnson consigue avances en materias tan sensibles como la educación o los derechos civiles. Y si se reconocen estos logros, se procura desprestigiarlos alegando que el tejano, para alcanzarlos, hizo uso de sus artes como manipulador.
su figura nada
tendría que ver con la de Kennedy, encarnación de la honestidad. Por eso Johnson se habría metido de lleno en el avispero de Vietnam, sin comprender que su antecesor proyectaba librar al país de aquel compromiso envenenado... De esta manera, ambos líderes acaban convirtiéndose en las dos caras del mismo relato legendario. Uno es la luz; el otro, la oscuridad. Cuando lo cierto es que Johnson, como bien señala el politólogo Larry J. Sabato, aprovechó la conmoción provocada por el magnicidio de Dallas para ir mucho más lejos que su antecesor en el carácter de sus iniciativas políticas.